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 lunes, 20 de junio de 2005  
Desconsuelo. Una compañera de secundaria y un periodista recuerdan al escritor de Serodino
Retazos de una vida compartida con Juan José Saer en Santa Fe
Un hombre controversial que litigó desde el Cine Club y otros ámbitos y no se ahorró polémicas

Carlos Roberto Morán / La Capital

Cuando Juan José Saer dejó Santa Fe en 1969 sus amigos no creyeron que lo estaba haciendo para siempre. Así lo recuerda Graciela "Chela" Mengui, amiga de "Juani" desde que los dos cursaban la entonces llamada escuela secundaria, ella "en la Normal" y él en el Colegio Nacional Simón de Iriondo: tenían 15 años y ya les apasionaba la literatura. El primer intercambio de poemas dio comienzo a una amistad que sólo la muerte del escritor en París iba a interrumpir. (Saer falleció el sábado 12 pasado, luego de batallar durante años contra una penosa enfermedad).

Así como Graciela no puede terminar de asumir que Juani no regresará más a Santa Fe y tampoco se conocerán de él nuevas historias ambientadas en la que, por prepotencia, terminó convirtiendo en su personal región mítica, tampoco lo pueden asimilar los amigos que a lo largo del tiempo, y no sin idas y vueltas, supo conquistar y mantener en la ciudad capital a lo largo de más de cuarenta años.

Menghi recuerda que los padres de Saer, afincados primero en Serodino, donde el escritor nació el 28 de junio de 1937, se trasladaron a Santa Fe en 1947 donde instalaron un negocio de venta de ropas. "El turco" Saer también, cuando joven, salió a vender ropa en los pueblos aledaños. Después, sin haber completado sus estudios de Letras, se dedicó a la docencia en el Instituto de Cine de la Universidad Nacional del Litoral.

Desde joven Saer hizo sentir su impronta en una no siempre muy bien dispuesta ciudad. Era un hombre controversial. Sus amigos lo recuerdan litigando en las sesiones de Cine Club y en otros ámbitos. Por ejemplo en un encuentro de escritores en Paraná.

El periodista Rogelio Alaniz, que sólo lo iba a conocer en 1981 cuando Saer, de visita en Santa Fe, no tuvo inconvenientes en hablar en plena dictadura ante organismos de derechos humanos, recuerda que ese hecho, de tan litigioso, llegó a ser comentado nada menos que por Arturo Jauretche en "Filo, contrafilo y punta". Al parecer, Saer concurrió a la capital entrerriana para escuchar a Augusto Roa Bastos, pero en vez de eso se encontró con Silvina Bullrich y algunas otras escritoras famosas de la época y allí todo indica que las cuestionó a viva voz. Fue un escándalo que para Jauretche significó una corriente vivificadora en la literatura nacional, desconociendo que no se encontraba precisamente ante un joven escritor peronista...


Punto de inflexión
Otro escándalo estuvo ligado a la publicación de "Solas", un cuento de prostitutas que Saer incluyó en su primer libro, "En la zona" (1960). Aparecido en el diario El Litoral provocó una corriente de protestas, especialmente de sectores católicos, ciertamente desproporcionada ("ahora lo leen las chicas en los colegios confesionales", comentó socarrón un amigo del escritor) pero muy propia de la época y de una ciudad conservadora. La cuestión es que la polémica significó el alejamiento de Saer del periodismo activo y su vuelco a la docencia universitaria.

"En la zona", según entiende Menghi, significó una renovación en la narrativa santafesina, un parteaguas que inauguraría la saga que Saer continuaría hasta la novela que estaba terminando cuando lo sorprendió la muerte, "La Grande", inspirada en la quinta sinfonía de Schubert, que será lanzada entre agosto y octubre venidero por el sello del escritor, Seix Barral.

Saer, por sus actitudes, generaba resistencias en determinados grupos en tanto que en otros no hacía más que incrementar adhesiones. Oscar Meyer lo destaca como docente en el Instituto de Cine. Sus clases sobre crítica y estética cinematográfica, señala, se asentaban en sólidos conocimientos sobre literatura y cine y de ellas podían extraerse considerables enseñanzas. Meyer recuerda que con su amigo Mario Chapero solían encontrarlo en los bares de Santa Fe, a los que Saer era asiduo concurrente, cuando llegaba de su casa de Colastiné, en la zona de la costa. "Juani" había ya decidido vivir en ese espacio geográfico tan afín a sus ficciones.


¿Por qué recaló en París?
"Chela" Menghi y Alaniz coinciden en señalar que no terminaba de explicarse bien el por qué de su decisión de radicarse en Francia. "Sus relatos eran publicados, tenía un creciente reconocimiento y algunas de sus historias comenzaban a ser llevadas al cine", precisa Alaniz. Habla, entre otras, de "Palo y hueso", el cuento transformado en película por Nicolás Sarquis. Además, Galerna -entre otros sellos- le había editado parte de esa primera producción integrada por "En la zona"- "Unidad de lugar", "Palo y hueso", "Responso", "La vuelta completa" y la muy celebrada "Cicatrices", novela que aparece cuando Saer emprende su viaje a París.

¿Por qué se fue? "Una de las razones que yo le escuché, era su convicción de que en este país no se podía hacer nada más después de 1966", cuenta Meyer.

Para Menghi los motivos del alejamiento de Saer fueron dispares y supone que uno de ellos tuvo que ver con la recurrente necesidad de descubrir nuevos horizontes. "Para mí en su narrativa es fundamental la parte de conocimiento que contiene". Según interpreta en París fue el escenario para ese crecimiento. Para "Chela", allí "cambió y se destrabó".

Con el hoy residente en Salta Marcelo O'Connor, con el poeta Hugo Gola (afincado en México) y con otros amigos de la época Saer hacía frecuentes viajes a Paraná para visitar al gran poeta Juan L. Ortiz, cuya obra ponderó y valoró desde y para siempre. Ortiz era un poeta un tanto marginal y no demasiado tomado en cuenta por la "cultura" de la época, salvo por esos iniciados que una y otra vez iban como en peregrinaje a su casa situada en los altos de las barrancas del Paraná, pegada al parque Urquiza.

Alaniz no vivía en Santa Fe en el tiempo que sí lo hizo Saer, pero aprendió a conocerlo a través de sus libros. Así que cuando tomó contacto personal con él por primera vez sabía lo que era el "universo saeriano" que a su juicio está constituido por "un lenguaje, una prosa, una narrativa con rasgos muy distintivos que se desarrolla en una región con una percepción muy singular de lo real y fundado en una tradición literaria universal: Faulkner, Joyce, Onetti, Felisberto Hernández, Borges, se entremezcl an y producen algo diferente. Agregaría además la escuela objetivista francesa, muy particularmente Robbe-Grillet a quien Saer respetaba mucho. Y también Robbe-Grillet lo respetaba a Saer, especialmente en los últimos años".

Alaniz admite que aún hoy "hay quienes ligados a un sector almidonado, anquilosado, no aceptaban ciertas transgresiones de Saer" -y que tampoco valoraban ni valoran aún hoy su obra-. A lo cual la propia personalidad del escritor, tan controversial, tan amiga de ironías y sarcasmos, poco hacía para despejar los malentendidos. Quienes lo admiran en cambio sostienen que Saer ha sido "el mejor escritor que ha dado Santa Fe, en todos los tiempos".

Otros confiesan que la lástima será que esta vez, y a diferencia de lo que ocurriera en tantas ocasiones anteriores, no podrán recuperar el diálogo, volver a los asados y a las anécdotas, recorrer la región, mostrarle los cambios. A Juani Saer. Y a Tomatis, a Pichón Garay, a Barco, Angel Leto. Y a tantos más.
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Alaniz y Saer, en París, en febrero de este año.

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