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 domingo, 12 de junio de 2005  
El relato de un testigo
Joaquín Trumper fue detenido junto con Ingallinella

Joaquín Trumper tiene 85 años y una memoria a prueba del tiempo. La detención de Juan Ingallinella, que presenció y a quien acompañó hasta la Jefatura de Policía, y el recuerdo de su hermana Rosa, esposa del médico, son hechos que se preservan con nitidez en sus palabras.

-El 17 de junio -dice- los peronistas hicieron un paro de protesta por el golpe militar y en apoyo de Eva Perón, ya que se decía que la habían agraviado. Ingallinella, como era habitual cuando pasaban esas cosas, se había ido de la casa. Con mi madre decidimos ir a ver a mi hermana, que estaba sola con la hija. En eso llega Ingallinella.

-¿Cómo se produce la detención?

-Lo primero que le dice mi hermana es "por qué viniste". Y él dice: "vine a ver a una enfermita que no quiero dejar sin atención, aprovecho para darme un baño y me voy. Está todo tranquilo, dice, no ves que no pasa nada". Y la verdad era que parecía tranquilo, pero la represión estaba bien montada, en aquel momento no nos dimos cuenta. A los pocos minutos apareció una comisión policial a buscarlo. Mi hermana le pidió la orden de detención. "Señora, no venga con esas cosas", le dijeron. Entonces mi hermana fue y le pidió "bañate rápido, los vecinos te van a ayudar". Y él decía "está tranquilo, no va a suceder nada". Yo me acerqué a la ventana. "¿Por qué lo llevan?", pregunté. Y me dicen: "¿quiere saber por qué? Venga usted también".

-¿Cómo llegan a la Jefatura?

-Desde la casa de Ingallinella, Saavedra 667, fuimos caminando seis, siete cuadras hasta Ayolas y San Martín. Los policías no exhibieron armas, todo era tranquilo. Subimos al tranvía 18 -por San Martín- y viene el guarda a cobrar el boleto. Los policías no querían pagar. Ingallinella dice: "yo tampoco voy a pagar porque no tengo intenciones de viajar". Entonces aparecieron los diez centavos de cada uno. El 18 entraba al centro por San Lorenzo y paró frente a la Jefatura. Cuando esperábamos el ascensor para subir, pasa un policía y dice "Hola Inga, hace mucho que no viene por aquí". Ya estaban acostumbrados, al primero que iba a buscar la policía era a Ingallinella. Aplicar la picana a los comunistas era una vieja costumbre, aunque nunca encontraron armas a ningún comunista detenido.

-¿En qué momento los separaron?

-A mí me llevaron a una pieza donde había sesenta personas detenidas, la mayoría comunistas. A él lo llevaron a otro lado junto con Kehoe y otros. Los policías eran diez torturadores contra uno, y lo ataban en una cama y le aplicaban picana; eran muy valientes... Se presume que le aplicaron el máximo de voltaje, porque él no sufría del corazón. A las 4 del día siguiente me dejaron en libertad. "¿Y el doctor Ingallinella?", pregunto. "Sale después de usted", me dijeron. Y ya lo habían asesinado

O. A.
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Hoy como ayer. Joaquín Trumper, una memoria nítida.

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