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 domingo, 05 de junio de 2005  
[Perfiles] Saúl Bellow
La voz de la ciudad sombría
Creció entre gánsgters e inmigrantes ávidos de fortuna. Ese es un mundo violento y corrupto se convirtió en la referencia de sus novelas

Jorge Carrión

"Ningún novelista puede ser el representante de Chicago", ha escrito Saul Bellow. Y habría que añadir, si se insiste en hablar del Chicago de Bellow, que ni uno ni el otro pueden entenderse sin Nueva York. De acuerdo. Pero estamos ante una cuestión de pertenencia. Es imposible negársela tras recorrer Chicago física y textualmente guiado por la literatura de Bellow. Contradictoria, sí, pero pertenencia al fin y al cabo. Aunque algunas de sus obras más importantes ocurran en Nueva York, sus textos principales discurren sobre Chicago.

Cuando en 1976 recibió el Premio Nobel, por ejemplo, fueron sus experiencias universitarias en esa ciudad las que abrieron el discurso. Y sus obras maestras tienen lugar en la metrópolis de Illinois. Dice en una crónica de viaje por la ciudad propia: "A todo el mundo no le gusta el lugar. Habitante de Chicago desde 1924, he llegado a entender que tienes que desarrollar cierto gusto por ella, y que no puedes hacerlo sin vivir aquí durante décadas. Pero incluso tras décadas no puedes formular con facilidad las razones de tu vínculo". Porque es una ciudad violenta y corrupta y, como comenta el narrador de "El legado de Humboldt" (1975), tiene "cosas bellas y dinámicas, pero la cultura no figuraba entre ellas". Sin embargo, vital y literariamente, Bellow ha vuelto una y otra vez a Chicago.

La ciudad de Al Capone y Michael Jordan se derrama como mercurio por las miles de páginas que ha escrito, como si formaran parte de un volumen único, cuyas primeras líneas fueran las de "Las aventuras de Augie March" (1953): "Soy norteamericano, de Chicago, sombría ciudad". En boca del narrador de "The Actual" (1997) encontramos a ese respecto la expresión de una constante: "En Chicago yo tenía asuntos emocionales pendientes". Esa relación que nunca puede finalizar es aludida por Bellow tanto en las entrevistas o artículos como en sus ficciones. En el prólogo a "Collected Stories" (2001), el crítico James Woods formula así la regla que rige los cuentos de Bellow: "En el seno del hogar, dentro de la casa, unas reglas arcaicas; afuera, la vida real". En sus cuentos, Chicago es América, la modernidad, mientras que el hogar representa invariablemente lo tradicional. Un refugio antiatómico; un paraíso conservado sólo en la memoria; la posibilidad de un hogar.


La Universidad de Chicago
Después de graduarse en sociología y antropología, Bellow vivió intermitentemente entre la ciudad propia y la ciudad apropiada: Nueva York. La década de los cincuenta, durante la cual publicó "Las aventuras de Augie March" y se convirtió en una celebridad, la pasó por ejemplo en NY. Tras flirteos diversos con varias universidades norteamericanas, cambió su residencia de nuevo por Chicago a finales de los sesenta. La motivación fue a un tiempo personal y literaria. No había espacio para un escritor independiente en el Manhattan politizado por Vietnam, declararía tiempo después, volver a la ciudad de su adolescencia significaba hacerlo a un espacio más vulgar, pero también "more American, more representative".

En la University of Chicago había comenzado sus estudios superiores, pero la había abandonado para proseguirlos en la Northwestern University. En 1967 acepta una plaza permanente en la universidad con el récord mundial de premios Nobel. Su despacho estaba en el quinto piso del edificio de Ciencias Sociales. Desde su ventana estilo gótico inglés veía los jardines siempre impecables, preparados para que los ex-alumnos paseen, admiren y hagan sus donativos. El primero en firmar un cheque (35 millones) fue John D. Rockefeller, en 1892, y después dijo que fue su mejor inversión.

El espacio, por tanto, era idóneo para reflexionar sobre el poder y el conocimiento en la era posmoderna: preocupación que recorre la obra de Bellow. Se complementaba con el de las residencias personales que ocupó el escritor con sus sucesivas esposas e hijos. En Hyde Park, el apacible barrio universitario, vivió en Regents Parks, un complejo de apartamentos de lujo, con vistas al Lago Michigan. Durante las tres décadas de vida adulta en que fue profesor de la UoC, Bellow asistió a los deshielos primaverales del pequeño mar. El legado de Humboldt pertenece al ecuador de esa época: "Situado en el extremo meridional de los Grandes Lagos -veinte por ciento del suministro mundial de agua potable-, Chicago, con su gigantesca vida exterior, contenía todo el problema de la poesía y de la vida interior americana". En otro momento de la novela se evoca cómo los niños de los años veinte esperaban con ilusión la llegada del deshielo para descubrir objetos que habían quedado atrapados meses atrás. La infancia congelada: desde la habitación de un escritor con vista al lago.


En el matadero
Solomon Bellows había nacido en Lachine, Canadá, en 1915. Su familia migró a Chicago cuando el futuro escritor contaba nueve años de edad. En una larga entrevista publicada en Bostonia tres cuartos de siglo después, Bellow encontrará en Montreal la clave de su vida. A los ocho años permaneció hospitalizado durante casi seis meses. Tuberculosis. Salir del atolladero: una forma de supervivencia. Y al año siguiente, la emigración.

Desde el primer día, los Bellow buscaron la asimilación. Atrás quedaban, definitivamente, dos patrias: Canadá y la Rusia de sus padres. Estamos a mediados de la década de los veinte y la ciudad es un hervidero de inmigrantes. Los Bellow viven en Humboldt Park, entre gente que habla en polaco, griego o alemán. El gángster más famoso de la historia comienza en aquellos tiempos su reinado. El adiós a la infancia de Bellow tuvo lugar en la ciudad de Al Capone. Su época aparece en sus obras maestras evitando los lugares comunes: "en aquellos tiempos todo el mundo identificaba a Chicago con la sangre -estaban los mataderos y las guerras entre las pandillas de gángsters". Unos mataderos cuyo engranaje destructor inspirará el de los campos de exterminio. Unos asesinos que constituyeron los últimos elementos visibles de la resistencia de la inmigración al sistema.

En otro momento, Bellow recuerda que era habitual en las cenas de los jerarcas criminales apuntarse mutuamente con el cuello de las botellas de champán: se disparaban entre ellos los tapones como representación carnavalesca de una sangría que tarde o temprano sería real. En la lucha entre los Intocables y la banda de Capone se encarna uno de los mitos americanos de cómo el Bien acaba por imponerse frente al Mal. No es casual que Elliot Ness consiguiera encarcelar al magnate asesino por un delito fiscal y no por los múltiples homicidios que ordenó. Los Intocables eran en verdad los Insobornables.

En ese contexto, el superviviente Saul Bellow, el incipiente erudito Saul Bellow, estaba llamado a convertirse en uno de los escritores más importantes de su país (adoptivo) y de su siglo. Durante su adolescencia en el mestizo barrio de Humboldt Park nunca se vio a sí mismo como un futuro intelectual: se definía más bien como "just a pair of eyes", sólo un par de ojos. Esa mirada crítica e insobornable se proyectaría sobre América durante sesenta años de vida creativa. Ganaría dos National Book Award y un Pulitzer. Sería Premio Nobel. Constituiría, al cabo, una de las versiones posibles del sueño americano, según la cual el escritor más importante del país puede al mismo tiempo tener raíces rusas, ser judío, haber nacido en Canadá y tener sentimientos y pasaporte estadounidenses. No en vano, Michael Jordan también inmigró a Chicago. Y qué decir del gángster más célebre de los Estados Unidos: nació en Nueva York y hablaba con su madre en italiano.


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