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 sábado, 04 de junio de 2005  
EDITORIAL
Tránsito: ranking de la muerte

El liderazgo mundial que ostenta la Argentina en la tasa de mortalidad causada por accidentes de tránsito revela con peligrosa exactitud al país real. Desaprensión, imprudencia y falta de interés por el prójimo se erigen como disparadores de un drama. Urge acentuar controles y producir una autocrítica que derive en un cambio.

A veces para medir el real estado en que se encuentra una sociedad no resulta necesario apelar a los parámetros supuestamente “mayores”, como los políticos o económicos, sino que alcanza con dirigir la mirada hacia aspectos vinculados con la vida cotidiana y las relaciones interpersonales. Los resultados recientemente divulgados de un estudio realizado por el Instituto de Seguridad y Educación Vial (Isev) despiertan profunda y justificada preocupación, ya que revelaron que la Argentina es el país que registra la más elevada tasa de mortalidad en el mundo provocada por accidentes de tránsito. El promedio es de 29,66 fallecimientos cada cien mil habitantes, lo que significa —cifra estremecedora— treinta víctimas fatales por día.

   Quien lea esta información y sea consciente de lo que ocurre en las calles de Rosario experimentará sin dudas consternación, pero difícilmente se sorprenda. Los últimos y notorios accidentes con saldo fatal ocurridos a alta velocidad sólo lograron reactualizar un drama que se presenta a la vez como un indeseado espejo del tejido social. Es decir, son demasiados aquellos que no se cuidan a sí mismos ni a los demás cuando conducen un vehículo, y no necesariamente se alude aquí a los automóviles. En numerosos casos, además, se trata de jóvenes.

   Dónde radican las fallas del sistema es una pregunta crucial. Sin dudas, los controles no cumplen con la función para la que fueron diseñados e implementados y la educación vial brilla por su ausencia o fracaso. Tal vez habría que pensar seriamente en aumentar la exigencia del examen que se debe aprobar para obtener la licencia de conductor: que alguien sepa estacionar correctamente entre dos vallas situadas a cierta distancia entre sí no garantiza de ningún modo que posea capacidad para reaccionar ante determinadas emergencias. La prueba de manejo en la calle merecería ser rigurosa. Sobre todo porque la gran velocidad que desarrollan los vehículos de última generación con apenas pisar el pedal del acelerador suele convertirse en una trampa mortal para los desaprensivos.

   Ese aspecto es nuevo; anteriormente, las muertes en accidentes de tránsito ocurrían casi con exclusividad en las rutas. Ahora, en cambio, las ciudades se han convertido en habitual escenario de choques fatales.

   El problema de fondo, sin embargo, continúa siendo cultural y por eso preocupa: el más total desinterés por el prójimo yace en el trasfondo de los registros de accidentes. A partir de allí puede pensarse también a la Argentina. Y el saldo de tales reflexiones preocupa mucho.
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