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 domingo, 29 de mayo de 2005  
Una ciudad, un motivo
La dama de Elche
La tercera ciudad de la Comunidad Valenciana se caracteriza por sus palmerales. Su historia conjuga mezquitas, palacios y fortalezas moras

Daniel Molini

Su nombre figura, en la mayoría de los mapas, con el mismo que hizo célebre a una dama: Elche. Pero conforme nos acercamos nuestra vista se acostumbra a llamarla como la designan los carteles: Elx.

En esta región tiene importancia el idioma valenciano, reivindicado con entusiasmo en calles, letreros, hitos y referencias. Por esta razón, apenas al aterrizar, uno comprueba que el aeropuerto está en un punto equidistante de Elx y Alacant. Algunos kilómetros hacia la izquierda y tropezamos con Elche; unos pocos a la derecha y el golpe es más blando: caemos en las playas de Alicante.

Elche es tan vieja que en algún tiempo sus habitantes hablaban latín. Cuando los romanos regían y ordenaban el imperio fundaron Illici y de allí les viene, todavía hoy, el apellido a los nativos: ilicitanos.

Si uno camina con afán curioso puede ver vestigios de aquellos esplendores, no muchos, convertidos en bases o restos protegidos que deben mirarse a través de cristales. Murallas que antes custodiaban hoy son custodiadas, y ladrillos que fueron, quizás, antiguas termas, se convirtieron en bancos.

En Elche debemos olvidar la costumbre de ver a las ciudades como si fuese a través de un cristal de aumento, a lo grande, persiguiendo ese tamaño en los monumentos, museos o construcciones emblemáticas. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que nos pueda parecer pequeño. ¡De acuerdo que no es enorme!, pero es la tercera ciudad -por población y recursos- de la Comunidad Valenciana.

En el centro aún late la historia. Las iglesias conviven con mezquitas, las torres con palacios y las fortalezas moras con las cristianas.

Elche tiene herencias que fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La primera, El Palmeral, nos permite disfrutar con los cinco sentidos; en la segunda, el Misteri, debemos conformarnos con algunos menos, ya que pertenece a los tesoros orales e inmateriales.

El Palmeral cuenta con más de 200.000 ejemplares de palmeras datileras que se alzan desde huertos que rodean al casco urbano. Algunos conservan su casa tradicional, con red de riegos, vallas y pueden visitarse como los Huertos del Cura, de la Torre, del Gat o el Parque Municipal, con ejemplares de todas las edades y tamaños.

El palmeral, que configura uno de los mayores espacios en su clase de Europa, pretendía ser en la antigüedad un oasis donde los fenicios pudiesen recrear, a golpes de nostalgia, un paisaje conocido. Capaz de sobrevivir a los siglos y a los hombres conserva su valor ecológico, estético y económico. Quien ha probado un dátil de estas palmeras puede decir que conoce un dulce sublime, nacido a partir de un carozo venido de lejos con ansias de trascender.

Además de regalar gusto y color, las palmeras ofrecen un medio de sostén económico para muchas familias: aquellas quienes las tratan, podan, recogen sus frutos, polinizan y otras que trenzan con sus hojas y cortezas obras de artesanía que estallan en Semana Santa.

En el Huerto del Cura se puede disfrutar un ejemplar maravilloso: una joya de siete brazos nacidos de un mismo tronco. Su perfil figura en guías de viajes, ofreciéndose como reclamo a los turistas.

El Misteri, el segundo emblema de Elche, es una obra gigantesca protagonizada por vecinos enla Basílica de Santa María para representar la Asunción de la Virgen. La puesta se realiza cada año desde hace más de medio siglo, en el mes de agosto como testimonio vivo del teatro medieval. El Domingo de Ramos, palmas y Misteri se unen para demostrar por que la humanidad los cuenta dentro de su patrimonio.

Con todos sus motivos de alegría algo le falta a Elche: su dama. Esta mujer tallada en piedra antigua, que conserva su peineta, rodetes de joyas y mantillas no está en su ciudad. La escultura, símbolo de la cultura de los íberos, fue encontrada en la ciudad por un joven mientras removía la tierra en labores agrarias, pero se encuentra en el Museo Arqueológico de Madrid.

El visitante encontrará una réplica perfecta en la plaza de Santa Isabel. Si la plaza no fuera el lugar donde se emplaza la réplica de la dama no es la de Santa Isabel será otra muy próxima, porque en Elche todo lo que se puede ver, tocar y sentir, queda muy cerca.
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