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 domingo, 22 de mayo de 2005  
[Lecturas] Cinco novelas que componen una saga
El sonido y la furia
La incorrección política y la emoción por la experiencia perdida dominan "los ríos del tiempo", el ciclo autobiográfico del colombiano Fernando Vallejo

Fernando Toloza / La Capital

"Los ríos del tiempo" es el ciclo de novelas autobiográficas que el colombiano Fernando Vallejo escribió entre 1985 y 1993. Está compuesto por "Los días azules", "El fuego secreto", "Los caminos a Roma", "Años de indulgencia" y "Entre fantasmas". En coincidencia con la visita del escritor a la última edición de la Feria del Libro, el sello Alfaguara ha publicado por primera vez en la Argentina los cinco volúmenes, que se suman a otras obras del autor ya editadas por la misma casa, de las cuales las más conocidas son "La virgen de los sicarios", que inspiró la película homónima de Barbet Schroeder, y "El desbarrancadero", premio Rómulo Gallegos.

La saga autobiográfica de Vallejo es única en las letras latinoamericanas porque más que un recuento cronológico es la puesta en escena de una mente, con su desvarío y lucidez, con sus confesiones y sus mentiras, con su desgarro y repudio frente a su patria. En los libros no hay fechas, el desarrollo temporal está atado al fluir de la voz de un narrador que se identifica con Vallejo, y que hace avanzar el relato a partir de distintas estrategias. La primera es la rememoración; le siguen, en un orden que cambia, la injuria, la burla, la disquisición gramatical, la enumeración, la autorreflexión sobre el libro, la crítica literaria (especialmente la denigración de la novela de tercera persona), la confesión, el pudor.

Aunque el narrador no dice su edad, se considera un muerto, un viejo. Por las fechas de publicación, se puede conjeturar que Vallejo, nacido en 1942, tenía poco más cuarenta años cuando comenzó la saga. La conciencia de ser un muerto recorre la mayoría de las páginas y le permite al narrador un alejamiento de todo y de todos. El Vallejo de la saga transmite una sensación de extrema soledad, en la cual el personaje es sólo acompañado por su perra gran danés Bruja, y se regocija de su aislamiento.

Vallejo borronea la distancia entre el personaje que sufre, disfruta e insulta y la mente que lo ha creado. Ese borroneo es su arte. No hay una confesión al estilo de lo que pueden ser los libros de memoria sino un asumir la vida propia, las dudas sobre la propia vida, como materia de la narración. ¿Y de qué se compone una vida? En la respuesta que da Vallejo a la pregunta radica el valor de su saga.


EL RELATO DE LA INFANCIA
Virginia Woolf decía, a propósito de su biografía sobre Roger Fry, que narrar la vida de alguien es arreglar una caja de zapatos llena de papeles sin ton ni son. Vallejo revuelve aún más la caja de zapatos en "Los ríos del tiempo" y suministra, en pequeñas dosis, datos de una biografía oficial, dejando que el valor autobiográfico sea definido por el espíritu que transmite el libro, por un doble proceso en el que se resta información tradicional para dar otra información, supuestamente más veraz, desde su incorrección política hasta la emoción frente a la infancia perdida.

"Los días azules" es el relato de la infancia. La vida en la quinta de Santa Anita, por entonces en las afueras de la ciudad de Medellín. El libro comienza con el cuento de la bronca del niño Vallejo porque el mundo no se adaptaba a sus deseos. "¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! La cabeza del niño, mi cabeza, rebotaba contra el embaldosado duro y frío del patio, contra la vasta tierra, el mundo, inmensa caja de resonancia de mi furia. ¿Tenía tres años? ¿Cuatro? No logro precisarlo. Lo que perdura en cambio, vívido, en mi recuerdo, es que el niño era yo, mi vago yo, fugaz fantasma que cruza de mi niñez a mi juventud, a mi vejez, camino de la muerte, y la dura frialdad del patio", escribe Vallejo en el inicio.

Esa ira se mantendrá a lo largo de la saga, acompañada por el sonido y la precisión de la prosa del narrador. Más de una vez, el texto deslumbra y al tratar de contar qué ha narrado, se comprueba que la historia, fuera de sus palabras, es débil, pierde convicción. Muchas veces tiene la fuerza y exactitud de la injuria, que sólo toca cuando se la repite, y que se desarma cuando se la intenta explicar en otras palabras. Los abuelos, la lejana figura del padre, la tía agregada a la vida familiar son la materia de "Los días azules", que quieren reflejar cómo la felicidad sólo puede existir cuando no se tiene conciencia de ella.

"El fuego secreto" es el inicio de la adolescencia. Cuenta los estudios de música de Vallejo, los pleitos sin fin de su abuelo y la reafirmación del desajuste entre el narrador y el mundo: "Lo que nunca he sabido es qué espero", escribe Vallejo. También aparece el pleito del propio Vallejo con la vida y Colombia, especialmente con su ciudad natal. "Medellín, ciudad de cantinas, de burdeles y de iglesias. Matadero, puteadero, rezadero. En ti nací y en ti me muero hora a hora, día a día, año a año, divisando lo que yo sólo alcanzo a ver desde mi alta torre", sostiene el narrador, y convierte a esta novela en una evocación del Medellín de fin de los años 50, en una novela sin par sobre una ciudad, sobre el lado oscuro de la vida burguesa, y quizás el mejor de los cinco volúmenes de la saga.

También surgen en este tomo las reflexiones sobre el novelista de tercera persona y su menosprecio, y la reflexión sobre el tipo de libro que es "Los ríos del tiempo". "Qué más quisiera yo que el libro mío fuera sólido, compacto, cual piedra para descalabrar y que sólo pasara en Medellín con su unidad de tema, tono, tiempo y espacio, en el curso de un año. Pero el destino, mal novelista, tira por la borda las unidades clásicas y nos dispersa, por aquí, por allá", justifica el narrador dando la clave del tipo de obra que se puede esperar de él.


EL VITUPERIO Y LA SOLEDAD
"Los caminos a Roma" aborda la experiencia italiana y europea de Vallejo. Decidido a ser director de cine, viajó a Cinecittà para estudiar, previo paso por Londres y Francia. El autor injuria a ese mundillo de celuloide, al nonato cine colombiano y confiesa que ha matado a dos personas: una posadera y un "gringuito", por un norteamericano, que lo seguía y que no quería mantener relaciones sexuales con él.

El relato de los asesinatos es un poco una parodia de "Crimen y castigo" de Dostoievski y del asesinato sin sanción planteado por André Gide en "Las cuevas del Vaticano", de quien Vallejo se mofa en más de una ocasión. El narrador une así, con intención de sátira y para mostrar que son ficciones sin riesgo para sus autores, a Raskolnikov y a Lafcadio, a Dostoievski y a Gide.

"Años de indulgencia" narra en parte la vida de Vallejo en Nueva York. Hay referencias a otras épocas y geografías, y la celebración de la sensualidad masculina. A la vez, hay una explicación del pudor en los relatos sobre los encuentros sexuales del narrador con los jóvenes y viejos con los que se acuesta: "Yo tengo por principio no describir en detalle lo que la tarde me trae, lo que la noche me da. Entiendo que hay una moralidad pública, a la cual corresponde una inmoralidad privada, pero callada. Y que por mi boca no hablará. De la pornografía líbrame Señor palma a palmo, o házme caer la lengua".

También se puede rastrear el regodeo en la burla de los nombres famosos de la literatura, con un especial énfasis en Octavio Paz: "Octavio Paz, el non plus ultra, el superputas, el gallo que profetiza (Q.E.P.D.). Vieja vinagre atrevida que lleva años durmiendo sola".

"Entre fantasmas", el último tomo de la saga, es un libro de cierre, que intenta retomar los temas de los anteriores y hace referencia a la vida en México del autor.

Libro de finales, del cuento sobre una tormenta de fuego en una bañera como describe Vallejo a su vida, "Entre fantasmas" insiste en el vituperio y la soledad. Políticos, pobres, artistas, conocidos, amantes, amigos, el autor mismo, nadie queda afuera, apenas tal vez el fantasma del niño que Vallejo fue en la quinta de Santa Anita, un poco más real que el Combray de Marcel Proust pero también un poco menos emotivo.
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La saga está ligada a un narrador que se identifica con Vallejo.

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