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 domingo, 22 de mayo de 2005  
Para beber: costumbres indígenas

Fecha patria, momento inmejorable para dedicarle este espacio a nuestras buenas letras y a las costumbres que supieron tener los pobladores de estas tierras. Lucio Mansilla fue, entre otras cosas, el autor de un libro memorable: "Una excursión a los indios ranqueles". Entre lo que relata sobre las prácticas indígenas hay un lugar que me resulta ineludible citar: los hábitos que tenían a la hora de comer y beber. Imagino que quienes lo hayan leído compartirán conmigo el placer de volver sobre sus páginas, y para aquellos que no, será una ocasión ideal para espiar este pedazo de historia.

"...Entraron varios cautivos y cautivas -una de éstas había sido sirvienta de Rosas- trayendo grandes y cóncavos platos de madera, hechos por los mismos indios, rebosando de carne cocida y caldo aderezado con cebolla, ají y harina de maíz. Las cucharas eran de madera, de hierro, de plata; los tenedores, lo mismo; los cuchillos, comunes. A cada cual le tocó un plato como una fuente. Mientras se comía se charlaba. Yo no tardé en tomar confianza; estaba como en mi casa, mejor que en ella, sin tener que dar ejemplo a mis hijos.

Comía como un bárbaro, me acomodaba a mi gusto en el magnífico asiento de cueros y ponchos; decía cuanto disparate se me venía a la punta de la lengua y hacía reír a los indios ni más ni menos que Allú a la concurrencia... ...Se acabó el primer plato y trajeron otro, como para frailes pantagruélicos, lleno de asado de vaca, riquísimo. Materialmente me chupé los dedos con él, que no es lo mismo comer a manteles que en el suelo y en Leubucó.

Después del asado nos sirvieron algarroba pisada, maíz tostado molido, a manera de postre; es bueno. Trajeron agua en vasos, jarros y chambaos (es un jarrito de aspa). Y a indicación del dueño de casa, que con impaciencia gritó varias veces: "¡Trapo! ¡Trapo!" (los indios no tienen voz equivalente), unos cuantos pedazos de género de distintas clases y colores para que nos limpiáramos la boca. Se acabó la comida y empezó el turno de la bebida.

Los indios beben, como todo el mundo, por la boca. Pero ellos no beben comiendo. Beber es un acto aparte. Nada hay para ellos más agradable. Por beber posponen todo. Y así como el guerrero que se apresta a la batalla prepara sus armas, ellos cuando se disponen a beber, esconden las suyas. Mientras tienen que beber, beben; beben una hora, un día, dos días, dos meses. Son capaces de pasárselo bebiendo hasta reventar. No teniendo aguardiente o vino, beben chicha o piquillín. Esta vez estaban de fiesta con vino.

El acto está sujeto a ciertas reglas, que se observan como todas la reglas humanas, hasta que se puede. Se inicia con un yapaí, que es lo mismo que si dijéramos: the pleasure a glass of wine with you?, para que vean los de la colonia inglesa que en algo se parecen a los ranqueles. Pero esta invitación se diferencia en algo de la nuestra. Nosotros empezamos por llenar la copa del invitado, luego la propia; bebemos simultáneamente, haciéndonos un saludo más o menos risueño y cordial, espiándonos por sobre el borde de la copa, a ver quién la apura más; y es de buena educación, de estilo clásico, no beberla toda, ni tampoco que parezca que se ha aceptado el brindis por compromiso; como que él significa: A la salud de usted, cuando no se ha propuesto uno por la patria, por la libertad o por el presidente de la República.

Los indios empiezan por decir yapaí, llenando bien los tiestos en que beben, que generalmente es un cuernito. La persona a quien se dirigen, contesta yapaí. Bebe primero el que invitó, hasta poder hacer lo que los franceses llaman goute en l'ongle, es decir, hasta que no queda una gota; llenan después el vaso, copa, jarro o cuernito exactamente, cuando él lo bebiera, se lo pasa al contrario, y éste se lo echa al coleto diciendo yapaí. Si el yapaí ha sido de media cuarta, media cuarta hay que beber.

Por supuesto no conozco nada peor visto que una persona que se excusa de beber diciendo: No sé. En un hombre tal, jamás tendrían confianza los indios..."
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