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 domingo, 08 de mayo de 2005  
[Lecturas]
El remedio infalible
Poesía. "La risa canalla (o la moral del bufón)", de Leónidas Lamborghini. Paradiso, Buenos Aires, 2004, 83 páginas. $20

Irina Garbatzky

Si desde la perspectiva del humor -ese afecto que enfrenta los dolores más irremediables con la risa- observáramos los sucesos de la historia como elevaciones a modelos o máscaras adosadas a sus respectivos hechos, ordenados en anaqueles exhibidores de sus desparpajos, veríamos cómo los hombres y sus acciones se repiten en secuencias absurdas, patéticas, hasta el cansancio. Al ver semejante galería de monstruos diríamos "no sé si reír o llorar": el gesto humorístico por excelencia.

Leónidas Lamborghini es tal vez uno de los pocos poetas argentinos que continuaron con la poética de la risa y la denuncia -recorrido que, según dice, fue inaugurado en nuestras pampas por los poetas gauchescos- y sabe bien que la palabra bufa no es poca cosa. "La verdad del Modelo, es su propia caricatura", dice el autor que, desde 1955 con "El saboteador arrepentido" hasta "Carroña última forma" (2001) o "Mirad hacia Domsaar" (2003), utilizó el poder del humor y la dislocación de las palabras para convertir a sus poemas en verdaderos terrenos de resistencia a las creencias y mandatos circulantes de la cultura popular, irritando su sentido preestablecido y mostrando su cara de falacia, locura, fealdad.

La parodia es su arma principal. En numerosas entrevistas Lamborghini ha señalado el gran efecto de ese procedimiento, capaz de cuestionar los valores intocables de la sociedad, mostrando así la vacuidad de su "falsa perfección".

En "La risa canalla (o la moral del bufón)" dos términos se imbrican y contraponen. Por un lado la risa, para la cual, como en los poetas gauchescos, comparecen los actores de la Historia para "comiquear", o cantar "comiqueando"; y por otro lado su moral, el canto que relata la canallada que cometieron o a la que fueron sometidos, pero no a partir del lamento sino desde la burla desenfrenada.

Faranduleros, intelectuales, sobrevivientes, enfermos o políticos que bien podremos encontrar en cualquier noticiero de tevé o capítulo de la historia mundial, aparecen como verdaderos zombies de la actualidad, náufragos del maremágnum mediático por donde asoman las cabezas, para mirarnos fugazmente y ahogarse.

Así, son los personajes los propios poetas que recitan sus "comiqueos". Se confunden y bailan. Son los muertos, los vivos, los mutilados ("-¡Gloria a Lorena! ¡A Lorena Gloria!/ me lo cortó, cortó el anonimato"), la microcámara de un reality ("el orgasmo filmé de esa mujer: sexólogos y rating lo quisieron"), un matrimonio aburrido, el Imperio de la Villa ("De la Villa a los puentes/ peregrinar, peregrinar"), Kosteki y Santillán ("ahora nos vemos / en la memoria del puente que cortamos"), entre otros tantos, todos aquellos que dejó nuestro paisaje de la "mezcolanza".

Fuera de su cuerpo, estos seres quedan unidos por siempre a su máscara, a su "mueca fatal", como en el mejor de los descensos infernales. Desde allí se proyectan hacia nosotros para hacernos reír, lo que en términos lamborghinianos casi siempre equivale a denunciar, a corroer, a socavar.

La canallada es de la historia, nadie se salva de ella ni de la caldera de la risa. Es toda nuestra, alcanza al teatro inmenso que es el planeta: "en ese albur, es claro, estamos todos;/ somos batracios de una misma charca", dice la Moral.

Quitarle el velo a la razón para mostrar la sinrazón, cambiarse de una a otra las máscaras para evidenciar la locura: sin dudas, ésa ha sido siempre la tarea del bufón. Chillar con ironía hasta reír con horror: "¡Oh es el amor, es el amor, es el/ amor, es el amor, es el amor/ el que hace girar al mundo!".


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