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 domingo, 10 de abril de 2005  
El viaje del lector: Portugal, gracias a la red
Descubrir un país distinto y conocer amigos impulsó esta travesía que dejó huellas imborrables

Distintos son los propósitos que nos impulsan a planificar un viaje y distintas también las condiciones que lo limitan. Factores económicos, cuestiones de tiempo y objetivos diversos van conformando el programa a seguir. Ir al encuentro de los hijos o algún otro ser querido en el exterior, o viajar con amigos, define un tipo de travesía que suele ser más o menos predecible. Algunas experiencias más audaces nos llevan con rumbo delimitado pero consecuencias impensadas.

Ese fue nuestro caso. Como profesora de inglés tengo la fortuna de contar con herramientas para la comunicación entre seres humanos de cualquier parte del mundo. El idioma y el manejo de la computadora están a mi favor a la hora de viajar. Sin embargo, se ignora, se minimiza, o simplemente se rechaza la ayuda incomparable que nos brinda Internet y que nos permite contactarnos y conocer a otras personas en distintas partes del globo, con las que podemos compartir ideas, gustos, historias. Desde cualquier rincón y en nuestra casa podemos acceder a aquello que nunca hubiéramos conocido ni vislumbrado conocer: otras culturas.

Desgraciadamente el chat tiene mala reputación. Sin embargo, esta forma de comunicación está ganando el lugar que se merece gracias a los foros de discusión y las comunidades de práctica que aglutinan a gente con las mismas inquietudes. Es desde uno de estos enriquecedores encuentros a nivel profesional que llegué a formar parte de un grupo de profesores de idiomas, entre los cuales conocí a Teresa.

Después de cuatro años compartiendo charlas, clases virtuales con colegas, alumnos y expertos, mi esposo y yo decidimos conocer Portugal. No fue sólo el encuentro con Teresa lo que propulsó el viaje. Portugal como país, y el encanto de lugares aún vírgenes de remodelaciones y cambios arquitectónicos, movilizaron expectativas en mi esposo arquitecto. Así surgió una combinación de intereses: visitar y recorrer lo desconocido y encontrarnos con amigos cara a cara por primera vez; compartir tiempos y espacios, cenas y charlas, similitudes y diferencias. Allí partimos para disfrutar de uno de los viajes más ricos de nuestras vidas.


Cara a cara con Teresa
Teresa y su esposo Joao viven en Parede, un apéndice de Lisboa con olor y color de playa. Ambos viajaron los 45 minutos que nos acercaron al encuentro en el aeropuerto de Lisboa. De allí en más, y durante 3 días, conocimos la ciudad "desde adentro", como realmente ocurre cuando nos acompaña gente del lugar. Teresa y Joao también aportaron al encuentro dos de sus mejores amigos con quienes celebramos conocernos, copa de vino en mano, de pie en una angosta callejuela adoquinada del barrio viejo de la ciudad iluminada por grandes farolas, y esperando el turno para degustar platos portugueses en un pequeño restaurante típico.

La diversidad de gustos, la grata compañía de gente con iguales códigos y distintas vivencias generó una algarabía casi mágica, inolvidable para los seis comensales de aquella noche en Lisboa. Repetimos el encuentro los dos días siguientes en bares y comedores diversos, escuchando "fado", intercambiando diferencias, idiomas, formas y contenidos.

Portugal tiene un encanto muy especial. No es solamente su capital. Es el país, es la amabilidad y el calor humano; es el mar con sus pescadores y sus mujeres aún vestidas de negro; la música, más parecida al tango que al zamba brasilero; sus monasterios centenarios, la mezcla de estilos arquitectónicos, las fachadas de edificios cubiertas de azulejos con complejas imágenes en azules, blancos y amarillos, las iglesias como testigos del paso del tiempo, los castillos legendarios con sus historias medievales... Y el vino "verde", las deliciosas "quesadinhas", sus innumerables platos con especialidades en sabrosos pescados, sus "pastéis de nata", sus quesos y sus licores.


Descubriendo maravillas
Partimos de Lisboa hacia el norte en un auto que alquilamos para desarrollar la libertad de elegir adónde, cuándo y cuánto tiempo quedarnos en los pueblos y ciudades que habíamos decidido conocer. Porto nos encantó por su emplazamiento sobre el río, sus monumentos, sus casas construidas en callejones laberínticos, su centro cívico con anchas avenidas, bancos y cafés al aire libre.

Sintra, con sus restos arqueológicos, un paraíso turístico rodeado de bosques sobre la costa del mar. Obidos, la ciudad medieval amurallada con sus encerradas casitas blancas a lo largo de callecitas angostas salpicadas con flores y souvenirs. Alcobaza y Batalha por sus monasterios del siglo XII y XIV. Coimbra, rica en historia, con su más viejo asiento Universitario que data del siglo XIII. Aveiro, con el encanto de sus canales y sus coloridos "moliceiros", botes que a diario recogen algas marinas. Nazare, puerto pesquero y uno de los más populares centros turísticos, dividida en dos partes: la zona de playas y hoteles y el área histórica en la cima del cerro.

Más al norte, Viana do Castelo, cuidadosa de su folclore, ofreciendo porcelanas, próspera e industrial. Braga, conocida como la "Roma portuguesa" por su concentración de arquitectura religiosa, una de las más hermosas ciudades del país. Guimaraes, bellísima ciudad medieval de edificios pintorescos, con su castillo del siglo X y el antiguo Palacio Ducal. Evora, el más fino ejemplo de ciudad de la Era de Oro de Portugal, después de la destrucción de Lisboa por el terremoto de 1755; la ciudad-museo al sur del río Tejo, con su variedad de estilos arquitectónicos, barroco, románico, gótico, manuelino; con su elegancia, su prestancia y su inspiradora universidad.


Santiago de Compostela
Y llegamos a la española y hermosísima Santiago de Compostela, ciudad histórica renovada durante el barroco, con sus fantásticas leyendas e historias y su universidad, su casco antiguo cubriendo casi toda la ciudad, la encantadora atmósfera gallega, su deliciosa gastronomía y los ligeros vinos que abundan en las tabernas de sus estrechas y fascinantes callejuelas.

¿Por qué elegimos Portugal? Por sus escondidos encantos, por sus generosos espacios abiertos al mundo, por su gente, por nuestros amigos. Y porque una injustamente vilipendiada máquina que tuve la fortuna de saber valorar, me dio el espacio virtual y real para apreciar la importancia de este nexo incomparable entre personas de todo el mundo, personas que, de no haber sido por la PC, jamás se hubieran conocido.

Rita Zeintejer
(Ganadora de esta semana)



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Rita, su esposo y amigos, reunidos en Parede.

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