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 domingo, 10 de abril de 2005  
Libertad y responsabilidad: El valor de elegir

Generalmente ser libre suele considerarse como sinónimo de poder hacer todo lo que uno quiere, como quiere y cuando quiere. Está asociado a obrar sin ninguna clase de control, rechazando cualquier signo de obligación o atadura. Las cadenas rotas es una imagen reiterada que refleja esta noción asimilable a un proceso de emancipación permanente. No obstante, en contacto con la práctica constatamos que no existe ser humano que pueda hacer siempre todo lo que desea sin restricciones.

La libertad absoluta parece ser una ilusión o una utopía, aun cuando algunos filósofos puedan aseverarlo con inequívoca convicción, tal como lo hace Sartre, señalándonos además que, precisamente por eso, constituye una condena. El hombre está forzado a elegir y no puede no hacerlo. Con reminiscencia sartreana Luca Prodan expresa categóricamente: "Para vos, lo peor, es la libertad". También para Carlos Solari y Los Redonditos de Ricota "...la libertad es fiebre, es oración, fastidio y buena suerte que están invitando a zozobrar, no es fantástica; es fanática".

El acerbo popular indica, en cambio, que la libertad de uno termina donde comienza la del otro. Con lo cual de aquel ideal de liberación (o de ruptura con cualquier lazo que signifique restricción) nos orientamos a pensar la libertad como experiencia humana condicionada. Es un término que evoca una trama de múltiples significados y connotaciones y que ha observado, a través de su evolución, diversos enfoques. Las tragedias clásicas del mundo griego dan cuenta de una visión determinista para la cual no existía margen para la libertad.

Recordemos a Edipo intentando vanamente huir de su destino mientras va siendo empujado por la fatalidad para cumplirlo de manera inexorable. Séneca advertía que si no nos dejamos llevar suave y dócilmente, el destino nos arrastrará de todos modos y por la fuerza. Algunos siguen creyendo, todavía, que cada uno nace con el destino escrito de antemano e inmodificable y tratan, en consecuencia, de averiguarlo o aconsejan resignarse frente a lo irreversible.

Otros más aggiornados asimilan esta forma del determinismo a factores biológicos, psicológicos o sociales como la herencia, el pasado, el inconsciente o las pautas culturales. Desde los tiempos de la Revolución Francesa nos hemos acostumbrado a hablar de libertades civiles, sociales o políticas como derechos que tenemos los seres humanos en relación a la comunidad. Tampoco aquí nuestra libertad podrá ser absoluta pues se roza con las de los otros.

Con frecuencia nos quejamos de las restricciones que padecemos y de cómo nos vemos impedidos de superarlas para cumplir con nuestro deseo o nuestra voluntad. A veces, incluso, culpamos a los demás de lo que no podemos hacer o de lo que estamos compelidos a realizar o, también, de los hechos negativos que acontecen en nuestra vida. Pero ¿nos detenemos a averiguar cuáles son los verdaderos alcances de nuestra libertad?

Libre deriva del vocablo latino liber y se refiere al joven cuando alcanza la madurez sexual y se incorpora a la comunidad ya con capacidad de asumir responsabilidades (aquel que no pertenece a la condición de esclavo). Se es libre cuando se está disponible para hacer algo por sí mismo: decidir y decidirse o autodeterminarse. Implica responsabilidades ante la comunidad y ante sí mismo porque significa estar apto para hacer algo y para cumplir con ciertos deberes.

La idea de libertad, entonces, se articula en dos direcciones: hacia poder hacer algo y a la vez, estar limitado. Aparece como indisolublemente ligada a la de responsabilidad entendida como la capacidad que tenemos de prever, conocer y aceptar las consecuencias de lo realizado o "de responder" que es prometer, empeñar la palabra, comprometerse. Podemos elegir. Pero nuestras acciones siempre tienen derivaciones.

La libertad constituye esa capacidad que poseemos de optar y de hacernos responsables de nuestras decisiones y acciones lo que involucra aceptar las consecuencias o efectos, hayamos o no tenido la intención de provocarlos. Tal vez este vínculo indisoluble entre libertad y responsabilidad hace que a veces prefiramos pensar que estamos subordinados a una fuerza superior y ajena a nuestra voluntad. Pero quienes han atravesado por situaciones límite saben que todo se le puede quitar a un ser humano menos la libertad de decidir su actitud frente a esas circunstancias. De nosotros depende.

Quizás no podamos elegir lo que nos tiene que ocurrir pero siempre podemos optar qué hacer con lo que nos ocurre. Al fin y al cabo podemos recordar con Mario Benedetti que "uno no siempre hace lo que quiere/ pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere".

Alicia Pintus

Profesora de filosofía

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