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 domingo, 10 de abril de 2005  
Códigos de riesgo: Mujer, sexualidad y sida

La incidencia del virus de inmunodeficiencia humano (VIH) en la población femenina ha ido en franco aumento en términos tanto mundiales como regionales y nacionales. A fines de la década de los •80 por cada 10 varones conviviendo con el virus había una mujer en esas condiciones. Entre 1990 y 2000 la relación fluctuó entre 7 a 1 y 5 a 1, disminuyendo a 3,7 a 1 a fines del 2000. Estudios recientes descriptos en el reporte mundial de Onusida indicaron que las mujeres ocupan entre el 44% y el 50% del número de personas convivientes con el virus en todo el mundo.

Como consecuencia del incremento del virus en la población femenina en edad fértil se ha incrementado la infección por transmisión vertical (de madre a hijo) a partir de lo cual han aumentado los casos de infección en poblaciones infantiles. Se estima que más de 2.000 infantes contraen el VIH cada día en todo el mundo. Desde el 2001, se mantienen casi constantes los 5 millones de personas que adquieren el virus anualmente, de las cuales 800.000, el 16% son niños. Numerosos estudios anotan que alrededor del 85% de infantes y niños que viven con el virus han adquirido la infección intrauterinamente, o sea por transmisión vertical, ya sea en la fase temprana del embarazo o el período prenatal.

En este sentido se hace necesario destacar que existen factores tanto biológicos como sociales que colocan al género femenino en condiciones de vulnerabilidad frente al sida. En el orden biológico se estima a la mujer 8 veces con mayor vulnerabilidad que el hombre (esto demás está decir, sin intención que se vea minimizado el riesgo de infección en el varón). El área genital expuesta en la mujer es mayor que en el hombre ya que el epitelio vaginal es más vulnerable a las infecciones que el del pene en el varón, a su vez, el semen es el fluido sexual corporal de mayor concentración de virus. Por otra parte, en el epitelio vaginal el VIH puede tener mayor tiempo de vida por las condiciones anatómicas de la vagina y el medio favorable que ofrecen al virus para su subsistencia.

Existen a la vez factores psicosociales que refuerzan la exposición de la mujer frente al sida, especialmente aquellos relacionados con la perspectiva de género. Tanto la evolución de la epidemia como la incidencia de prácticas de riesgo se encuentran mediadas por los roles de género, es decir, por las expectativas socioculturales (siempre arbitrarias) que se tienen respecto a cómo pensar, sentir y actuar en función del sexo biológico con el que todos llegamos al mundo. Nuestra cultura occidental ha condicionado socialmente a mujeres y hombres para que vivan su "sexualidad" en función del opuesto e inequitativamente. Es decir, la diferencia de los sexos se ha usado socialmente como pretexto para justificar la desigualdades con que se vive la sexualidad entre hombres y mujeres. Estas diferencias de género han afectado la salud sexual de ambos sexos, pero en forma particular la de las mujeres.


Prejuicios de género
Las mujeres en el contexto latinoamericano muchas veces han sido encorcetadas bajo una serie de creencias, actitudes, estereotipos, valores y prejuicios relacionados con los roles de género que la predisponen individual y colectivamente a tener comportamientos y estilos de vida que exponen su salud sexual, especialmente frente al VIH/Sida y embarazos no planeados.

La representación social de la mujer, por lo general se funda en la imposibilidad (por aquello que socialmente no está permitido) de expresión de sus deseos y necesidades atinentes a su sexualidad, así como, cuando y con quien tener relaciones sexuales, lo cual crea una situación de sumisión y subordinación que obstaculiza tanto la prevención del VIH como de los embarazos no planeados ni deseados. Todo esto se ve agudizado por los crecientes índices de analfabetismo y pobreza estructural.

Estudios han demostrado al respecto que buena parte de las mujeres que están adquiriendo el VIH y sida son casadas, monógamas, con parejas regulares y estables y no han referido más de 1 ó 2 parejas sexuales en su vida. A la vez, los varones se inician sexualmente a edades más tempranas y en mayor proporción que las mujeres y en términos generales tienden a mantener un número mayor de parejas sexuales que la mujer. A la vez, los varones han dado cuenta del "poco o mediano" uso del preservativo en cuanto a que muchas veces lo hacen sólo cuando hay necesidad de prevenir embarazos.

Estudios sobre la percepción del riesgo en comunidades femeninas latinoamericanas han arrojado que las mujeres no consideran que deban protegerse para el VIH/Sida con sus parejas consideradas relaciones monogámicas de hecho. Este factor requiere de una sensibilización urgente tanto en mujeres como en varones.

Los códigos sexistas regulan gran parte de la poca, nula o ineficiente protección en la fecundidad de la mujer. Una gran parte de las mujeres se embarazan sin planearlo a la vez que no tienen acceso ni control de autodeterminación de formas efectivas de regulación de la maternidad. Los hombres aún no son sensibles suficientemente sobre problemáticas de abordaje conjunto, en ello radica de manera profunda el impacto que beneficiaría la salud en general y la salud sexual de la mujer en particular, así como la calidad de vida de los grupos familiares y las ganancias sociales en que todo ello redundaría.

Juan J. Carabajal

Psicólogo e investigador de la UNR

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