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 domingo, 10 de abril de 2005  
El cazador oculto: "Enófilos que no conocen el punto límite"

Ricardo Luque / La Capital

La escena es inolvidable:

"¡Temporada de caza de patos!", grita con todas sus fuerzas Bugs Bunny.

"¡Temporada de caza de conejos!", le replica con ojos enrojecidos el Pato Lucas.

El desenlace es el esperado: el cazador, el bueno de Elmer, queda desconcertado y, sin saber a quien dispararle, empieza a tartamudear y a disparar a tontas y a locas. Nadie está a salvo. Ni patos, ni conejos.

Rosario en otoño es igual los dibujitos animados de la Warner. Se acortan los días, las hojas empiezan a caer y, vaya uno a saber por qué, se abre la temporada de caza. Aquí, allá y en todas partes. En la presentación de un libro en los altos de Ross, en la paqueta vernisagge de una muestra en el Castagnino, en el cóctel de una agencia de viajes en el Mercurio. Da igual. En todas partes se cuecen habas. Fue así en la elegante reunión que organizó María Lourdes Bertozzi para lanzar los nuevos destinos de Chateaux. Estaban todos, desde el circunspecto presidente del Mozarteum, Jaime Abut, que anda por la vida con la alegría de un sepulturero, hasta Pedro Sinópoli, que ni bien llegó fue rodeado por un enjambre enardecido de señoras de las cuatro décadas que no lo dejaron mover ni para ir a buscar una copa de champagne a la barra. Mafalda tenía razón. A veces lo urgente no deja lugar a lo importante. Nadie lo sabe mejor que el Negro Ielpi. El hombre, que cada día se parece más a Will Smith en "Hombres de negro" (inflado como un globo de helio), sabe que entre un viaje a la Luna y una empanada salteña no hay opción. La cocina criolla gana por goleada. Por eso durante la animada inauguración de La Edelfina, en Pueblo Esther, se pasó la noche corriendo detrás de las mozas. Igual que Roberto Caferra, pero por motivos distintos. El periodista mañanero de LT8, un enófilo incorregible, buscaba acción y no consiguió más que una copa de Malbec. Perdido por perdido, se sumó a los brindis que Gustavo Rezzoaglio -camisa abierta hasta el ombligo, expresión desencajada- alentaba micrófono en mano desde el estrado. "Le falta cultura alcohólica", susurró suficiente Julio Perafán, mientras se aferraba a una silla para no caerse. Había rebasado largamente su punto límite.
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