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 domingo, 10 de abril de 2005  
La ruta clandestina de las especies cuya tenencia y venta están prohibidas
Rosario se consolida cada vez más como lugar de acopio y tránsito ilegal de animales
Monos y loros son los más comunes. Viajan desde el norte hacinados en cajas y hasta metidos dentro de termos

Carla Rizzotto / La Capital

Tienen que matar a sus madres para cazarlos. Viajan más de mil kilómetros en cajas y hasta dentro de termos. Los que sobreviven, son emborrachados para que parezcan más dóciles. Este es el destino de los monos carayá que son traídos desde el norte del país para ser vendidos ilegalmente en Rosario. El tráfico de especies crece en la ciudad, a tal punto que los veterinarios consultados no dudan en afirmar que "no pasa un día sin que venga alguien con un loro hablador, un mono o una tortuga", cuya tenencia y comercialización están prohibidas por ley.

Sólo en lo que va de este año la región II de Gendarmería (que comprende las provincias de Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe) incautó 270 animales silvestres que cazadores furtivos pretendían ingresar a Rosario para venderlos aquí o acopiarlos para que siguieran viaje, incluso al exterior.

La mayoría de esos ejemplares secuestrados fueron aves, entre las que se encontraron loros barranqueros, habladores, cardenales y tucanes. Además, en 827 operativos que realizó esta fuerza en distintas rutas de la región se decomisaron miles de peces que no cumplían las exigencias establecidas.

Este número de ejemplares transportados en forma irregular no sorprende si se recuerda que en el 97 la Interpol ubicó al comercio ilegal de fauna silvestre en el tercer puesto de los delitos de tráfico, después de las drogas y las armas. En ese momento, el organismo reveló que este tráfico movía 17 mil millones de dólares al año, pero la cifra nunca más fue actualizada. Ni siquiera en Medio Ambiente de la Nación se atreven a dar un número estimado.

Junto con los monos carayá (alouatta caraya), que esta semana fueron noticia cuando uno atacó a un chiquito y le provocó graves heridas en el rostro, la especie que más se comercializa ilegalmente en Rosario es el loro hablador (amazona aestiva). Pero no son los únicos: aves de todo tipo, serpientes, yacarés y hasta pumas son transportados con destino final a Rosario o a modo de tránsito hacia otras provincias del país, como Buenos Aires.

Por tratarse de una gran ciudad, Rosario oficia tanto de centro de distribución como de acopio, aseguró a La Capital el jefe del área de fiscalizaciones de la Dirección de Fauna Silvestre de la Nación, Marcelo Silva Croome. "Es una zona importante en acopio y venta ilegal de fauna silvestre", agregó.

Es que la ciudad está en un punto de tránsito casi obligado hacia Buenos Aires porque las especies de mayor comercialización y acopio provienen del norte argentino. El loro hablador se encuentra principalmente en Santiago del Estero y Chaco, mientras que el mono habita Misiones, Salta y Formosa. El comandante mayor Ulises Torres, de la región II de Gendarmería, reveló que "muchos de los secuestros se realizan en la autopista Rosario-Buenos Aires".

Este contrabando también traspasa las fronteras y vuelve internacional el comercio de especies protegidas.

"Hay ejemplares que ingresan ilegalmente desde Brasil, Paraguay y Bolivia, los tres países con los que tenemos mayores problemas en este sentido. Es que existen fronteras muy extensas y secas que facilitan el cruce", señaló Silva Croome. En cuanto al contrabando hacia afuera de Argentina, las fronteras con Brasil (Paso de los Libres), y con Uruguay (Fray Bentos) son las más complicadas.

La principal vía en este comercio es la terrestre. Los animales van aprisionados en cajas de televisores despachadas en colectivos de línea, en valijas con doble fondo y hasta hacinados en termos.

Antes de despacharlos, el cazador furtivo tiene en cuenta, por ejemplo, que cada loro incuba tres o cuatro huevos desde diciembre hasta fines de febrero y que cada nido permanece activo alrededor de tres meses. En el caso de los monos, saben que cada hembra tiene una cría a la que lleva consigo hasta los nueve meses, por eso las matan para atrapar al simio bebé.

El veterinario especialista en fauna silvestre Guillermo Pérez Jimeno señaló que "en general los cazan cuando tienen cerca de un mes y pesan medio kilo". Y detalló: "A muchos les dan vino para que no se desesperen cuando los amontonan en una caja o los ponen en termos".

Así viajan más de mil kilómetros y por eso "la mitad muere en el trayecto o después de llegar", precisó Pérez Jimeno. También son vendidos en las rutas, por encargo o disimulados en comercios habilitados. Para que sean más dóciles, algunos son nuevamente emborrachados y hasta reboleados de la cola con el fin de marearlos y tranquilizarlos.

"Pero cuando se les pasa, vuelven a ser silvestres. En general son miedosos, pero traviesos e inquietos. Pueden llegar a romper todo", dijo el veterinario, para advertir que "no se puede tener a un animal silvestre como mascota".

Todas las fuentes consultadas (policiales, gubernamentales, profesionales) coinciden en que existen comercios habilitados por el municipio que en los fondos ocultan especies protegidas. Si al momento de la visita al local no hay stock del animal buscado, el comerciante toma el pedido y se conecta con su contacto en el norte para no defraudar al cliente.

El precio de venta de los monos y loros "depende de la cara del comprador", aseguran. Un carayá se consigue a "no más de 50 pesos" y un loro cuesta "unos 20".

El crecimiento de estas mascotas es tal que Pérez Jimeno reveló que "no pasa un día sin que alguna persona venga al consultorio con un mono, loro o tortuga". Y advirtió sobre los peligros para la salud. Los monos transmiten tuberculosis, herpesvirus y rabia a través del contacto directo. Esto es, si se toca a un simio e inmediatamente se lleva la mano a la boca, si se besa o se come con el animal. También contagian parásitos intestinales y salmonelosis. Y los loros transmiten psitacosis, cuya bacteria se encuentra en la excreta, secresiones y polvo de plumas de esas aves.


Las sanciones
La ley nacional de protección y conservación de la fauna silvestre (nº 22.421) data de 1981 y establece prisión de un mes a tres años a los que cacen ejemplares cuya captura o comercialización estén prohibidas. Esta norma nacional está vigente, pero la provincia no adhiere porque se rige por la ley 4.830, de 1958, que impone infracciones sobre la caza de todas las especies protegidas con excepción de las que especialmente se habilitan.

Según detalló el secretario de Medio Ambiente de Santa Fe, Marcelo Terenzio, las sanciones económicas van de los 105 a los 3.420 pesos y dependen de la especie, la cantidad y la reincidencia. Por infracciones a esta norma, el año pasado se realizaron procedimientos que derivaron en 44 resoluciones sancionatorias, más de la mitad de las cuales se labraron por el tránsito de pájaros vivos para ser usados como mascota.
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Esta semana, este mono carayá lastimó a un chico.

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