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 domingo, 03 de abril de 2005  
Ciudad del Vaticano
Un pequeño Estado con gran poder
Es el país soberano más pequeño del mundo. Pero su poder e influencia se extiende por cientos de naciones

El Estado de la Ciudad del Vaticano se creó en 1929, con el Tratado de Letrán suscripto entre la Santa Sede e Italia. Desde el punto de vista político y económico, el Vaticano es un Estado como otro cualquiera, aunque con sus peculiaridades. Para comprender exactamente lo que es, resulta importante señalar la diferencia que existe entre Vaticano y Santa Sede, ya que hay una tendencia a confundir ambos términos.

En el tratado de Letrán se reconoce la soberanía y la personalidad jurídico internacional del Estado de la Ciudad del Vaticano, que se configura como un ente distinto de la Santa Sede. Mientras que ésta es el órgano de gobierno de la Iglesia Católica, aquél es el territorio físico sobre el que se ejerce ese gobierno.

En 1984 se firma un concordato que viene a sustituir el tratado de 1929 y que reafirma la soberanía absoluta de la Santa Sede, que es jurisdicción del Papa, dentro de la Ciudad del Vaticano. Tanto el Vaticano como la Santa Sede están sujetas a la ley internacional y se encuentran unidas indisolublemente en la persona del Pontífice, quien es al mismo tiempo jefe de Estado y cabeza de la Iglesia Católica. La “Ley Fundamental de la Ciudad del Vaticano”, nombre oficial de la Carta Magna que entró en vigor el 22 de febrero de 2001, subraya que el Sumo Pontífice es el Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano y tiene la plenitud de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

Así, el Papa es la máxima autoridad de un Estado cuya población es ligeramente inferior a los mil habitantes, de los cuales cerca del 80 por ciento son varones. La mitad posee otra nacionalidad distinta de la vaticana y tan sólo un tercio ostenta la condición de ciudadanos, que va unida al desempeño de una función dentro del país. La lengua oficial es el italiano, a pesar de que la Iglesia Católica emplea el latín en sus actos.

El Vaticano ha tenido su propia moneda, la lira vaticana (equivalente a la lira italiana), hasta la llegada del euro, moneda que aceptó oficialmente. Además, cuenta con su propio servicio postal, telefónico y telegráfico, así como con un helipuerto y una estación ferroviaria, que dispone de un ferrocarril que recorre 862 metros dentro del Estado.



El lugar de los adivinos

Ubicado sobre la colina Vaticana, en el noroeste de la ciudad de Roma, capital de Italia, el Vaticano es un lugar lleno de historia. En la antigüedad se reunían aquí los adivinos (vaticinia) para realizar sus augurios y, según narra la historia, en ese montículo fue donde el apóstol San Pedro fue martirizado, ya que en él se alzaba el circo de Nerón. El lugar también fue elegido, posteriormente, como tumba para enterrar al primer Papa y, finalmente, acabó albergando una basílica.

El Vaticano comprende las zonas de Santa María Scaccia, Monte Zecca, Colegio de Abisinia, Colegio Romano y la calle que rodea los muros de San Pedro. La plaza de San Pedro está incluida aunque los Papas han accedido a que habitualmente permanezca abierta al público y sea administrada por el alcalde de Roma.

Rodeado por murallas medievales y renacentistas, los mejores artistas del Renacimiento trabajaron en la construcción del Vaticano por encargo de los distintos pontífices. Nombres como Bramante, Bernini, Rafael, Miguel Angel o Fontana contribuyeron a ensalzar la fama de la sede del catolicismo mundial. Como reconocimiento a los tesoros que se guardan en su interior, la Unesco declaró en 1984 como Patrimonio Artístico Mundial al conjunto del Estado Vaticano. Además, a este Estado le pertenecen numerosos edificios religiosos, palacios y basílicas dentro y fuera de la capital italiana, según el Tratado de Letrán.

En este Tratado se establecen tres categorías para estos inmuebles y terrenos: la Ciudad Vaticana, con la prerrogativa de Estado Libre, es la primera en la que el Estado italiano no tiene intervención alguna. La segunda categoría comprende el palacio de Letrán, con la basílica de San Juan; la basílica de Santa María la Mayor y el palacio anexo; la basílica de San Pedro y el edificio contiguo; la villa de Castelgandolfo (residencia veraniega del Papa en las proximidades de Roma), el Colegio de Propaganda Fide, el palacio de la Dataría, el de la Cancillería y el del Vicariato. Forman parte de la tercera categoría: la Universidad Gregoriana, el Instituto Bíblico, el Instituto Oriental, el de Arqueología cristiana, y los Seminarios ruso y lombardo.



El poder del Pontífice

La representación del Estado Vaticano con los otros Estados está reservada al Papa, que la ejerce a través de la Secretaría de Estado. El Poder legislativo lo ejerce una Comisión Pontificia de cardenales (actualmente presidido por el cardenal Edmund Casimir Szoka), nombrados cada cinco años por el Papa, y presidida por un purpurado.

El Poder Ejecutivo lo delega el Pontífice en el cardenal que preside la Comisión, quien deberá, no obstante, someter al examen de esa comisión los problemas más importantes. El Poder judicial lo ejercen los Tribunales Civiles del Estado de la Ciudad del Vaticano. Cuando la Sede esté vacante, es decir cuando el Papa ha muerto y no hay sucesor, esos poderes pasan al Colegio Cardenalicio, el cual sólo podrá aprobar normas en casos de urgencia y con eficacia limitada, salvo que después sean confirmadas por el nuevo Pontífice.

Por otro lado, el gobierno central de la Iglesia Católica en Roma corresponde al Papa y al Sacro Colegio de Cardenales, designados también por el Pontífice y que actúan como sus más estrechos consejeros. Los cardenales que residen en Roma son cardenales “in Curia”. Desde 1150 forman el Colegio Cardenalicio, institución de derecho eclesiástico que se rige por el Código de Derecho Canónico. Sus miembros están divididos en tres órdenes: obispos (incluidos cardenales y patriarcas de rito oriental), sacerdotes y diáconos.

La Curia Romana actúa como corte papal y engloba a los principales cuerpos administrativos de la Iglesia, formados por 2.581 dependientes de la Santa Sede (1.132 religiosos y 1.449 laicos) que trabajan en la gestión de los distintos organismos centrales de la Iglesia, tales como las congregaciones o los consejos pontificios.

A los anteriores hay que unir los 1.477 funcionarios del Gobierno de la Ciudad del Vaticano, empleados en los diversos servicios “menores” del Estado pontificio, tales como la central telefónica, el servicio de correos, supermercado, farmacias, servicios sanitarios, entre otros.

Por otra parte, en el Vaticano hay un riquísimo patrimonio artístico acumulado gracias al mecenazgo de los pontífices a lo largo de los siglos. Dentro de este tesoro cultural se encuentra la basílica de San Pedro, la mayor iglesia del mundo, capaz de albergar a 60.000 personas. En su interior se guardan obras de arte de la talla de “La Piedad” de Miguel Angel, la “Estatua de San Longinos” o el baldaquín de bronce del altar mayor obra de Bernini, entre otros.


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