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 domingo, 03 de abril de 2005  
Rosario desconocida: La cúpula perdida

José Mario Bonacci (*)

Ocurre con más frecuencia de la imaginada. Altos porcentajes y capítulos interesantes de nuestra historia van finalmente a morir en los vaciaderos de basura. Cuando tuvimos que desempeñarnos directivamente en el Museo de la Ciudad de Oroño 1540, se nos ocurrió imaginar una expresión que en su simplicidad expresaba: "No tire nada... El Museo se alimenta de la basura..." Y era la pura verdad. Por ese tiempo visitamos la Villa Hortensia en compañía de autoridades municipales, ya que se pensaba en la posibilidad de trasladar el museo a ese lugar. Sus dueños en ese entonces eran numerosos integrantes de una familia que era además la titular de la propiedad. La enorme cantidad de habitaciones que el palacio tenía respondiendo a su proyecto original, se había repartido en otros tantos usuarios que no poseyendo seguramente otro sitio, las habían destinado al guardado de mobiliario en desuso, elementos familiares, libros, fotografías en cantidades enormes y en estado notable de deterioro. Quien entrara allí no podía más que sorprenderse ante semejante contenido. Y la pregunta se hace entonces indispensable: ¿adónde fue a parar aquel material cuando la construcción cambió de funciones?; ¿se habrán protegido aquellos testimonios de tiempos pasados?; ¿se perdieron definitivamente y para siempre?....

Otros tipos de descuidos incomprensibles pueden leerse en el cuerpo construido de la ciudad. Desde hace por lo menos cuarenta y cinco años, el magnífico edificio situado en Córdoba e Italia (noreste) conocido como "Lix Klet" porque tenía en sus oficinas dicha empresa, no se sabe por qué razón, su cúpula quedó amputada. Quizás la acción del tiempo, o una tormenta violenta, o cualquier otro motivo, hizo desaparecer su mástil superior que culminaba con el clásico pararrayos. Desde entonces ese valioso remate visual se muestra como un muñón, como una verdadera amputación eterna.

Los Tribunales viejos, víctimas inocentes de actos de irresponsabilidad cívica, lucen desde el incendio que lo desfiguró como algo castigado sin sentido, sin consideración, cuando al decir de don Hilarión Hernández Larguía, se trataba del más importante testimonio urbano de la arquitectura primera en la ciudad. ¿Volverá a lucir su cuerpo como lo era antes del desastre? La ciudad entera clama por ello y espera pacientemente...


"The Grand Hotel"
En 1888 nace en Córdoba 625 el Hotel Francia e Inglaterra, luego llamado "The Grand Hotel", girando en el tiempo a otros varios usos, hasta culminar como sede del Liceo Avellaneda, nuestro segundo hogar como estudiantes secundarios, función que aún se ejerce en el presente. Su majestuosa fachada recortaba contra el cielo una logia en auténtico estilo italiano que daba jerarquía urbana al sitio, a la vez que contenía el clásico escudo con el año de construcción, propio de la época.

Aproximadamente a fines de los 60 o principios de los 70, al tomarse una decisión respecto de algunas filtraciones que sufría el techo superior, posiblemente sin adoptarse una solución coherente con el problema por mal asesoramiento técnico o por cualquier otro motivo, se decidió la demolición lisa y llana del nivel elevado. Con esto se le restó a la construcción más del treinta por ciento de su altura total y se le birló su coronamiento que era el punto más destacado en la composición de fachada. Y así fue como quedó tristemente disminuido un edificio que en el cambio de siglos exhibía su condición orgullosamente. En aquel entonces no existía nada que hiciera pensar en un acto de protección y así la ciudad perdía día por día decenas de sus testimonios. Hoy la logia amputada estaría a salvo, ya que lo que quedó de esta obra está incluida en Categoría A-Obras Singulares o Unitarias, con grado de protección "1 b" que cubre a todas las partes de un edificio en forma completa según el aludido programa vigente.

Pero es necesario volver a la basura. Caminando distraídamente en una noche de primavera, encontramos un antiguo álbum sobre la ciudad editado en 1925, totalmente destruido junto a otra serie de libros. Estaban en un contenedor colmado de escombros. Lo tuvimos en nuestras manos y decidimos hacerlo nuestro, con la sorpresa de comprobar que en sus anuncios publicitarios había uno que destacaba la existencia del Palace Hotel (Córdoba y Corrientes), Rusca y Cía, Rosario, Argentina.


El encuentro sorprendente
Pero lo más sorprendente de este aviso es que contiene una perspectiva dibujada donde el edificio exhibe una cúpula que remata su cuerpo en la ochava. Cualquiera que proceda a examinar el sitio podrá comprobar que tal cúpula no existe. ¿Qué fue lo que la excluyó en la escenografía de la esquina de máxima intensidad urbana? ¿Fue concebida pero finalmente no se construyó por alguna razón? Se proyectó en 1920, no se conoce nombre del autor, no se sabe la causa que hizo perder la cúpula y lo construyó Candia y Cía.

El Programa de Preservación del Patrimonio registra esta presencia con categoría "A" y grado de protección "1b" de igual manera a la aplicada en el caso del hoy Liceo Avellaneda. Así la ciudad extravió la posibilidad de que exista la única esquina coronada por cuatro cúpulas como lo demostrarían La Agrícola de 1908 (sureste), La Inmobiliaria de 1916 (suroeste), la Bolsa de Comercio de 1927 (noroeste) y el Hotel Palace de 1920 (noreste) con su "cúpula perdida". El destino de este último edificio hizo que no ocurriera así. Si no fuera por la basura, tampoco hubiéramos podido enterarnos de que en realidad había sido soñado para nacer con ese remate de esquina, pero alguna causa desconocida provocó lo contrario.

Estos ejemplos dicen a las claras que debe cesar la tendencia de una ciudad que tienda a conservar en su estructura pérdidas irreparables, cuerpos construidos maltratados y deformados, acciones de cambio erradas que no llegan a alimentar decisiones necesarias para que cualquier intervención en estos cuerpos de piedra sea lógica, respetuosa, madurada y llevada a buen puerto... Hemos citado sólo algunos pero los hay por docenas y cada vez que los enfrentamos están denunciando que han sido víctimas de la desconsideración absoluta, de la misma manera que suele acontecer con los cuerpos de las personas.

Si no aprendemos la lección, al caminar nuestras calles sentiremos en el rostro la contínua acusación de que no hemos hecho todo lo suficiente para lograr los cambios dentro de un campo aceptable, abonado por el orgullo colectivo. Y eso sería vergonzoso... Nos obligaría a confesar que no hemos sabido conducirnos como ciudadanos responsables.

(*) Arquitecto

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Facsímil del aviso encontrado en un contenedor colmado de escombros.

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