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 domingo, 03 de abril de 2005  
humor: Rescate de un clásico olvidado
Delicias de la vida cotidiana
Luis J. Medrano dibujó durante más de 30 años los "Grafodramas", lucidas observaciones de personajes urbanos. Un libro recopila esas tiras

Jorge Boccanera

Los cuadros costumbristas dibujados por Luis J. Medrano durante 33 años para las páginas del diario La Nación, caracterizados por radiografiar con ironía la peripecia de la vida cotidiana, son reunidos en "Grafovida", un libro a color de gran formato y cuidada edición que acaba de aparecer.

Andrés Cascioli, caricaturista y director de las revistas Satiricón y Humor, tuvo a cargo el diseño del libro, mientras que el escritor Oche Califa es responsable de la redacción de textos, publicados por La Nación.

Ambos ordenan, presentan y comentan este registro de motivos populares surgidos del estilete de la mordacidad de Medrano, quien designó a sus dibujos como "grafodramas".

Califa saca el grafodrama del lugar del chiste y lo ubica como "estampa risueña" cuya clave, dice, "es la palabra al pie de la caricatura y que si bien es la palabra justa, no es obvia".

"Eso es fácil de comprobar si uno la oculta a un tercero y le pregunta qué palabra está escrita debajo de la escena. Nadie acierta. Llama la atención que el concepto de los grafodramas, que Medrano dibujó de 1941 a 1974, estaba definido en los primeros trabajos", apunta.

Luis J. Medrano (1915-1974), se inició adolescente dibujando para La Novela Semanal y realizó en la década de los 40 motivos campestres para los almanaques de Alpargatas, al tiempo que dirigió la revista Popurrí, donde colaboraron, entre otros, los dibujantes Landrú, Quino y Fantasio.

Medrano retrata al burrero, al bacán, al compadrito, al tilingo, al bohemio, al hincha de fútbol, al fiaca, en una aguda observación de personajes arquetípicos de la ciudad que lo ubican en la línea de los cuadros de vida cotidiana de Calé y Divito.

"Son contemporáneos entre sí, gente de los años 40, 50, cuando el humor costumbrista era dominante. Eso también se ve en el teatro y el cine de la época con Niní Marshal y Enrique Serrano", comenta Califa.

Pero el registro social de Medrano es más amplio; "hace centro en la clase media y desde allí se desplaza con destreza a las clases bajas y altas. Hay que considerar que las capas medias urbanas habían crecido de tal manera en la Argentina y el mundo, que imponían como universales hábitos y maneras de vivir".

Los textos de Califa funcionan como pensamientos del lector frente a cada viñeta: "Me incliné por un tono de época, que ayudara a aprovechar la mirada de cada escena, y que señalara la enorme cantidad de información de los personajes".

Por ejemplo, "la vida social está pensada como algo que es predominantemente masculina, la mujer tiene un papel más relegado, aunque irrumpe en ámbitos como el laboral, el del consumo y el del ocio. Disfruté mucho escribiendo los textos".

Otra particularidad del libro es el recorte de detalles de los cuadros de Medrano, para ampliar su significado: "Elegimos detalles de las grandes escenas, que muestran algo cotidiano, sencillo, mínimo; ese detalle de otra época que vuelve todo inevitablemente sentimental y un poco nostálgico".

En general, Medrano -como luego Mordillo y Quino- prescinde del lenguaje escrito, aunque en algunos trabajos utiliza una sola palabra; ésa que completa el sentido de la ilustración. "Es el recurso central de un hombre culto que sabía aprovechar el diccionario", dice Califa.

Sobre los recursos ingeniosos de Medrano, opina Califa: "Para él, su trabajo debía ser completado por el lector. O sea, que el lector debía ponerse a la altura del artista. Cuando eso no ocurría, algunos se quejaban por carta a La Nación alegando que no entendían su humor".

"Eso también define un perfil de su personalidad y de su profesión, que implicaba información y comunicación. Medrano no era un exquisito, un difícil; sabía que iba a un lector masivo. Recordemos que La Nación era entonces un diario con un público más popular, ubicado más en el centro del arco social que hoy en día", puntualiza Califa.

También sus cuadros para los almanaques -a diferencia de Molina Campos, desarrolla sobre todo escenas urbanas- son para el gusto masivo: "la policía a la salida de la cancha, la fiesta familiar en navidad, los tipos escuchando una orquesta o jugando a los naipes en el club".

Una de las secciones, "Notas ilustradas", muestran un costado menos conocido: la escritura. "Medrano -cuenta Califa- escribía para algunas revistas notas costumbristas que él mismo ilustraba. Tenía muy buena pluma. En los 60, cursó en la universidad de Indianapolis la carrera de periodismo; tenía una personalidad ilustrada e inquieta. Pienso que es uno de los grandes humoristas gráficos argentinos; este libro lo rescata para el público que lo disfrutó y también para el que no lo conoció".
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