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 domingo, 03 de abril de 2005  
Internacionales
China y las aguas de la globalización
El superávit comercial del país asiático condiciona los mercados financieros. Europa, la gran perdedora

Daniel Busto

Para muestra sobra un botón: en el primer semestre del 2004, China exportó ropa por valor de 42.000 millones de dólares (31.554,6 de euros). Con la liberación de las cuotas textiles en la Organización Mundial del Comercio (OMC) a partir del 1º de enero de 2005, las proyecciones indican que en Europa ingresarán de 330 millones de corpiños y licencias para importar 140 millones de pantalones, cuando en el 2004 fueron solamente 40 millones.

Según datos del Consejo Intertextil de España, en los últimos dos meses este rubro se disparó un 1.421%, lo que supone que cada hora entran 2,1 millones de pantalones. En enero, la exportación textil china a EEUU creció 546% con precios recortados en un 45%. En su último informe, la Agencia Internacional de la Energía pronosticó un aumento de la demanda de petróleo para el 2005 de un 25% hasta alcanzar los 500.000 barriles diarios. Las PC, los móviles y los textiles crecen al 17%.

Está claro que en el mercado no gana el que más ovejas tiene sino el que mejor puede esquilarlas. En este entorno de repliegue, hay una perspectiva que hace estremecer a los mercados, que el diablo meta la cola y se rompan las estrategias, provocando una recesión mundial. El mayor exportador del mundo (Alemania) tiene un desempleo del 12,6% o sea 5.216.000 personas en paro, un nuevo récord. La debilidad coyuntural ha recrudecido, el debate sobre la necesidad de bajar la tributación empresaria e implantar un programa de inversiones está en revisión.

En fin, con estos datos abrumadores la presión monetaria sobre China se acentuará. Según Rodrigo Rato el mandamás del Fondo Monetario Internacional (FMI), cualquier medida de flexibilización del yuan será de gran ayuda, aunque los movimientos para los cambios deben ser graduales en pos de reducir el riesgo de sobrecalentamiento, con la ventaja para China de que el momento es ideal.

Es lógico que las autoridades chinas estén interesadas en aliviar la presión sobre el yuan en medio de tantas especulaciones sobre una revaluación, y se hayan comprometido a reducir el superávit de su balanza de pagos pero insisten en que antes deben darse determinadas condiciones como una economía estable. Amplió el número de empresas con autonomía para usar divisas y se comenzó a atender al tipo de cambio como mecanismo de control.

El primer ministro y responsable económico Wen Jiabao repitió el 14 de marzo su intención de dejar que sea el mercado el que determine el valor del yuan y explicó que se está preparando un plan para flexibilizar la moneda, aunque no adelantó el calendario ya que las medidas específicas pueden llegar de forma inesperada.

El sistema cambiario fijo, que ata al yuan en una relación de 8,28 unidades por dólar, tiene incómodo a Washington, que lo interpreta como una infravaloración artificial para favorecer las exportaciones chinas.

Pero los estadounidenses han hecho depender el nivel de vida de la voluntad del resto del mundo al comprar activos denominados en dólares; ya sean acciones, bonos o liquidez; a cambio de bienes y servicios. En la última parte de la década de los noventa, la economía de los Estados Unidos estuvo sostenida por las tecnológicas lo que trajo flujos de capital procedentes de otras partes del mundo. La concentración del comercio de bienes manufacturados hacia China y Japón significó que estos países tengan ahora ingentes reservas en dólares y sus decisiones determinen de forma sustancial el valor del billete verde.

El comportamiento de los chinos y de los japoneses sigue la lógica del riesgo de los acreedores, si venden demasiados dólares, el valor del resto de sus carteras disminuirá y se infligirán pérdidas a sí mismos. Por lo tanto, esta consideración implícita implica cautela. Pero si uno de los mayores acreedores llega a saber que otros están a punto de vender, la prudencia podría acabarse provocando una corrida.

Se han oído rumores de que Rusia esta vendiendo dólares a cambio de euros, India afirmó esta semana que está diversificando sus reservas de divisas y que China estaría contemplando lo mismo. No hay que olvidar que este último país tiene el 70% de sus reservas en bonos americanos y este dique puede agrietarse.

A corto plazo, el declive del dólar impulsa el mercado bursátil. Las multinacionales tienen ganancias tanto en EEUU como en Europa. Cuando el dólar cae, los beneficios conseguidos en Europa aumentan cuando se miden en dólares. Los precios del crudo seguirán altos, por lo menos lo suficiente para evitar que los precios en euro vayan a caer. Esto también ayuda a los beneficios de las compañías estadounidenses medidos en dólares.


El gran perdedor
Un perdedor inequívoco es Europa, que esperaba que las exportaciones fueran la solución a su propio (y en gran parte autoinfligido) desempleo masivo y está al borde de la estanflación (receso con inflación). Argentina tiene su mayor mercado en Europa, pero paga intereses en dólares, no se verá muy afectada. Subir los tipos exageradamente para curar la debilidad del dólar y la inflación, como ocurrió en los comienzos de los 80, provocaría una contracción económica que sería más desastrosa de la que hubo en aquel entonces, porque los niveles de endeudamiento son mucho mas altos ahora. Por lo tanto, dadas las alternativas, lo más probable y la mejor decisión posible es que el dólar se deprecie suavemente por un tiempo y luego simplemente dejará de caer. El sistema dólar puede mantenerse intacto, hasta que China y Japón sigan teniendo ganas de añadir nuevos dólares a sus depreciados tesoros. Pero de momento el teatro tiene pocas salidas y pocos jugadores. Salvo el ingrediente de Taiwán.
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Las autoridades chinas están interesadas en aliviar la presión sobre el yuan.

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