Año CXXXVII Nº 48673
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 23/02
Autos 23/02
Turismo 20/02
Mujer 20/02
Economía 20/02
Señales 20/02
Educación 19/02

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 27 de febrero de 2005  
Panorama político
Políticos de narices largas

Carlos Duclos / La Capital

Parece haber quedado debidamente demostrado que ya en el mes de octubre pasado la Side, la Policía Federal, la Embajada argentina en Madrid y otros organismos conocían el escándalo de las valijas voladoras. Todos los sabían menos (¡qué curioso!) los hombres del gobierno nacional. Claro que a poco que uno va desmenuzando declaraciones de funcionarios y noticias se concluye en que algunos ministros parece que estaban informados hasta sobre pormenores del escándalo desde pocos días después de consumado el aberrante episodio. No obstante, cuando trascendió por los medios periodísticos, fieles a esa maldita costumbre que caracterizaba al personaje de Carlo Collodi cuando era de madera, hicieron de las suyas para que les creciera la nariz. Es así que desde hace unos días, o tal vez desde hace unos años, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, entre otros políticos argentinos, sufrió una explicable extensión de su tabique nasal. Para ser más simples y claros: le creció la nariz como a Pinocho.

Hace pocas horas el diario "La Nación" publicó la siguiente noticia: "El ministro del Interior, Aníbal Fernández, reveló ayer en declaraciones a Radio Continental que el 26 de noviembre Interpol nos informó oficialmente que habían entrado (al Aeropuerto de Barajas) cuatro valijas en el vuelo de Southern Winds con 58,3 kilos de cocaína, con una etiqueta de la Embajada de la Argentina en Madrid, sin ningún pasajero". Lo asombroso es que el jefe de gabinete, Alberto Fernández, había dicho 48 horas antes de esta declaración que "el gobierno no tenía conocimiento de lo que pasaba en Southern Winds".

Lo de Kirchner es también para el análisis. Cuando se hizo público que se había consumado un envío de cocaína a través de Ezeiza y con estampilla diplomática falsa dijo no saber nada del hecho; pero claro está su ministro, absolutamente fuera de sintonía con su jefe, admitió que le había informado del caso en el mes de febrero. Esta desinteligencia y las palabras de Fernández cayeron como una bomba en el entorno presidencial. En el marco de todos estos despropósitos, tan evidentes, no dejan de llamar la atención algunas actitudes. Si el presidente sabía de esta situación desde el mes de febrero ¿de qué se trató el desplazamiento de toda la cúpula de la Fuerza Aérea? Y si en realidad Néstor Kirchner desconocía las tristes circunstancias ¿por qué no echó también a sus funcionarios que sí sabían de lo ocurrido?

Por otra parte, las declaraciones de algunos hombres del gobierno no dejan de ser alarmantes. El secretario de Transporte, Ricardo Jaime, por ejemplo, dijo que los controles eran imposibles. La pregunta que no puede soslayarse es: ¿si el Estado es incapaz de controlar un delito tan grave como el narcotráfico perpetrado en sus propias narices y a través de una empresa que él subsidiaba, qué cosa está en condiciones de hacer?

Cuando la ciudadanía muestra su convencimiento de que la mentira es ya un ritual en los políticos argentinos, a estar por estas y otras circunstancias, no dice sino la verdad. Si no se dice la verdad en casos como el de las valijas, tal vez por temor al descrédito o desgaste político que ello trae consigo, ¿en qué se dice la verdad? ¿En la tasa de recuperación económica? ¿En la baja del índice del desempleo? ¿En el exitoso accionar contra el delito? ¿En que estamos condenados al éxito, como dijo Duhalde? Tal parece que honrando la singularidad criolla este éxito es muy particular.

La oposición, mientras tanto, y como siempre, ha aprovechado la oportunidad para pegar en el lado vulnerable del Poder Ejecutivo Nacional. Pero ¿lo hace con el ánimo de lograr transformaciones que lleven a los gobernantes a actitudes responsables? ¿Lo hace con el propósito de erradicar actos de corrupción o sólo lo hace con el vil objetivo de desgastar al adversario y obtener rédito político? Quienes hoy son oposición alguna vez fueron oficialismo y, la verdad sea dicha, nadie recuerda que se hayan destacado por actos de arrojo y acciones solidarias a favor del pueblo ¿No fueron los mismos que hoy hablan de honestidad, ética y verdad los que ayer también hicieron de la mentira un culto?

De Pinochos y mentirillas Santa Fe, por lo demás, tiene lo suyo. Recientemente el ministro de Gobierno de la provincia dijo desconocer, hasta que leyó La Capital, el hecho que se le adjudicó al ex subsecretario de Seguridad Pública. Cuesta creer que la historia anduviera de boca en boca por todas partes y el titular de la cartera de Gobierno no tuviera noticias de ella. Si es así, si ciertamente el doctor Rossúa desconocía la cuestión, debería revisar muchas cosas para no aparecer como un distraído.

Uno de los últimos actos políticos sinceros y conmovedores a los que asistió el pueblo de la República fue, sin lugar a dudas, la despedida que Ricardo Balbín le rindiera a Juan Domingo Perón. Hubo en esas palabras del "Chino" no sólo un acto de arrepentimiento por tantos e inútiles desencuentros, sino una advertencia importante sobre la necesidad de no permitir que se perdiera la sinceridad como valor político. Porque en el fondo aquel discurso de Balbín fue un encuentro con la verdad. Lamentablemente, para el ser humano argentino, aquellos que reconocieron que una corporación que no está al servicio del pueblo es una corporación diabólica, partieron. Vino después la violencia, la dictadura impiadosa y al fin esta nueva democracia de tantas promesas que nadie, ni siquiera en el momento de pronunciarlas, tuvo la intención de hacerlas realidad. Una democracia (¿democracia?) en donde cobró fuerza el nefasto concepto de Göebells: "Miente, que algo queda". No debe extrañarse el lector, entonces, si, observando detenidamente, advierte que algunas narices de los hombres de la cofradía van creciendo. Afortunadamente para ellos, sólo para ellos claro, existe la cirugía estética y siempre logran el cometido de la mimetización.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados