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 domingo, 20 de febrero de 2005  
Circuito Pehuenia: Camino de bosques y lagos
Villa Pehuenia, Aluminé y Pulmarí, bellezas ocultas y aventuras con el sello de las costumbres mapuches. Tarifas de alojamiento y actividades

María Cibeira

De Villa Pehuenia a Aluminé hay todo un circuito de bellezas ocultas y aventuras sellado por las costumbres milenarias de la cultura mapuche, los buenos servicios y la exquisita gastronomía patagónica. Rafting, kayak, pesca y avistaje de ciervos en primavera y verano, esquí y paseos en trineo tirados por perros siberianos en invierno, son algunas experiencias inigualables que ofrece la región neuquina.

Entre los muchos paraísos escondidos de la Patagonia neuquina, Villa Pehuenia, Aluminé y Pulmarí conforman un circuito deslumbrante. Contra la cordillera, en la cabecera del lago Aluminé asoma Villa Pehuenia, a metros del Paso Icalma que lleva a Chile. Las araucarias, esos árboles milenarios y sagrados, sellan su identidad inconfundible. Un aire transparente y pacífico habita esta villa que hasta hace pocos años ni siquiera figuraba en los mapas.

Tierras mapuches, segunda residencia y lugar de vacaciones de familias neuquinas, recién en la década del •90 se convirtió definitivamente en un centro turístico. Cabañas, campings y hosterías aparecieron para alojar a turistas durante las cuatro estaciones.

Una mezcla de refinamiento y cultura mapuche que puede descubrirse a cada paso, en cada nombre que reciben lagos y bahías, volcanes y ríos. Todo tiene su significado y lleva al descubrimiento.

Caballos y bicicletas invitan a recorrerla en verano y contemplar esos magníficos espejos de agua que son el Aluminé y el lago Moquehue (lugar de enamorados en mapuche). En invierno, los trineos tirados por perros samoyedos y siberian huskies se convierten en las estrellas del lugar y prometen un excitante paseo al pie de la Cordillera de los Andes.

La Bahía de los Sueños -frente al lago Moquehue- hace sin duda honor a su nombre y despierta la imaginación, casi sin proponérselo. Cuando llega el calor, el agua se convierte en una atracción permanente para hacer paseos en lancha o buceo. También más de un parapentista sucumbe a la tentación de una mirada al paraíso en medio del cielo de la Patagonia estival.

El sol calienta las pequeñas playas en Pehuenia y cuando el cielo se tiñe de naranja, una buena caminata entre sus bosques de pehuenes sienta bien. Cualquier guía habla de la generosidad de esta especie perenne, siempre verde, que crece hasta los 1.800 metros de altura y de la cual se alimentaron generaciones de mapuches. Los piñones todavía pueden saborearse simplemente hervidos o tostados en la harina con que se fabrican exquisitos y nutritivos alfajores o en licores de recetas secretas.


Una parada en el camino
A sólo 12 kilómetros de Villa Pehuenia está la entrada a Batea Mahuida, un volcán apagado en cuyo cráter se extiende una laguna. En verano, un punto privilegiado para contemplar los lagos Aluminé y Moquehue, sus islotes de roca, la majestuosidad del Lanín y los volcanes Llaima, Villarica y Lonquimay del lado chileno. En invierno, se convierte en un imponente desierto blanco, un parque de nieve que dirige la comunidad mapuche Puel donde se practica esquí y otros deportes invernales.

Instructores mapuches imparten sus clases a quienes recién se inician. Los más chicos aprovechan las gigantes hondonadas de nieve para deslizarse en trineo. Más de uno se acomoda en su amplia confitería, ubicada en la base, para degustar algún plato distinto o simplemente tomar café con torta frita o medias lunas caseras que fabrican los jóvenes mapuches dedicados a la gastronomía de este emprendimiento que comenzó en el 2000.


Hacia Aluminé
Un camino que serpentea alternando el ripio y el asfalto, y una naturaleza que sorprende por su intensidad conduce hacia Aluminé. El paisaje cambia kilómetro a kilómetro: de lagunas, sauces y álamos a paisajes de piedra volcánica. Sólo las araucarias permanecen inalterables. "Ruca calkin", en mapuche casa de águilas, es un alto paredón rocoso visible desde el camino, donde todavía anidan estas aves.

Calmo y por tramos turbulento se extiende el río Aluminé. Un mundo de aventura, deportes y adrenalina se genera en sus aguas blancas rodeadas de bosques de ñires y araucarias. Un oasis para el rafting y el kayac. Desde principiantes hasta quienes disfrutan desafiando los últimos límites se divierten a lo loco. En sus distintos tramos el Aluminé ofrece grados de complejidad diferentes. Sólo los que se le atreven realizan un trayecto de 15 kilómetros en su parte superior, con grado de dificultad 5 en octubre y noviembre, y 3 en verano. Es considerado el mejor río de la Argentina para la práctica de este deporte.

Hay otros tramos más fáciles, en su circuito inferior, que se disfrutan durante todo el año y permiten acceder a lugares escondidos, de esos que han tenido la suerte de escapar a la mano del hombre.

Aluminé, apacible y cálida, es la posibilidad del descanso después de intensas experiencias en contacto con la naturaleza. Buen alojamiento y tentadora gastronomía patagónica es la combinación para culminar la jornada. Entre noviembre y abril, pescadores reconcentrados y ajenos a todo, encuentran su lugar en esta clásica aldea de montaña. Días extensos y luminosos en los que el atardecer tarda en llegar ofrecen un escenario perfecto para la pesca con mosca y otras modalidades como spinning y trolling. Las truchas, de gran tamaño y salvajes, abundan en los lagos y ríos. La fontinalis, la marrón y la arco iris son el objetivo que mantiene alerta durante horas a los amantes de este deporte y los devuelven año tras año a sus orillas.

Pero si de pesca se habla es imposible no mencionar el lago Quillén, al sur de Aluminé, en el Parque Nacional Lanín. Lodges de pesca impecablemente equipados ofrecen todos los servicios y comodidades para el más exigente pescador. Lo cierto es que Quillén brilla como una joya, una de las tantas que atesora Neuquén.


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Cuando hace calor los lagos se convierten en la atracción.

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