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 domingo, 20 de febrero de 2005  
Adelanto. Aria Da Capo
"Trilce" y otros poemas
Concepción Bertone publica este mes un nuevo libro de poemas. Aqui se ofrece un anticipo

Concepción Bertone

.
"Pessoa y yo" (A Pedro Bollea)
Como hierba crecida entre adoquines

de calles alejadas, calles quietas

donde la piedra ahoga la gramilla

con agua del fregado. De extramuros

del alma sofrenada con mil bridas.

Dura ayer como hoy. Toda mi vida

se exultó como hierba

en una grieta.




"Trakl y yo"
Buzo de lo profundo, sumergido

en el diáfano día, en la belleza

antes de la jauría

y de la presa. Ebrio

y de la presa. Ebrio

se quitó la escafandra

en ese punto

de la profundidad

donde el cerebro

se bebe la ilusión

de un aire puro

y se ahoga

saciándose en su sueño.

No le bastaba el agua peregrina

corriendo entre las zarzas. Su destino

era pulir la piedra de lo errado,

lavar sus pies descalzos

lastimados por los viejos zapatos.

Amante del abismo, de la hondura

se hundió hasta la embriaguez

en la locura

lúcida de quien no amó la cacería.

De quien, no fue ni perro, ni fue presa.


"Años de soledad" (Piazzolla-Mulligan)
Me lee una carta, una muerte

que habla de otra muerte, una

suerte de poder decir ese amor

del autor de la carta que él me lee. La

/ lija

-áspera de la pez- frota

la palabra que nada en la derrota

que glorifica

la palabra derrota. La lija

en su papel de lija, pule el metal. Lo

/ brilla.

Lo atalaja. No lo ablanda

su ardor sino ese amor otro

que dice el autor

de la carta que él me lee. Y

se llueven las lágrimas, se atormentan

los ojos, las mejillas de los dos

en la noche que aún mora en mí.

/ (Amor

mío, de vos todo viene y se va

cuando aclara

y la música cesa.) En la ventana

el sol cruza la reja, atraviesa el cristal

como la hija que muere en la carta

mientras su padre la vive en

la carta que escribió. La vida dada

de los dos, la victoria ganada en

la pérdida. La medida de la vida

cuando no hay vara que la mida. Cuando

el miedo a la palabra muerte, fenece.

Y la palabra miedo se muere

en la carta que él me lee


"Algo de Aldo y glótica mía" (a Zulema Rotili)
Yo estuve ahí

pero no vi las patas en la fuente

-me dijo-. Pero ahí estuve. Fugaz

se iba en la diatriba del dolor

injurioso y violento. Diábolo,

diábolo, diantre diamantado. Yo

estuve ahí,

me dijo. Joven,

desprolijo, pero joven,

desordenado pero joven, cuando ahí

estuvo. Y no había Dios,

y no hay, y no habrá. Un ángel

malo, puede ser

que hubiese. Pero no un Dios, mas

sus reses, quizás. Yo no era

un eral, pero era

joven y ahí estaba. La gleba

y yo, siempre. Siervo

de la tierra sí, aterronado sí,

simiente y seminal sí, pero

nunca vendido ni vencido

en la mente donde todo se gloria

según se glosa. Yo

estuve ahí

pero no vi las patas en la fuente.


"Trilce" (A Carlos Berrini, en memoria)
El olor de los libros en la trastienda

desordenada como la añoranza, el caos

de recuerdos que tantean

lo arrumbado en nosotros, polvoriento

como el pueblo de un western, la

/ amistad

que nos reúne en ella casualmente

sobreentendiendo el día, cierta hora.

Próximos como el río

y las esloras con las rodas enjutas

del silencio

ese lugar humano del pasaje

es un muelle fortuito. Amarras. Bitas.

Y el casco entresoñado de ese barco

que navega a la cirga de la niebla

son certezas del viaje postergado,

la esperanza del mar que

fue el pasado

y el minuto presente donde escora

y se hunde este día

lentamente.


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