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 sábado, 12 de febrero de 2005  
Saberes cotidianos y saberes escolares. Especialistas en educación sostienen que la institución educativa privilegia la memoria y repetición sobre el pensamiento creativo
Desafío para la escuela: sin dogmatismo, enseñar a resolver problemas
Aseguran que los buenos docentes saben cómo estimular el aprendizaje en los niños y jóvenes

Marcela Isaías / La Capital

"Resolver problemas viene con la vida misma y la escuela que prepara para la vida estimula para resolverlos", sostiene el profesor Juan Carlos Dalmasso. Y hay que escucharlo, porque además de dedicarse a la docencia preside la Fundación Olimpíada Matemática Argentina (OMA), que año a año mueve miles de niños y jóvenes con un estímulo singular por resolver problemas matemáticos.

Dalmasso revela algunas de las fórmulas sobre una cuestión por la que a diario se preguntan padres y docentes: ¿Cómo enseñar a pensar? Dice entonces que no hay recetas mágicas, porque a pensar no se enseña, sino que "esto surge espontáneamente como caminar, comer y respirar".

Sucede que cuando se trata de dar paso a la institución escolar en esta tarea, la misma "hace muy poco". El educador afirma en consecuencia que "el énfasis de la actividad intelectual está en recordar, memorizar y muy poco en crear, componer, conjeturar".

Es más, advierte que "nuestra enseñanza es dogmática y eso se traduce en nuestra dificultad en vivir en una sociedad abierta, racional, libre, o dicho de otra manera: comprometida, coherente y honesta".

Y bien se sabe que resolver problemas, pensar y estimular el pensamiento crítico son la base esencial para aprender, desaprender y volver a aprender, ese mismo desafío que Alvin Toffler planteaba como la capacidad distintiva de los alfabetizados del siglo XXI.

Pero, si de trabajar en la escuela se trata, los docentes tienen un rol que cumplir. En esto Juan Carlos Dalmasso es determinante: "A los docentes nos corresponde el papel de estimular el aprendizaje buscando que cada uno madure para la libertad, logrando esto para la independencia física, intelectual y económica de la joven generación".

Claro que el educador entiende también que "aprender a resolver problemas viene con la vida misma", por eso "la escuela que prepara para la vida estimula para resolverlos".

En este sentido, y ya en plan de proponer una salida a esta demanda de estimular distintos pensamientos, Dalmasso recomienda el juego como una buena estrategia. "Estos -los juegos- sin lugar a dudas son consustanciales con la matemática: el mundo lúdico ilumina al mundo real y ayuda a pensarlo".

"Los juegos matemáticos- continúa - hacen esta tarea pero no es privativa de ella y es bien cierto que mediante los juegos aprendemos a resolver problemas, a manejar conjeturas, a probarlas llegando así a la matemática".

Para ser más explícito con su idea, el responsable de la OMA recuerda que "los grandes matemáticos fueron asiduos jugadores de las más variadas formas de juego: Fermat, con los cuadrados mágicos; Euler, jugador de ajedrez; Gauss, aficionado a las cartas, entre otros".


Motivación
Quizás con ese mismo entusiasmo que provoca el juego, más una dosis significativa de estímulos por resolver problemas, llegan miles de alumnos de distintas edades cada año a las olimpíadas matemáticas.

Cada instancia de participación parece desafiar la idea de que la matemática es para pocos y entendidos, pero también marca un camino posible por donde pensar otras formas de enseñar en la escuela, no sólo la matemática.

¿Y cuál es el secreto para que esto funcione de esta manera? "Sí, es cierto que los alumnos de la olimpíada tienen mucho entusiasmo para resolver problemas, el secreto está en motivarlos. Los buenos docentes saben bien que no hay resultado posible si falta la motivación", responde Dalmasso.

Por eso no es casual que si se trata de definir cómo es una buena escuela, el educador y matemático asegura que es aquella "que motiva para crecer en libertad, libre de dogmatismo sobre todo en donde éste no es necesario; una escuela así logra que seamos una comunidad de personas".
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Ilustración tomada del informe de la Ocde/Pisa 2004.

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