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 sábado, 12 de febrero de 2005  
Las prácticas de la enseñanza y su impacto en las aulas
Igual que la médica, la docencia es una profesión de riesgo
La reflexión y las habilidades para seleccionar los conocimientos, bases del trabajo de educar

Alicia Caporossi (*)

El año pasado en el II Congreso Nacional de Educación en la Universidad del Litoral, la pedagoga Lidia Fernández dijo que la profesión docente es una profesión de riesgo como la profesión médica. Esta enunciación impacta no por la novedad, sino por el lugar de importancia que ocupan dentro del trabajo docente, las prácticas de la enseñanza.

La escuela es la única institución obligatoria que tiene la responsabilidad de enseñar; que organiza, selecciona y sistematiza los contenidos a enseñar. Es la institución que incluye a los niños en lo social, que tiene una función política, en tanto los construye en ciudadanos de la polis.

Por eso la docencia es una profesión de riesgo.

Esta forma de entender a la docencia implica centrar el trabajo docente en prácticas de la enseñanza que posibiliten un aprendizaje comprensivo, que desnaturalice lo obvio para acceder a un buen conocimiento.

Pero, ¿qué es un buen conocimiento? Un conocimiento que favorece el cuestionarse, criticarse, verificar permanentemente la coherencia de lo que se va comprendiendo.

Se trata de un aprendizaje que los niños y los jóvenes hacen a partir de las prácticas de la enseñanza seleccionadas, planificadas por el docente, para que no obstaculicen la comprensión, sino para que favorezcan el diálogo, el compartir significaciones, reconocer lo conocido, relacionar con otros conocimientos, comparar, abrir espacios para la reflexión.

Estas prácticas de la enseñanza son prácticas humanas, porque se dan en relaciones asimétricas -entre adultos y niños o jóvenes-, porque responden a una intencionalidad y a un modo de intervención que implica al sujeto en lo emocional, en lo subjetivo, en lo social, en lo cultural, en lo político.

Las prácticas de la enseñanza responden a necesidades, funciones y determinaciones que exceden las decisiones individuales. Por ello, sólo pueden comprenderse en el marco del contexto histórico, social, cultural, político, económico y pedagógico en el que se inscriben.

El lugar, el modo y las condiciones donde se inscriben constituyen el ámbito que le dan significación. En tanto que la referencia al contexto tiene que ver con un complejo de relaciones sociales, históricas, culturales, económicas, políticas que son complejas, contradictorias donde existe diversidad de intereses.

Cada escuela, cada sujeto está ubicado en un contexto en condiciones concretas de existencia en lo cotidiano o sea en un espacio, en un tiempo, en un ritmo determinado, en una época histórica determinada, en una organización material, social, cultural, política, económica determinada por hechos, por actos, por objetos, por actividades, por relaciones de producción y de distribución.

Las prácticas de la enseñanza nos enfrentan a situaciones complejas, singulares e inciertas donde debemos intervenir desde decisiones individuales que sólo pueden comprenderse en esa configuración institucional determinada.


Lugar privilegiado
La complejidad que presentan las prácticas escolares no se resuelven mediante técnicas prescriptas a través de la aplicación del diseño escrito por expertos fuera de la escuela, con la intención de informar y guiar la práctica para predecirla y controlarla. Se resuelven a través de opciones éticas y políticas que no discriminan ni excluyan. Por ello, es necesario que pensar en docentes profesionales y reflexivos, que den respuestas a las problemáticas que presentan las niñas y los niños que asisten a las escuelas.

Esto supone para los docentes disponer de ciertas habilidades cognitivas para el empleo del conocimiento y la construcción del nuevo conocimiento sobre las prácticas de la enseñanza, sabiendo que la escuela es el lugar privilegiado para la transmisión de la cultura y que los docentes son los transmisores de la cultura, porque operan sobre el presente y el futuro social de los niños y los jóvenes en relaciones asimétricas.

Es por eso que las prácticas de la enseñanza son complejas, singulares, subjetivas, históricas, sociales, culturales y políticas.

Las prácticas de la enseñanza no implican un trabajo lineal sobre un orden progresivo de pasado, presente y futuro, sino un trabajo sobre procesos espiralados, sobre procesos de historización que activan el pensamiento y construyen subjetividades, que conforman redes para contrabandear la memoria como dice Hassoun.

En este proceso de subjetivación, los docentes a través de la selección y planificación de las prácticas de la enseñanza deben -Derrida sostiene que si se puede se debe- autorizar y posibilitar a los niños y a los jóvenes a construir sus propios itinerarios.

Los docentes saben que mediante las prácticas de la enseñanza pueden hacer que lo conocido, lo ordinario sea nuevamente extraño, transmitiendo y distribuyendo conocimiento para comprender y transformar lo que pasa.


Acto político
La transmisión y la distribución del conocimiento es un acto político que da cuenta del presente, del pasado y del futuro porque quien lo recibe gozará de un espacio de libertad.

La educación sirve para usufructuar un lugar en el campo del lenguaje y de la palabra, porque la educación es lo que permite ocupar una y otra vez un lugar de enunciación.

Al incluir a los niños y a los jóvenes en la educación se está decidiendo amarlos para no arrojarlos del mundo y dejarlos librados a sus propios recursos, como expresa Arendt.

Por eso, apostamos a que la tarea más importante es, a partir de las prácticas de la enseñanza que se ponen en acto, transmitir estrategias para que los niños y los jóvenes puedan conquistar métodos para interrogar y cuestionar críticamente nuevos objetos culturales, colaborando en la construcción de los sentidos que sean necesarios, en la distinción de con qué estrategias cuentan para trabajar en cada caso. Todo esto para que no sean expulsados social, cultural, económica y políticamente de la sociedad.

Por ello la docencia es una profesión de riesgo.

Dar y tomar las palabras, elaborar lo que se toma y transformar lo que se da implica a los alumnos y a los docentes. Dar y tomar las palabras para luchar, para construir el deseo de saber en los niños y en los jóvenes.

Esto supone un trabajo de reflexión permanente acerca de las propias prácticas de la enseñanza, poner en discusión las propias decisiones, estar abiertos a confrontarlas y revisarlas para convertirlas en relaciones pedagógicas basadas en la confianza para que habiliten el futuro de los niños y los jóvenes.

(*)Profesora en Ciencias de la Educación (UNR). Diplomada superior de Flacso
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