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 domingo, 30 de enero de 2005  
Para beber: Tintos de corazón blanco

Gabriela Gasparini

Alguna vez hemos tocado el tema rosados pero, si mal no recuerdo, fue en relación al champagne, pero ahora a tono con el color de la temporada y sin burbujas de por medio, estos caldos que un periodista describió como "tintos de corazón blanco" parecen ser la propuesta para el verano de varias bodegas.

Años atrás no hubieran si quiera sido considerados como una opción valedera por varios de los que se suponen dueños de la verdad vinícola, estigmatizados como los vinos femeninos por excelencia, hay sin embargo, más de un inteligente caballero que se inclina por ellos sin que le tiemble la masculinidad. La temperatura más fresca a la que se toman juega un papel importante al ofrecerlo como una buena opción para enfrentar el calor ¿será esa posibilidad de consumo lo que ha hecho que se multipliquen sin descanso?

Cada bodega se inclina por una o dos cepas, así es posible encontrar Malbec, Bonarda, Merlot, Cabernet Sauvignon, Syrah (hay para todos los gustos). Producir rosado es un proceso casi a mitad de camino entre un blanco y un tinto. El método es generalmente el de "sangrado" en el que el mosto se macera algunas horas en contacto con los hollejos que son los que aportan el color junto con los taninos. Su tonalidad será más o menos intensa y el caldo resultará con más o menos fuerza y estructura según el tiempo de maceración elegido que puede llegar hasta las treinta y seis horas. Después los hollejos se retiran y se inicia la fermentación a temperatura controlada. Cuando finaliza, el rosado sigue en gran parte el mismo tratamiento que los vinos blancos.

Los vinos grises son los que se elaboran prensando directamente la uva tinta por lo que su color se obtiene sin maceración de los hollejos (como son paliduchos se los llama grises). Cabe agregar que también hay quienes se limitan a mezclar tintos y blancos hasta conseguir el tono deseado, pero esa es otra historia.

Las bodegas se esfuerzan cada vez más por desarrollar la elegancia de los aromas y sabores logrando que estos vinos desplieguen un potencial que resulta significativo, y en el que pocos confiaban. Es importante aclarar que deben consumirse jóvenes, no mejoran con el tiempo, así que nada de andar escondiéndolos para resucitarlos dentro de varios años ya que como no están demasiado cargados de taninos debido a su corta maceración tienden a oxidarse. Difícilmente tengan crianza en madera, a los sumo apenas un paso corto lo que le daría un poquito más de vida, pero a no confiar demasiado.

Cada vidueño le brindará sus características no sólo a la hora del gusto sino de la vista. La paleta de colores que incluye rojo pálido, rosado salmón, rosa piel de cebolla, y hasta un casi naranja impacta en la botella y deslumbra en la copa. Por sus características frescas y frutales pueden combinarse con platos que no sean demasiado pesados: pastas con salsas no muy densas, quesos frescos, pollo, conejo, verduras en formatos varios, pescados a la parrilla o con sutiles adobos, y carnes diversas siempre pensando en una grácil preparación.

La temperatura del servicio puede variar según quién la recomiende, pero la síntesis entre todas las tendencias sería la escala que va entre los 6 y los 11 grados. Yo sé que se pueden tomar en cualquier momento, pero esta me parece la época ideal: sírvase una copa mientras la cena está en el fuego y disfrútela soñando (no hay como las tardecitas frescas de verano).

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