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 domingo, 30 de enero de 2005  
El actor regresó de España para filmar "El buen destino"
Federico Luppi: "Si lo manejamos bien, este momento del cine puede ser glorioso"
El intérprete dijo que la nueva generación de directores está construyendo una forma personal de hacer películas

Rodolfo Bella / La Capital

El actor Federico Luppi regresó a Argentina después de tres años para trabajar y lo hizo en la película "El buen destino", que dirigió su colega Leonor Benedetto. Desde San Luis, Luppi contó a La Capital que, independientemente del entusiasmo por el trabajo era paralelo a la decepción que le producía el país. El intérprete, cuyo última participación en cine fue en el filme "El lugar donde estaba el paraíso", de Gerardo Herrero, aseguró que no desdeña la comedia pero que prefiere aquellos filmes que superan la instancia de la ficción superficial.

-¿Cómo es su personaje?

-Es un profesor de nivel terciario. El libro reúne a un grupo de gente en un boliche que se llama "El buen destino". Ahí se enhebra la historia en torno a la desocupación, el trabajo, el futuro, el amor, la muerte. Mi personaje intenta desasnar a los alumnos porque algunos de ellos tiene posiciones reaccionarias y se produce un conflicto que tiene que ver con ideologías y actitudes que no resultan del todo éticas.

-¿Este es un tipo de cine con el que usted se identifica?

-En general siempre se me adjudica esa actitud de elegir solamente películas de carácter contestatario. Es verdad que no me gustaría hacer solamente un película rosa. Es demasiado el engaño que tengo en la vida cotidiana con la televisión, los diarios, los políticos, como para hacer de la ficción una novela rosa. No desdeño la comedia ni la cosa política, pero cuando aparece un elemento que, sin pretensión fundamentalista, hace que la gente tenga una visión un poquito más acorde con lo real, me parece correcto.

-¿Qué piensa de la producción de la nueva generación de directores?

-Es gente que desde hace diez años a esta parte hizo un cine enorme, con audacia fílmica, con criterio, con gente nueva, con una libertad que nosotros no tuvimos. No porque nos la negaron, sino porque estos chicos se la saben tomar. Están cometiendo el parricidio más productivo, que es hacer la suya. Olvidarse de los capitostes y hacer el cine que hay que hacer. Así aparecieron Trapero, Caetano, con "El oso rojo" y "Bolivia", Campanella con "El hijo de la novia", o Bielinsky con "9 Reinas", películas que hablan de que no es necesario tener un país floreciente o en la miseria para conseguir individuos con talento. Blanquear su propia visión del mundo sin ningún tipo de atadura. No quiero parecer un oráculo, pero no hay un festival donde el cine argentino no consiga premios. Me parece que estamos asistiendo a un momento del cine que si lo manejamos bien puede ser casi glorioso.

-¿Cómo surge esa evolución?

-Lo que ocurre es que ningún fenómeno cultural o estético nace de la nada. Tenemos que mencionar la generación anterior que tiene que ver Wullicher, Subiela, fundamentalmente Aristarain, individuos que también hicieron un cine muy clásico, pero también muy atrevido que abrió rápidamente una veta muy importante y muy amplia en Europa y en España en particular. A partir de ahí apareció una corriente de jóvenes que vio la posibilidad de hacer un cine diferente, menos adocenado que el que hacían los mayores y mucho más libre. Seguramente cometo la injusticia de olvidarme de alguno porque fueron demasiados, pero cuando terminó la dictadura apareció una gran cantidad de películas que tenían que ver con el pasado inmediato.

-Su personaje de "Tiempo de revancha" se cortaba la lengua como una forma de resistencia, pero en "Lugares comunes", ¿el exilio aparece como la forma que toma la resistencia?

-Son cosas distintas porque en "Tiempo de revancha" era una metáfora sobre el hecho de que durante la dictadura hablar era peligroso. La única forma de salvar la vida era no hablando y ese personaje se corta la lengua para evitar la delación ni siquiera en sueños. En "Tiempo de revancha" es un personaje con una edad en la que es incapaz de pegarle una patada al sistema, pero en "Lugares comunes", aunque el sistema gana otra vez, la diferencia es que en este caso el personaje del profesor Robles admite la derrota, pero por lo menos dice que un sistema basado en latrocinio, el atropello y la falta de dignidad no es humano. Era una forma de descender a la parte oscura con cierta dignidad. Estos personajes arrastran una visión del mundo un poquitín ingenua. A uno le pasa ahora en la vida cotidiana y me pregunto porqué no me enseñaron a ser un poco más pícaro, menos cumplidor y menos vulnerable, pero bueno, así estamos hechos.

-¿Qué le produce vivir en Europa y venir a rodar una película en la cual se sostienen algunas utopías?

-Vea, primero no tenía ganas de venir; no tenía ningún interés en venir porque estaba muy cabreado, con mucha decepción, con mucha amargura y con mucha impotencia por no poderme cobrar ninguna cuenta. Pero la vuelta me sirvió para recuperar una buena relación con la gente. Siento que me amigué bastante con lo que vi. No es para tanto, pero hay posibilidades de hacer cosas interesantes. Además tampoco estoy exiliado para siempre en Europa. Un día vendré o no, no lo se. No tengo tomada una resolución tan tajante.

-¿Por qué se fue?

-En ese momento lo fundamental era recuperar la salud física y psíquica, mi vida afectiva, en fin, recuperar un poco una postura vertical. Me fui muy acostado porque estaba muy peleado, me había vuelto bastante insociable. Por otra parte en esos momentos uno se pone bastante injusto también. Así que fue una partida casi higiénica.
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"No me gustaría contar sólo una comedia rosa".

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