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 miércoles, 12 de enero de 2005  
Estreno. "Crimen ferpecto", el séptimo filme del español Alex de la Iglesia, llega mañana a los cines rosarinos
Otra muestra de un realizador que fusiona el humor con el escepticismo
La película relata cómo el azar puede desbaratar los proyectos de una vida perfecta y ordenada

¿Es posible que absolutamente todo salga mal cuando se lo planea toda la vida? Sí, y eso le ocurre a Rafael, el personaje protagonista de "Crimen ferpecto", la última película de Alex de la Iglesia que se estrena mañana en Rosario.

El protagonista de la película de uno de los más populares realizadores españoles de la última generación, aspiraba a un destino de perfección, pero un crimen accidental y una testigo astuta y resentida le cambian la vida.

El credo personal de Alex de la Iglesia está poblado de personajes básicamente ambiguos y perdedores, que invariablemente incluyen diferentes dosis de maldad: "Adoro los personajes envidiosos, pero atractivos. Los que parecen buenos y no lo son. Los que intentan hacer una putada y les sale siempre mal. Rafael es así: seductor, ambicioso, egocéntrico, encantador. Se ha educado viendo documentales en la tele y aspira a vivir en un mundo perfecto, a su medida", contó el realizador.

El mundo perfecto de Rafael se traduce en una tienda por departamentos. Rafael está a cargo de la sección damas, a la cual transforma en un universo donde reina la armonía, según sus propios márgenes. En ese feudo todo se ajusta a su idea de perfección: la música adecuada, la temperatura, la decoración, las clientas elegantes y las vendedoras hermosas.

Sólo hay dos cosas que perturban la armonía. Una es Lourdes, una de las vendedoras. No se sabe cómo esa criatura pudo infiltrarse en ese mundo idealizado. Y Rafael, atento a los detalles, no tiene piedad en hacerle notar lo extraña que resulta su vulgaridad en ese paraíso. Para Rafael ella tiene ambiciones estrechas. Además es fea. Pero Lourdes tiene planes. La otra contrariedad es el veterano y muy profesional encargado de la sección caballeros que amenaza con arrebatarle el puesto y al cual Rafael mata por accidente.

Según declaró De la Iglesia, las grandes tiendas de su infancia y los shopings actuales siempre le resultaron un microcosmos ideal, una representación de cierta seguridad donde todo funciona a medida de las exigencias del cliente. Para el realizador, que también declaró su dolor ante la decepción que le provocó descubrir cómo funciona realmente el mundo, no hubo nada tan tentador como perturbar un universo de perfección artificial.

"De pequeño -contó- íbamos a los centros comerciales a pasar el día. Chequeábamos todas las secciones. Nos paseábamos por los pisos de exposición como si fuesen nuestras habitaciones. Aquello representaba el paraíso, el mundo perfecto, con todo al alcance de la mano. Nos daba seguridad. Todos hemos fantaseado alguna vez con quedarnos una noche en un centro comercial, probando todas las camas. Era como visitar un sitio perfectamente ordenado, donde no podía concebirse la noción de caos", aseguró.

De acuerdo a lo que confesó el director, dolor y cinismo van de la mano como acción y reacción a la decepcionante imagen que adquirió el mundo con los años. Así lo refleja en todas sus producciones. "Con la edad -confesó- siento que pierdo la razón, o quizá sea al revés, que todo se deforma grotescamente a mi alrededor. Tampoco me importa en exceso. Soy un idiota rodeado de una tempestad de ruido y de furia, como plantea el personaje. Hace mucho que no creo en nada, y eso me confunde. El mundo no es como me lo imaginaba. Me lo imaginaba mal, pero es muchísimo peor, Eso me provoca diversos sentimientos, todos malos. Envidia, rencor, dolor, mucho dolor".

Sin embargo, De la Iglesia logra poner distancia de su frustración con ficciones distorsionadas: "No puedo olvidar que hace mucho tiempo, en una galaxia realmente lejana, yo creía en algo. Y ese recuerdo me hace creer en la comedia, como una especie de expiación o redención de los males, algo que no explica ni justifica, pero por lo menos mejora la existencia, o la hace más o menos soportable. Si nos van a cortar la cabeza, que sea sonriendo", sentenció con una buena dosis de oscuro optimismo.
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