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 domingo, 09 de enero de 2005  
Interiores: Sueños premonitorios

Jorge Besso

En el inicio del siglo XX se produce también el gran inicio de la obra de Freud, ya empezada unos años antes, pero indudablemente es con la célebre "Interpretación de los sueños" de 1900 que comienza a abrirse camino una nueva disciplina: el psicoanálisis. Después de 100 años de aquellos comienzos y de aquel libro, que en algunas traducciones aparece titulado como "Ciencia de los sueños", se puede ver que en esos inicios del siglo estaban en juego las más grandes expectativas, en especial con respecto a la ciencia, pero tal vez las expectativas no fueran menores con respecto a lo humano en el sentido de que el progreso de la ciencia redundaría inevitablemente en un progreso de lo humano que, después de todo, era el productor de dicha ciencia. Nada más lejos.

La ciencia progresó tanto, o mucho más de lo esperado, pero semejante salto hacia delante no se llevó consigo al humano que aún sigue instalado en una mezcla inestable de luces y sombras, tan capaz de irradiar la vida como de desparramar la muerte. A 105 años de aquellos inicios lo humano y los humanos siguen siendo imprevisibles, y los efectos de la ciencia también.

El progreso en tantas áreas no necesariamente implica evolución ya que no combate la injusticia, ni la mitiga sino que más bien la profundiza. La vida sigue siendo incierta, a pesar de que los humanos actualmente en circulación y pertenecientes a algunos de los segmentos posibles del mercado, cuentan con un listado interminable de especialistas que lo ayudan en los padeceres cotidianos y no cotidianos. Pero nada más difícil que la incertidumbre.

El problema con la incertidumbre no es tanto que sea mala o negativa, sino que por lo general no se la soporta. El tío o la tía no sólo quiere saber si es amado, sino que además demanda saber si lo será siempre, aún sin saber si por casa la cosa será tan fiel a la fidelidad que se pretende del otro. Como se sabe el único remedio contra la incertidumbre es la certeza. Y la certeza es lo único que no se compra.

Con dinero se puede comprar amor, aunque no sea de la mayor calidad o aunque no cumpla con las normas Iram (aún así no deja de ser una forma de amor). Del mismo modo que el dinero hace o ayuda a la felicidad, según al refrán al que uno se suba. Pero comparando ambos inicios de siglo, el XXI sigue tan en deuda respecto a encontrar certezas como el XX, y ni siquiera Bill Gate con tanta información, tanto dinero y tanto poder puede estar a salvo de irse a dormir tranquilo y despertar angustiado y a la angustia.

Bien mirado, el dinero contribuye en forma decisiva a una vida confortable, pero en definitiva no aporta certezas, en cambio en este sentido la miseria es mucho más generosa a la hora de aportar certidumbres, ya que los que ni siquiera pueden apostar a ser pobres saben con certeza que morirán con hambre, y no de hambre, ya que el hambre no es precisamente lo que les falta.

Para todos los demás, es decir ricos, pobres y clase media, para los señores del poder, para los habitantes de la ciencia o para los artistas los sueños suelen ser una fuente de búsqueda de respuestas a los interrogantes que pueblan las incertidumbres, y en este sentido los llamados sueños premonitorios ocupan un lugar estelar ya que representarían una fuente de información única, una suerte de bola de cristal personal a la que echándole un vistazo, aunque más no sea de cuando en cuando, podríamos anticipar lo que nos depara el destino.

Pero, con toda probabilidad, todo esto no es más que una ilusión innecesaria y hasta en cierto sentido perniciosa puesto que para que los sueños premonitorios nos pudieran alertar sobre el porvenir, dicho porvenir debería ya estar trazado tal cual un plan divino diagramado en las alturas y al que la humanidad despertaría cada día, incluyendo las catástrofes. Pero tal vez no habría que abusar de Dios, y si pudiéramos conseguir al menos una disminución de la omnipotencia divina, tal vez se podría ir logrando una disminución de la omnipotencia humana ya que pertenecen a la misma estofa.

El abuso de Dios está directamente vinculado con el abuso de una hiper categoría: la determinidad. No sólo todo está determinado, sino que se "piensa" que lo está previamente. Hasta el saber popular se pliega a esta super categoría de la determinación cuando sentencia: "Todo tiene que ver con todo". Todo un abuso. El abuso de pensar siempre en términos de causa y efecto, pero de causas con efecto ya incorporado como producto del plan divino, en el sentido de un matrimonio de toda la vida entre la causa y su efecto correspondiente.

La otra cara del "todo tiene que ver con todo" es el trágicamente célebre: "por algo será", tan extendido durante el Proceso. En cuanto a los sueños, que a la ciencia siempre le parecieron un material psíquico descartable, el psicoanálisis les encontró un sentido que no siempre es fácil de desentrañar, ni siempre posible. Pero lo que es seguro es que forman parte del enorme trabajo psíquico de todos los días, diurno y a veces nocturno.

Pero no anticipan el porvenir por la sencilla razón de que está por-venir. Hay sueños que se anticipan a situaciones que, o bien preocupan mucho como puede ser el caso de los exámenes, o bien ilusionan mucho como puede ser el caso de los viajes. Pero cada día que se inicia no está trazado de antemano, más bien los días se van trazando, y en esa traza estamos implicados en lo que nos toca y en lo que tocamos en una mezcla en la que son imprescindibles tanto las repeticiones como las novedades.

Tratar de adivinar o de conocer el futuro es una vieja aspiración humana, pero que como tal es una aspiración muy menor: es dar por sentado que el futuro ya está trazado y uno mismo es el dibujo de una mano prodigiosa, lo que hace que tantas veces sea más cómodo el sometimiento que la libertad.

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