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 domingo, 26 de diciembre de 2004  
Lecturas
Historias de un Luthier

Pedro Squillaci / La Capital

El nombre de Daniel Rabinovich está asociado casi como una marca con Les Luthiers, esa agrupación de instrumentos informales que impuso un humor con estilo, crítica e ironía con un nivel superlativo de calidad. Rabinovich fue el que supo poner el toque popular, el que se animaba a una expresión que lo asimilaba más al hombre de la calle y que contrastaba de maravillas con los otros integrantes supuestamente de una estirpe un tanto más clásica e intelectual. Ese mismo Rabinovich es el que se larga a escribir "El silencio del final. Nuevos cuentos en serio", a manera de secuela de "Cuentos en serio" editado en 2003. Claro que, a la hora de volcar sus reflexiones, el autor tuvo momentos felices y otros no tanto que redondearon un resultado algo desparejo y cargado de lugares comunes, pese a que se nota que los relatos fueron escritos a corazón abierto.

La idea originaria de este libro de cuentos breves fue interesante. "Al ser breves sabemos que se van a leer de una sentada", adelantó el autor en el prólogo. Y algo de eso hay. Los relatos suman pocas páginas, y en algunos casos basta para demostrar momentos de profunda intensidad, alegría o tristeza.

Eso sí, aquel que espera desternillarse de la risa se equivocó de libro. No porque algunos textos carezcan de situaciones graciosas sino porque los cuentos no son esencialmente de humor. Así de simple.

Rabinovich apuesta a un registro autobiográfico. Pero puede saltar de un plumazo de un relato demoledor acerca de su padre en el lecho de muerte a hablar de la transpiración que le provoca Buenos Aires en los días de humedad. Quizá sea interesante para los amantes de los textos versátiles, pero al lector medio cuanto menos lo dejará desorientado.

Quizá lo mejor del libro esté en "Kemmersito", la historia que cuenta el derrotero del nieto de Hischl Kemmer desde que era un desastre en el colegio hasta que se convirtió en director estable de la Sinfónica de Nueva York. El golpe de gracia del luthier escritor fue utilizar un formato con secuencias, que alternaba presente y pasado dejando la sorpresa para la última palabra.

La forma narrativa no es tan efectiva, en cambio, en "Estilista", en donde abusa de los diálogos para contar un relato con tintes policiales y remata asumiendo el rol de interlocutor, pero de un modo un tanto confuso.

En esencia, los mejores momentos del libro pasan por las instantáneas, en las que intervienen algunos nombres famosos o simplemente en las que afloran historias de amigos de la vida. Por esas páginas transita algún encuentro con el trompetista de jazz Arturo Sandoval o anécdotas con el humorista español Miguel Gila.

Cuando Rabinovich elige la palabrota para reflejar una reacción natural ante una situación cotidiana queda la impresión de que no se trata de la mejor elección posible. Quizá pretendió darle un rasgo de naturalidad y frescura, pero por lo general cayó en groserías innecesarias que terminaron debilitando el resultado final.

No es la primera vez que un artista que se destaca en un rubro elige otro camino para expresar su sentir. Y no está mal que siga ocurriendo. Pero en este caso, Daniel Rabinovich se disfruta mucho más arriba del escenario.
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Daniel Rabinovich (centro) publicó su segundo volumen de relatos.

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