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 domingo, 26 de diciembre de 2004  
Necesidades humanas

El hombre, a lo largo de la historia, tuvo necesidades que tendió siempre a satisfacerlas. Más allá de las necesidades básicas, vivienda o vestido con el tiempo fue adquiriendo nuevos productos de confort que le ayudaron a vivir mejor como luz eléctrica, teléfono, televisión, y que le permitió una vida cada vez más cómoda. Sin embargo, hoy en día, está cubierto de nuevas necesidades aunque estas carencias son más superficiales que las de hace unos años. Pero ¿quién determina cuán profunda es una necesidad? ¿Quién puede definir que es tenerlo "todo"?

Néstor García Canclini, antropólogo contemporáneo, en su libro "Consumidores y ciudadanos", plantea que las luchas entre generaciones acerca de lo necesario y lo deseable muestra otro modo de establecer las identidades y de construir lo que distingue a los hombres dentro de la sociedad.

Hasta hace unas décadas se estaba conforme con lo que se tenía o se podía conseguir gracias al esfuerzo personal. Hoy, las transformaciones constantes en la tecnología, en el diseño de objetos y el proceso de globalización han transformado al ciudadano en un mero consumidor. Esta internacionalización de culturas hace que se abran las fronteras geográficas y que todos accedan e incorporen los mismos bienes, materiales y simbólicos.

La globalización supone una interacción de actividades económicas y culturales, donde parecería que "todos" acceden a "todo". Sin embargo, este movimiento sólo ha llevado al hombre a una cultura de lo efímero en la cual las cosas fluyen a gran velocidad, generando un gran vacío y nuevas necesidades a satisfacer.

El consumo de lo innecesario se ha transformado en un proceso ritual que ha llevado al hombre a darle importancia a ciertas cosas materiales, y otorgarle un significado inédito con prácticas sociales que son sustentadas desde la sociedad. El hecho de comprar objetos y asignarles un lugar en la casa o en el cuerpo le ayuda a establecer un orden donde no lo hay. El consumismo extremo estaría reemplazando espacios que el hombre ha dejado de ocupar.

La posmodernidad, sosteniendo una cultura de la imagen en la que varones y mujeres valorizan el cuerpo como mercancía y avalando el tener por sobre el ser, donde se es alguien en la sociedad en tanto se tiene tal o cual auto, se vive en tal o cual barrio o se usa tal o cual ropa hace que se sigan reproduciendo prácticas que sustentan la idea de consumidor. La calidad de vida se reduce al consumo de cierto modo de vida.

Cabe preguntarse si esto conforma al hombre que es quién trabaja de sol a sol por conseguir tener lo que la sociedad le dictamina que debe tener ya que el consumo no es algo individual o privado, sino que actúa dentro de una cultura y está afianzado por las instituciones que lo constituyen.

No está mal querer vivir mejor, esto es, tener la comodidades para una vida más confortable: aire acondicionado, calefacción, vacaciones que permitan un tiempo de ocio o lo que cada uno crea que necesite. Ahora bien, es cada uno quien debe establecer las prioridades en su propia vida, de lo contrario sólo será una carrera contra todos y contra nadie que el hombre nunca podrá superar o sólo podrán hacerlo unos pocos.

La carrera deberá ser con uno mismo, con elecciones diarias, con demandas, pero también con deseos que se puedan satisfacer con consumo, pero como medio para vivir mejor y no como fin en sí mismo. La responsabilidad individual será la base para convertirse en sujetos críticos capaces de elegir lo que más le conviene a cada uno.
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