Año CXXXVII Nº 48578
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 domingo, 21 de noviembre de 2004  
[Lecturas]
El pensamiento de lo imposible
Ensayo. "El amor puro de Platón a Lacan", de Jacques Le Brun. Ed. Literales - El cuenco de plata, Buenos Aires, 2004, 442 páginas. $ 59.

Gilda Di Crosta

El amor puro, un amor único y verdadero, apartado de cualquier recompensa y de cualquier interés propio, encuentra su validez y legitimidad en la perfección de una pérdida de sí y ocasiona por lo tanto la pérdida del amor e incluso la pérdida de Dios. Un amor fundado así en la imposibilidad centra su carácter paradójico en el origen mismo de su teorización. Es decir, el concepto del amor puro conduce a la teorización de su propia destrucción.

Jacques Le Brun comienza su recorrido histórico por los intentos para pensar ese amor en la querella del amor puro a fines del siglo XVII, acontecimiento que constituyó uno de los últimos grandes debates en la historia del cristianismo. Fénelon y Mme. Guyon proponen al amor puro como modelo del amor cristiano. El papa Inocencio XII condenó mediante la epístola Cum alias del 12 de marzo de 1699 las proposiciones que Fénelon expuso en el libro "Explicación de las máximas de los santos" (publicado en 1697). Dicha condena quería poner fin a los debates y dirigía su censura a un texto que no solamente describía y daba cuenta de experiencias espirituales o estados desinteresados sino que también pretendía explicarlos y constituirlos en objeto de una teoría. Por su parte, Fénelon, en busca de pruebas y justificaciones para defenderse de los adversarios que lo acusan de "novedad" e incluso de herejía, recupera un corpus de textos espirituales que se remontaban hasta la Antigüedad. Dicho recurso de construcción textual para su "defensa" es la misma operación empleada por la teología moderna, y en general la ciencia de los textos y las investigaciones históricas de la modernidad.

En este sentido, Le Brun analiza a Fénelon no meramente por su posición central en el debate sino por su "modernidad" a la hora de constituir un sistema teórico. A su vez, reconstruye esa "especie de montaje histórico" de las figuras del amor puro cuyas fuentes se encuentran en el archivo común de la cultura occidental: un diálogo de Platón sobre el tema del amor, personajes como Alcestis o Decius Mus, la reflexión de San Agustín sobre las categorías del uso y del goce entre las que se articula la acción humana, la figura de Griselda en Bocaccio, Petrarca o en Perrault.

Una vez expulsada del campo de la teología, la idea de un amor puro exento de todo interés, no desapareció sino que fue retomada en otros ámbitos tales como la literatura -en especial la novela-, la filosofía y, posteriormente, el psicoanálisis. Este desplazamiento implicó cambios en la concepción del amor puro, y así transformado puede reconocerse, según Le Brun, en las obras de Kant, Schopenhauer, Sacher-Masoch, Freud y Lacan.

Estas "nuevas" tentativas teóricas sobre dicha noción no hacen más que multiplicar las preguntas y las dificultades para elaborar una síntesis teórica. Por esta razón, el autor prefiere hablar de "configuración" en el sentido de "figuras sucesivas y parciales cuya reunión y cuya organización vuelven legible lo que sería un amor puro, sin que necesariamente se demuestre algo o se forme un sentido. Tales figuras son ejemplos, en el sentido medieval y moderno de la palabra, imágenes parlantes que hablan junto a la teoría y que hacen ver lo que no puede ser elaborado o sostenido dentro del rigor del razonamiento". Agrupación de figuras que parecen tener un rasgo común: la resistencia a la explicación y la exigencia de glosa.

Lacan, dentro de la serie cronológica, no sólo constituye el punto de llegada de esta investigación sobre la configuración del amor puro sino que además permite iluminar otra lectura de su concepción clásica gracias a las nociones de goce, deseo y transferencia. Es decir, el discurso lacaniano no se impone como una verdad reveladora ante la pregunta de si es pensable un amor puro sino que se inscribe en el mismo movimiento reflexivo sobre el amor que se resiste a ser teorizado dentro de un sistema cerrado.

La naturaleza paradójica del amor puro, un amor que encuentra "su goce en la ruina de todo goce", busca su forma de expresión. La urdimbre de textos que desde distintos ámbitos -teología, filosofía, psicoanálisis- han dejado las reflexiones sobre el amor, no constituyen de ningún modo formas de respuestas; más bien constituyen el movimiento de una búsqueda que responde con su propia interrogación. En otras palabras, el amor puro escenifica la afirmación de su propia negación y, de ese modo, pone en movimiento el pensamiento de lo imposible.
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