Año CXXXVII Nº 48578
La Ciudad
Opinión
Política
Información Gral
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Educación 20/11
Campo 20/11
Salud 17/11
Autos 17/11

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 21 de noviembre de 2004  
Perfiles
El narrador de la espera y el silencio
La reedición de "Absurdos" pone de relieve a uno de los grandes escritores de la literatura nacional

Osvaldo Aguirre / La Capital

Antonio Di Benedetto (Mendoza, 1922 - Buenos Aires, 1986) se mantuvo siempre distante de los sucesivos cambios y promociones del sistema literario argentino. Ajeno a supuestas revelaciones, hostil a textos "consagratorios", construyó en soledad de provincia una obra narrativa tan singular en sus asuntos e interrogantes como notable por su factura. Ese trabajo, que recién comienza a ser valorado en su verdadera dimensión, mantiene intactos sus logros, mientras gran parte de los textos que lo ocultaron a la atención de la prensa y de la academia se revela como hojarasca que ha sido barrida por el simple transcurso del tiempo. La reciente edición de "Absurdos" (Adriana Hidalgo Editora), una colección de cuentos escritos en su mayoría en el exilio, significa una ocasión para explorar su obra.

La novela "Zama" es el título más conocido de Di Benedetto, por razones comprensibles: se trata de una obra mayor del arte narrativo. Su publicación original se produjo en 1956 y luego tuvo varias reediciones. Antes y después, el escritor dio a conocer otras cuatro novelas y varias colecciones de relatos.

Di Benedetto remitió su formación como narrador a la maduración de experiencias vividas en la infancia. Su padre, dijo, le impuso las primeras lecturas y, a través de su dedicación y sus experimentos en una huerta familiar, el amor por la tierra. Así nació en el hijo el propio ánimo sembrador, volcado a la literatura y bajo el principio "de que se siembra en una tierra cuidada, alimentada por el agua y por el sol". La madre, a su vez, trasmitió el hechizo de la narración oral y la pasión por el acto de contar. "Más tarde -recordó el escritor- me apliqué a desentrañar en qué residía el interés de sus relatos. Se me hizo clara su técnica, incluso para los finales". Un registro de esta herencia se encuentra en "El juicio de Dios", uno de sus mejores relatos, presentado como "el cuento de Sarita, mi madre" y que forma parte de "Absurdos".

En 1953 publicó su primer título, "Mundo animal". En esta colección de cuentos presentó algunas de sus preocupaciones persistentes: "el libro -declaró- lleva propósitos moralistas y es una convocatoria, con intermediaciones de crueldad y horror, a la meditación sobre la perfectibilidad del ser humano". La reflexión sobre problemas de moral se convirtió en una obsesión de su escritura. Sin embargo, no le interesaba plantear una discusión en términos conceptuales sino explorar un solo motivo, a través de múltiples variantes de composición: la responsabilidad que le cabe al hombre por sus actos, y en especial aquellos que muestran aspectos miserables y mezquinos de su ser. Tal cuestión aparece elaborada en términos de culpa, y en consecuencia de angustia y dolor.

Sin embargo, Di Benedetto nunca tuvo una filosofía ni escribió para ilustrar tal o cual tesis. Tampoco adscribió a un género literario determinado. Hay en su escritura una apropiación de recursos de lo fantástico por completo extraña a los usos convencionales. Los sueños y los espejos, algunos de sus símbolos recurrentes, no aparecen con el sentido de manifestar desdoblamientos de personalidad, o revelaciones de verdades recónditas, sino como zonas donde los personajes encuentran puntos de fuga, tanto hacia el descanso y la reparación como hacia las pesadillas más crueles.

Di Benedetto construyó una narrativa singular por su sintaxis, por su ritmo y hasta por su disposición visual. Un primer registro de sus propósitos innovadores se registra en "El pentágono" (1955), una "novela en forma de cuentos" que declara su hartazgo por la literatura realista. Apartado y neutral respecto de las modalidades regionales y coloquiales cristalizadas, el lenguaje de su escritura propone una sobriedad que raya en el hermetismo y se resuelve como intensidad en "Zama", su trabajo siguiente.

La novela está dedicada "a las víctimas de la espera". Una condición que sufre el propio protagonista, Diego de Zama, funcionario real olvidado en el Paraguay colonial del siglo XVII. La narración despliega una espera múltiple: del amor, de un traslado y en definitiva de ser. Apenas iniciado, el relato se demora en la descripción de un mono muerto, que va y viene aferrado a los palos de un muelle. El detalle proporciona un reflejo microscópico del conjunto y de su forma: lejos de figurar una superficie llana, la narración se arremolina y abisma en parábolas, descripciones, historias breves.

La historia personal, y en particular su actividad en el periodismo (en el diario Los Andes, de Mendoza), funcionó como sustrato en otra de sus grandes novelas, "Los suicidas" (1969). "En la rama paterna de mi familia -dijo Di Benedetto- imperaba el drama: suicidios repetidos en todas las etapas". El narrador es justamente un periodista cuyo padre se suicidó a los treinta y tres años, edad que él mismo cumple en el último capítulo. Su jefe de redacción le encarga una serie de notas sobre el tema, que se transforma en una investigación antropológica del acto suicida, "privilegio de la absurda condición humana". Los discursos (filosóficos, religiosos, históricos) que sustentan o invalidan tal acto son los que quiebran esta vez la linealidad del relato, además tramado en la composición de varias historias paralelas. El ambiente del periodismo apareció luego como tema central en "Sombras nada más" (1984), su trabajo final, resentido por la cárcel y el exilio.

El 24 de marzo de 1976, el mismo día en que se produjo el último golpe militar que asoló la Argentina, Di Benedetto fue detenido en la ciudad de Mendoza. No tenía ningún tipo de actividad política; resultó encarcelado por venganza personal de un jefe de policía. Deambuló por varios campos de concentración, sufrió torturas y simulacros de fusilamiento. No podía escribir, ya que los carceleros destruían sus papeles; para salvar sus cuentos, escribió cartas a su amiga Adelma Petroni, en la que los hacía pasar por sueños. Once de esos relatos integran "Absurdos", publicado en 1978 en España. Sus padecimientos quedaron documentados en textos incorporados en "Cuentos del exilio" (1983).

En septiembre de 1977 recuperó la libertad. Se radicó en España y luego en Estados Unidos. En 1984 regresó al país, sin reponerse de la traumática experiencia de la cárcel. Sus últimos cuentos parecen esbozos o borradores abandonados, y en "Sombras...", al margen de algunos núcleos donde asoma su escritura incomparable, se aprecia la ejecución fallida de algunos de sus temas predilectos y a la vez una crítica despiadada de la actividad periodística.

La muerte de Di Benedetto, ocurrida el 10 de octubre de 1986, hizo que la prensa se ocupara nuevamente de él, para devolverlo luego al silencio que rodeó a gran parte de su obra. Pero el silencio era, para él, "una forma de protesta y una coraza contra el golpe ajeno", y allí hizo sonar palabras que son imborrables para sus lectores.
enviar nota por e-mail
contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados