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 sábado, 20 de noviembre de 2004  
Dos grandes maestros premiaron a unos setenta pequeños escritores
Saramago y Giardinelli hablaron con los chicos de todo el país que ganaron un certamen literario

Carina Bazzoni / La Capital

A Tamara Levinson le temblaron las piernas cuando el escritor José Saramago la estrechó en un abrazo. La estudiante chaqueña de 14 años ganó ayer el primer premio del concurso de literatura realizado por el Ministerio de Educación de la Nación con un minucioso relato de la vida de una mujer judía en un campo de concentración. Su cuento se llama "Libertad". Unos minutos antes, el premio Nobel de literatura se había referido a esa misma palabra. "Escuchaba el Himno Nacional Argentino -dijo- y me preguntaba si durante la dictadura se seguía cantando. Y como sé que fue así pensé que hay que tener mucho cuidado con las palabras. Porque en ese tiempo, la palabra libertad tenía dos sentidos: para ellos era libertad para matar y para torturar. Los que contra ellos luchaban la usaban para resistir, para salvar la dignidad del pueblo argentino. Las palabras no son ni inocentes ni impunes. Hay que tener muchísimo cuidado con ellas".

Unos 70 chicos, representantes de todas las provincias del país, lo escuchaban atentos. Habían llegado hasta Rosario para recibir las distinciones del Certamen Nacional de Escritura 2004, otra de las actividades paralelas que se organizaron en el marco del Congreso de la Lengua.

Y cuando ingresaron al salón de actos del Normal Nº2 (Balcarce y Córdoba), se enteraron que recibirían esta distinción, nada menos, que de las manos de Saramago y Mempo Giardinelli.

Lo que no imaginaban es que, al final del acto, los dos escritores los aplaudirían de pie. Ni que el autor de "Ensayo sobre la ceguera" se vería tentado de llamarlos hermanos "cosa que no podría ser porque yo tengo 82 años y ustedes 14 o 15", aclaró; o que Giardinelli les advertiría -casi como un reto- que "un pueblo que no habla bien su lengua lee poco, si lee poco no accede al conocimiento, y si no accede al conocimiento está condenado a embrutecerse y a votar a sus verdugos".

Cosas como estas marcaron sutiles diferencias e hicieron de un típico acto escolar -con abanderados, himnos y discursos de maestros y funcionarios- un acto memorable.

Los chicos lo entendieron así. "Estoy feliz, orgullosa y realmente muy emocionada", aseguró Tamara después de recibir su premio. No era para menos, su cuento había sido uno de los tres seleccionados entre los 3 mil que llegaron al concurso. "Pero el gran regalo fue que el diploma me lo diera una persona así (por Saramago)", remarcó la alumna de primer año del secundario del Colegio Nacional de Resistencia (Chaco).

Y no fue la única. Ricardo Vieytes, de 11 años, había llegado desde Puerto Madryn (Chubut) con un cuento sobre una bruja de humo que lograba salvar al mundo de una maldición mágica. Y fue el único que se animó a darle una copia de su relato a Saramago. "Lo hice porque me gustó lo que dijo del vocabulario, de que tenemos que saber usarlo, porque si no conocemos las palabras no se pueden aprender cosas ni siquiera pensar", comentó.

Laura Canavay, una sanjuanina de 14 años, rescató en cambio algunas cosas que el escritor contó sobre su niñez, en una familia pobre, donde la mayoría eran analfabetos. "Pero él no se quedaba ahí, trataba de buscar la forma de leer algún libro, y eso es muy valioso", destacó la joven escritora que participó del concurso con un cuento sobre el origen del nombre del departamento donde vive, Jáchal, a 200 kilómetros de la capital de San Juan.


Defender la palabra
Los pibes se llevaron del acto el compromiso de seguir defendiendo las palabras, reflexionar sobre ellas y por supuesto leerlas, escribirlas, sentirlas y disfrutarlas. Sus profesores, en tanto, la tarea de despertar amor por el conocimiento y la lectura.

"Por favor no repitan las palabras por inercia -pidió Saramago-, porque eso es mortal. No inmediatamente en el cuerpo pero sí en el espíritu. Pensamos con palabras y tanto mejor pensamos cuanto más palabras dominamos y sentimos", dijo el escritor.

Giardinelli llamó a tomar conciencia "de que podemos perderlo todo, pero sólo si perdemos la lengua estaremos perdidos. Nuestra tarea es recuperar esta extraordinaria lengua que tenemos, hablarla mejor, leer más, cumplir sus reglas y terminar con la impunidad, también de la palabra", dijo.

Al final de la ceremonia, y después de aplaudir un largo rato de pie, alumnos y maestros se agolparon sobre el escenario, saludaron a Saramago y le pidieron autógrafos, algunos portando "El evangelio según Jesucristo" o "La caverna", otros en libros de Julio Cortázar, en los mismos diplomas del concurso o en pequeños papelitos.

"¿Sabe que los chicos no se van a olvidar nunca más de esto, de su presencia en la escuela y de lo que dijo?", le preguntó alguien al escritor.

"Eso me halaga muchísimo, pero lo más importante de todo es que tantos niños estén aquí para recibir un premio por su aplicación al trabajo y al estudio. Eso es para Argentina lo más destacable", contestó Saramago.
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Los ganadores recibieron su premio ayer.

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