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 jueves, 18 de noviembre de 2004  
Editorial:
Los acuerdos con China

Tras varias semanas de incógnitas, anuncios desmentidos y novelas millonarias, la Argentina y China suscribieron importantes acuerdos comerciales en un marco racional propio de las relaciones internacionales. Las increíbles filtraciones a la prensa de supuestos pagos de la deuda externa argentina a cambio de materias primas o inversiones cortoplacistas de cifras inimaginables quedaron desestimadas tras el encuentro entre los presidentes de ambos países.

Los convenios bilaterales con el gigante asiático son muy importantes y se extenderán a lo largo de una década en materia de transporte, turismo, vivienda, comunicaciones y petróleo. La visita del mandatario Hu Jintao le puso seriedad a la cuestión: ningún país, por más generosos que sea, hace las veces de mecenas de otro situado casi en las antípodas del planeta.

China es una nación con más de 1.200 millones de habitantes que desde hace una década crece a un ritmo cercano al 10 por ciento. Todos los analistas internacionales aseguran que en el próximo lustro estará entre las primeras potencias mundiales. Con una economía mixta y un comunismo aggiornado a la aldea global del siglo XXI, los chinos vienen logrando con éxito sacar de la pobreza a millones de habitantes, que hoy demandan alimentos, servicios y tecnología. No es casual que las principales empresas europeas se anticiparan a las nuevas relaciones de fuerza en la economía mundial y hayan instalado sucursales en el territorio asiático.

Por eso, la estrecha relación entre la Argentina y China debe leerse como un paso auspicioso para el país, pero que seguramente tendrá contraprestaciones en el orden comercial. No se puede esperar que tras anuncios de inversiones por casi 20 mil millones de dólares en el término de 10 años sólo la Argentina obtenga beneficios. China es una potencia que necesita del campo argentino, de sus industrias y de su materia prima. Pero también intentará colocar en el país los excedentes de sus exportaciones al hemisferio norte y a Europa.

Todo acuerdo comercial se encamina a beneficiar a las partes y no sólo a una, como ingenuamente se pensó en un primer momento cuando se anticiparon los alcances de las inversiones chinas en el país.

Más allá de todos los cuestionamientos y desprolijidades que rodearon al caso, el paso dado por el gobierno para acercarce a China es estratégico y muy importante a mediano y largo plazo.
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