La Capital
edición especial
      martes, 16 de noviembre de 2004  
De puño y letra
Capital de la lengua
El Congreso

La descentralización tan temida
La elección de Rosario como sede del Congreso tuvo que superar oscuros recelos

Paola Irurtia

La posibilidad de que la ciudad de Rosario fuera la sede del III Congreso de la Lengua Española despertó emociones contrapuestas. Mientras los ojos rosarinos pusieron un interés mayúsculo en la elección, el lobby porteño hizo sentir su recelo. La idea de organizar un encuentro de trascendencia y envergadura fuera de Buenos Aires requirió del trabajo conjunto de muchos referentes culturales y políticos, ya que ni siquiera el apoyo de las entidades organizadoras, y hasta del Rey de España, parecían alcanzar para quitar los ojos de la ciudad donde se dice que Dios atiende a pesar de estar en todas partes. Las dudas volvieron una y otra vez, hasta que a principios de este año, las autoridades políticas denunciaron "una campaña" iniciada en Buenos Aires contra la ciudad sede del encuentro.

Rosario contó, desde el principio, con un gran apoyo. "En España, todo el mundo quiere que se haga aquí", aseguró junto a las primeras noticias el cónsul de ese país en Rosario, Juan Ignacio Alvarez Gortari. Pero en la misma charla admitió que "la pelota, está en Buenos Aires".

Que el país fuera la sede luego del encuentro realizado en Valladolid, España, había sido confirmada varias veces. Primero, en el gobierno de Fernando de la Rúa y luego, en el de Eduardo Duhalde, el primero en reunirse para su organización con el titular de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha.

A favor de Rosario contaba que ninguna de las otras dos sedes -a la de Valladolid, en 2001 le precedió la primera en Zacatecas, México, en 1997- se hubieran celebrado en ciudades capitales. Y que la ciudad fue considerada como la más apta para albergar "tanta gente y tanto evento" entre las ciudades "con huella española", según definió Alvarez Gortari.

Para entonces, en junio de 2003, la idea contaba con el apoyo de los dos grandes organizadores del encuentro: la Real Academia Española y el Instituto Cervantes. También con el del Ministerio de Asuntos Exteriores, cuyo director general de Relaciones Científicas y Culturales, Jesús Silva, fue cónsul en Rosario, donde tuvo una activa participación en la vida cultural.

Unos días después, el titular de la Federación de Asociaciones Españolas de la Provincia de Santa Fe, Dionisio Sejudo, salió a defender con potencia que Rosario fuera la sede del Congreso. No sólo exigió que concejales, diputados, senadores y la Universidad salieran a defender a la ciudad frente a la macrocefalia porteña. "Toda España quiere que el Congreso se haga en Rosario: la Real Academia, el Instituto Cervantes, Jesús Silva, y hasta el propio rey... En una palabra, todos quieren que se haga en Rosario, menos Buenos Aires", dijo.

Al final de tres virulentas semanas, entre declaraciones y reuniones de funcionarios y referentes políticos locales y nacionales, llegó el anuncio oficial de que el Congreso se haría en la ciudad. "Por expresa decisión de la Secretaría de Cultura de la Nación, Rosario fue elegida sede del Congreso", anunciaron los voceros.

A pesar de que la organización se adelantaba, con reuniones y visitas de delegaciones oficiales de España, subsidios asegurados, compromisos empresarios, las sombras de las dudas permanecieron. Ni siquiera se pudieron ahuyentar con la andanada de obras que invadió la ciudad para la preparación del encuentro. El escepticismo llegó a ser motivo de una encuesta.

En los primeros días de septiembre, la opinión del secretario General de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López Morales, volvió a sacudir fantasmas. Su comentario arrancó la confesión de la subsecretaria de Cultura de la Nación, Magadalena Faillace, quien denunció "una campaña en contra" del III Congreso de la Lengua. Y el intendente Miguel Lifschitz apuntó: "Hay sectores que tienen celos, porque no se realiza en Buenos Aires". A veces las ideas de descentralización se pregonan con entusiasmo, pero cuando llega el momento de llevarlas a la práctica empiezan los obstáculos.


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