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 domingo, 07 de noviembre de 2004  
¿Quién lo hizo? Falta de mérito para los tres detenidos en el lugar y en el momento del ataque a Luciano Palos
La brutal agresión a un arquero en un motel se queda sin responsables
Al jugador de Newell's Old Boys lo mandaron al hospital, le rompieron el auto y le robaron cosas. Si las personas imputadas no fueron las culpables, no queda claro qué hacían en el hotel en esa circunstancia

Hernán Lascano / La Capital

La causa del despiadado ataque que padeció el arquero de Newell's Old Boys Luciano Palos en la habitación de un motel parece encaminada a no determinar nunca qué sucedió aquella madrugada. La jueza a cargo del caso le dictó falta de mérito a las tres personas que fueron detenidas dentro del alojamiento en el momento del incidente y no hay en el expediente nadie más individualizado como participante de la paliza que hace casi dos meses obligó a la internación del deportista. La resolución deja en penumbras un episodio extraño que tuvo un singular trámite judicial y que parece orientado a quedar impune. Lo más raro de todo es que personas identificadas, integrantes de un grupo familiar, irrumpieron en un ámbito privado y fueron detenidas por la policía en el mismo momento y lugar donde al jugador leproso acababan de darle una golpiza, robarle pertenencias y destrozarle el auto. Si estas personas no participaban del ataque -las actas policiales señalan que sí- la pregunta sin respuesta es qué otra cosa podrían haber estado haciendo cuando la policía los encontró junto al muchacho ensangrentado al que insultaban y que no pronunciaba palabra por la conmoción. Ellos no lo explicaron: se negaron a declarar. Ahora no hay nadie a quien imputar. Y queda el riesgo eventual y cierto de que jamás se esclarezca lo que pasó.

El 14 de septiembre a la 0.30 Palos llegó al motel 77 de Mendoza al 7700 en su Fiat Bravo rojo. El recepcionista del local, Oscar F., no vio quién acompañaba al arquero: sólo escuchó el pedido de un cuarto desde el teléfono que está fuera de la garita y le asignó la habitación 27. Unos minutos después apareció una pareja en moto preguntando si había entrado un auto rojo. La mujer -de unos 40 años, con pullóver negro y lentes recetados- afirmó que era la madre de la chica que iba en ese coche. El recepcionista les señaló que debían esperar fuera del motel. La pareja en moto, entonces, se retiró. Veinte minutos después dos autos atravesaban el playón: un Fiat 128 y un Peugeot 504. De allí bajaron ocho hombres a los que se les sumó un grupo que entró caminando. Simultáneamente a los desmanes, Oscar F. llamó al Comando Radioeléctrico.

La batahola ya sacudía todo el establecimiento. Los recién llegados casi derribaron a golpes la puerta de la habitación 27 y cuando Palos abrió fue empujado adentro del cuarto. El futbolista creyó ver a seis hombres y dos mujeres irrumpiendo por el frente y otros dos varones por una ventana lateral. No distinguió nada más que un vendaval de trompadas y puntapiés que lo derrumbó en el suelo. Consiguió escabullirse hacia afuera, saltó un portón hacia el pasillo de entrada y ahí lo emboscaron cuatro hombres que reanudaron la golpiza. Los eludió y cuando tembloroso alcanzó la calle llegaba el primer patrullero.

Era el móvil 2145 del Comando. Al bajarse, el cabo Marcelo Cabrera vio el cuerpo de un joven tirado en el suelo, inmóvil y boca abajo. Estaba con el torso desnudo, con un pantalón jogging, descalzo. Lo iluminó con la linterna y vio que tenía el rostro bañado en sangre y marcas de golpes en todo el cuerpo. Divisó a varios hombres y mujeres rodeándolo y pidió saber lo ocurrido. "Preguntale a él", le replicaron, señalando al herido. Pero Palos, obnubilado, no contestó.


Los invasores
El cabo Cabrera refirió que su compañero, el agente Pablo Ojeda, marchó a preguntarle al encargado qué había ocurrido. Este agente -que a su tiempo ratificaría su declaración en el tribunal- contó al volver que habían entrado unas 15 personas y sorprendido al hombre golpeado "con dos menores de edad" en el motel. Y que por eso lo habían atacado. Todos empezaron a dispersarse pero se quedó el que dijo ser padre de una de las menores. Era Miguel Angel F., de 48 años. A su lado estaban su mujer, Gladys B., de la misma edad, y sus dos hijos Gabriel F., de 21, y Maximiliano F., de 17. Según el agente Ojeda, todos juntos comenzaron a insultar a los policías y al mismo Palos, por lo que los trasladaron a la subcomisaría 22ª. Una ambulancia del Sies, en tanto, llevó al arquero al sanatorio Británico, donde estuvo un día internado.

No solamente hubo lesiones. El grupo que invadió el motel destrozó el techo corredizo, el parabrisas y las ópticas del Fiat Bravo de Palos, a quien también despojaron de 50 pesos y un par de zapatillas. La cantidad de delitos allí configurados -robo, lesiones de apariencia grave, daños- hicieron recalar la causa en el despacho de la jueza Carina Lurati. Pero por requerimiento de la fiscal el caso fue a un tribunal correccional. Un delito contra la propiedad es un robo, el más grave de su tipo, cuando hay violencia contra quien lo sufre. Pese a que a Palos le rompieron un diente, le causaron hematomas en el cuero cabelludo, en las regiones oculares, en la pirámide nasal, en el pabellón auricular derecho y en la rodilla izquierda, se consideró que el faltante de su calzado y de su dinero fue un hurto simple, es decir, sin violencia. Las lesiones se encuadraron como leves. Por eso intervino el juzgado correccional de Graciela Sedda.

La fiscal del caso, Graciela Argüelles, dijo a este diario que no se corroboró la figura de robo y que las lesiones no llegaron a ser graves. A simple vista, parece razonable inferir que todo el evento -el daño del auto, la paliza y el robo- formaron parte de una misma secuencia con mismos autores. Pero la fiscal y la jueza no lo consideraron así. "No le robaron las cosas en el momento del ataque, las cosas le faltaron en la habitación y la agresión fue afuera", se señaló.

Pensar el hurto como algo autónomo implica un ejercicio de difícil abstracción. Más bien, todas las conductas de los agresores parecen encadenadas y dirigidas hacia un mismo propósito. No obstante, para la jueza Sedda no hay mérito para atribuirles a las tres personas -el restante es un menor- responsabilidad en la situación. Lo que es imposible de interpretar es cómo a un sujeto se le meten en la habitación, lo muelen a golpes, le destrozan el auto, lo despojan de pertenencias y la gente que es detectada en ese momento y en ese lugar junto al herido no tiene nada que ver en el incidente. ¿Qué hacían en un lugar tan íntimo como un motel entonces? En Tribunales no lo aclararon. Pero el cabo Cabrera y el agente Ojeda dan una clave muy elocuente al respecto, y que sí está en el expediente: que los imputados le dijeron al encargado del albergue que habían ido a buscar a una chica menor que era de su familia. Y los informes firmados por el médico forense Raúl Félix Rodríguez indican que fue con notable violencia.


¿Una o dos?
Luciano Palos jugó en los seleccionados juveniles de José Pekerman y defendió 80 veces el arco de Newell's. Sin embargo había sido corrido de su puesto por Américo Gallego. Hacía tres meses que no era titular esa noche de septiembre, cuando según asegura llegó al motel de la calle Mendoza con una chica de 21 años llamada Florencia. En Tribunales adujo que a Florencia la había conocido un mes antes en un boliche. Que la noche del incidente se encontró con ella y otra chica, Soledad, en una estación de servicios de Mendoza al 6600. Palos dice que no conocía a Soledad y que, por sugerencia de Florencia, la llevó hasta su casa. Aseguró que condujo el Fiat Bravo por Mendoza, dobló unas dos cuadras sobre Donado y allí la dejó a Soledad, que bajó del auto, saludó y se retiró a su domicilio. Luego fue con Florencia hasta el motel.

Aquí surgen contradicciones de difícil digestión. La primera: si Palos había dejado a Soledad en su casa en el Fonavi de Mendoza y Donado, ¿qué propósito tenían estas personas, supuestamente familiares de la chica luego detenidos, para incursionar en el motel? La segunda: en el primer documento del expediente, que es el parte preventivo de la subcomisaría 22ª, Palos afirma que se dirigió al motel 77 "con el consentimiento de las dos chicas" y que ambas "manifestaron ser mayores de edad". El acta es la 2.988 y está firmada por el comisario principal Adrián Scardilli.

Esta nota no aspira a enfocar un episodio íntimo de Palos sino a cómo se ocupó la Justicia de una brutal agresión y escándalo público en una propiedad privada. Los dos varones desvinculados del ataque por falta de mérito son desocupados. La mujer es empleada doméstica. Sus capacidades económicas contrastan con el abogado que los representó, titular de un estudio que brinda patrocinio en base a honorarios que difícilmente pueden sufragar residentes en barrios Fonavi. El caso está lleno de curiosidades y aunque navega en contradicciones no zanjadas va camino a cerrarse sin culpables, con las lagunas descritas y plagado de sugestivas incógnitas.
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La Justicia no encontró méritos para procesar a los culpables del ataque a Luciano Palos.

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