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 miércoles, 20 de octubre de 2004

Cuando el pueblo cambió la historia

El 17 de octubre se cumplieron 59 años de aquel formidable movimiento popular que llevó de espectador a protagonista sin solución de continuidad a un amplio sector marginado y excluido del quehacer político y social hasta entonces reservado para determinados sectores minoritarios. Este desbordante hecho auténticamente popular tiene su origen en la tarde del día 16 cuando un grupo numeroso de hombres y mujeres -unas dos mil quinientas personas- se concentró en el puente de Avellaneda después de salir de su trabajo y esa noche no volvió a su casa; su decisión era ir a protestar a Buenos Aires para que el gobierno no fuera devuelto a la Corte Suprema como se rumoreaba "para resolver la crisis que soportaba el país". También, por ese motivo, algunos sindicalistas pensaban en organizar un paro general para el día 18; aunque la verdadera causa era exigir la libertad de un hombre que había sido destituido de sus cargos, detenido y confinado a la isla de Martín García por algunos militares reaccionarios que aún integraban el gobierno surgido de la revolución nacional del 4 de junio de 1943. Ese hombre, que en sus planteos los dirigentes no se animaban aún a mencionar, era el entonces coronel Juan Domingo Perón quien, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión por él creada, había hecho posible el logro de importantes conquistas gremiales y especiales en beneficio de los trabajadores y de las clases sociales menos pudientes. A las 9.30 de la mañana del 17 de octubre de 1945 el primer contingente, que ya sobrepasaba las diez mil personas, traspone el puente Pueyrredón que la policía, en un intento de detenerlos, había levantado pero sólo momentáneamente porque ya no quedaba manera alguna de impedir que esa incontenible fuerza popular lograra el objetivo que se había fijado. Algunos trabajadores se animaron a cruzar a nado el Riachuelo. Ese remolino de gente que se había convertido en un alud demoledor se iba engrosando, a medida que avanzaba, con el aporte de hombres, mujeres y niños de los barrios humildes, suburbios y aledaños, marchando con algarabía, en forma tranquila y sin agresiones hasta los ventanales de la Casa Rosada confundiéndose en un solo y unánime cántico: "Queremos a Perón". La Plaza de Mayo era una fiesta: el calor y el cansancio hicieron que algunos que llegaron caminando se descalzaran y pusieran sus pies en la fuente. Así consiguieron su cometido: Perón fue liberado y a las 11.30 de la noche les hablaba desde los balcones de la Casa de Gobierno. El 17 de octubre es, ante todo, un desbordante hecho social. Hay en él una carga ética muy grande y profunda que lleva a replantear la Justicia en cada ámbito social, considerando al trabajo como la mayor fuente de dignidad colectiva. Los que hicieron el 17 de Octubre querían no sólo la libertad de su líder, sino también participación y justicia. Desde entonces solamente el pueblo en su conjunto asigna y quita responsabilidades, derechos y obligaciones como debe ser en una verdadera democracia. Por primera vez desde 1810 no habrían de ser las Fuerzas Armadas quienes decidieran el futuro de la Nación, sino el pueblo.

Américo Tanno



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