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 miércoles, 20 de octubre de 2004

candi
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-Carlos es un recluso alojado en la unidad penitenciaria de Rosario y nos ha enviado una extensa carta. La carta es una exhortación a apoyar el trabajo que junto con un pastor evangélico se realiza en el penal, trabajo que, por lo que se advierte, ha dado sus frutos. Voy a leer parte de la carta, mientras usted va haciendo algunos comentarios, Candi ¿Qué le parece?

-De acuerdo, adelante.

-"Estimado señor Candi: no siempre tengo oportunidad de poder leer sus comentarios en el diario La Capital dada la situación en la cual me encuentro, pero siempre que lo hago me es de mucha bendición. Amigo Candi: permítame llamarlo de esta manera, dado que sus comentarios trasuntan ese amor que conocí desde que estoy detenido en la Unidad de Detención 3, de Rosario. Hace unos días, por la pantalla del Canal 3 de Rosario y para ser más preciso en el programa "Plan A", se realizó una entrevista con varios invitados tocando el tema, hoy más que candente, que es el de los privados de la libertad. En el mismo hubo quienes hicieron mención a una iglesia y a un pastor. Mi nombre es Carlos y en estos momentos me encuentro, como dije en el comienzo, cumpliendo una condena por un delito que he cometido. La presente nota no es para contar esa desgraciada parte de mi vida, pero sí para hacer conocer la tremenda labor que se está realizando en la cárcel a través del pastor antes mencionado. Hoy gracias a sus buenos oficios son varios los detenidos que están trabajando en la panadería construida en la iglesia con el sólo propósito de ayudarnos, dado que nos es muy difícil poder encontrar trabajo una vez que hemos purgado nuestra condena. Miguel de Rose es el actual pastor de la Iglesia Evangélica Bautista Carcelaria "Rey de Paz". Esta iglesia nació en el seno de la unidad hace ya muchos años con el aval de un gran número de internos; algunos continuamos en la unidad, otros ya gozan de plena libertad, tanto física como espiritual. La iglesia "Rey de Paz" no sólo en la cárcel nos ayuda en lo que concierne al espíritu, sino también pone sus ojos en nuestras familias con ayudas de todo tipo: con comestibles, ropas y según la situación con algo de dinero para solventar algunos medicamentos que nosotros no podemos adquirir dada nuestra situación. En reiteradas oportunidades fue él quien se acercó a los jueces federales y provinciales, como así también al señor juez de ejecución penal en la unidad, con el sólo objetivo de darnos una mano, esa mano que siempre necesitamos. Somos conscientes que tenemos que dar gracias a Dios por los señores jueces que de una manera u otra y en las medidas de las posibilidades nos ayudan a transitar este camino duro.

-Debo decir, Inocencio, antes de que siga con la lectura, que muy pocas veces el Estado argentino cumplió con aquella tarea que le corresponde, cual es la de la transformación, la conversión del ser humano condenado y privado de su libertad para que éste retorne a la sociedad libre no sólo, como dice Carlos, en lo físico, sino en lo espiritual y preparado para reinsertarse en ella como "un hombre nuevo". Por eso cobra especial relevancia el trabajo de religiosos y de organizaciones no gubernamentales e incluso de personas voluntarias que se acercan a los penales para dar no sólo un consuelo, sino de impulsar un cambio en la persona que delinquió. Esto no obsta para decir, como lo he podido comprobar personalmente, que hay policías, funcionarios penitenciarios y magistrados que prodigan amor a los condenados. Condenados, amigo Inocencio, que en muchos casos son inocentes. Esta carta es un poco providencial, porque llega en un momento en el que estoy dedicando una parte de mi tiempo a una cuestión que tiene que ver con el dolor del ser humano a partir de un caso tremendo de privación de la libertad. Pero siga por favor.

-Dice Carlos: "También somos conscientes de que estamos pagando una deuda a la sociedad. El pastor de Rose y su esposa están trabajando en la cárcel desde hace quince años en forma ininterrumpida, y todo esto es para la gloria de Dios Nuestro Señor que ha volcado en ellos todo el amor necesario que nosotros necesitábamos y que muchos de nosotros nunca antes habíamos conocido".

-Se nos acaba el tiempo y el espacio. Mañana seguiremos con la carta y las reflexiones, pero no me voy sin poner énfasis en estas últimas palabras de Carlos sobre ese amor "que nosotros necesitábamos y que muchos de nosotros nunca antes habíamos conocido". Es imprescindible entender, amigo Inocencio, que la ausencia del amor en el ser humano es la causante de muchas dificultades, estragos y perdiciones. La Madre Teresa decía que hay que amar hasta que duela. Unos chicos católicos españoles me regalaron hace unos días atrás una frase muy linda: "Amar a veces duele, pero es el dolor del parto". Es también, estimado Carlos, el dolor de la crucifixión que precede a la resurrección. Mañana seguimos.

Candi II
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