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 domingo, 05 de septiembre de 2004

Rosario desconocida: mansiones en saladillo

José Mario Bonacci (*)

Aunque la gestación de una memoria urbana ha tomado en los últimos tiempos un camino que en su persistencia alienta un futuro de fortaleza necesaria como para que no se repitan acciones que hicieron perder muchos de sus íconos representativos, nunca será suficiente alimentar y mantener la constante actitud de control y resguardo que impida desapariciones inconsultas o caprichosas, como ocurriera en varios momentos que se inscriben como verdaderos castigos en la historia de la ciudad.

Sólo por marcar un fuerte ejemplo volvemos hoy a Saladillo sabiendo que no es el único caso de nuestro devenir en el tiempo que ayude a recordar constantemente lo que ocurrió.

Saladillo tenía una enorme coherencia basada en la estructura urbana particular y sugerente que latía en sus calles a pesar de su abigarramiento y de un cierto y colorido desorden.

Introducirse paulatinamente en su territorio significaba entablar un callado diálogo entre lector urbano y materialidad escenográfica barrial. Poco a poco se sentía el haber llegado a su mismo corazón instalado en la zona comprendida entre las hoy avenida Nuestra Señora del Rosario y Arijón, con la fuerte presencia del arroyo que le diera nombre al barrio, para arribar a uno de sus hitos más notables como lo es el frigorífico a orillas del Paraná, junto a la intersección de la primera con calle Diana (actual Lituania) y el verdadero corredor típico y colorido llegando al puente para cruzar la traza del arroyo.

Llegaron los tiempos del cambio inevitable, pero en esa circunstancia se olvidaron particularidades que dejaron al barrio huérfano para siempre de una parte importante de su colorido. Así, obligadamente se debió aceptar el intercambio forzoso: un poco de asfalto por un poco de identidad, la ilusión del cine por un supermercado, los históricos adoquines de avenida Lucero amortajados por el macadam y su trazado de sombra acogedora brindada por sus eucaliptus perdida para siempre, en una situación similar que se mantiene hoy en la zona del parque Independencia por Moreno entre Cochabamba e Ituzaingó.


Balneario histórico
Las quebradas y sus desniveles se silenciaron con topadoras desapareciendo el brazo norte que alimentaba a las piletas del balneario histórico y el acceso sur a puerto cayó sobre el cuerpo del barrio, abriendo una brecha que literalmente partió la zona en dos.

El resto lo hizo la decadencia económica, el silenciamiento paulatino del latir del barrio y su típica mezcla de bares, cafetines y pequeños comercios de todo tipo. Así, durante décadas la ausencia de sonidos, olores y costumbres sometieron al barrio y lo silenciaron, birlando uno de sus valores más notables. Fue como si lo invadiera una verdadera nube de tristeza al ausentarse componentes e imágenes que perduran en el inconsciente colectivo a pesar del progreso y sus ventajas, cabiendo la pregunta sobre si es posible borrar en menos de dos décadas la idiosincracia escenográfica de un colorido urbano que su gente sentía como propia. ¿Sería admisible una actitud igual respecto, por ejemplo, al caso de La Boca, en Buenos Aires?


Casona frente a las vías
En todo este acontecer cayeron también otros hitos construidos que hacían al alma del lugar: el trazado ferroviario que se lee en el plano de la ciudad. En su cruce con el acceso sur a puerto dejaba en avenida Lucero 107 y en zona expropiada para tal fin, una monumental fachada de 1933 que impresionaba por su magnitud y tratamiento exterior con fuertes cornisas, estatuas y ornamentos.

Desde el Museo de la Ciudad, intervenimos para evitar su desaparición a través de su conservación como telón urbano completo, que diera ingreso a una plaza de uso público, jugando estéticamente con el desnivel de la calle pasando por debajo del puente ferroviario, más el talud de tierra que limitaba el espacio de vías con defensa pensada con sensibilidad, para seguridad de las personas.

Todo se desarrolló en consultas con directivos del FF.CC. de aquel entonces (abril de 1984), con quienes tratamos el asunto en persona y lejos de expedientes burocráticos. No fuimos escuchados, se interpusieron razones caprichosas y negativas inentendibles, a pesar del consenso necesario para que la Municipalidad afrontara los costos respecto de la citada plaza. Pasaron algunos meses, se cumplió con la expropiación y la fachada desapareció de repente. El Museo alcanzó a salvar la esculturas alusivas a las artes, la literatura y la música.

Hoy, disminuidas en su estética porque fueron concebidas para ser miradas desde abajo, reposan tristemente asiladas en su patio posterior, única morada que fue posible darles, junto a otros hermanos en desgracia, esculturas avasalladas, restos inconexos de construcciones que sorprendían por valor y magnitud.

Castigada por la violencia y el pillaje urbanos también fue devastada poco a poco la Villa Fausta construida por Arijón, artífice del barrio, y cuyas tejas coincidentes en modelo y edad debían emplearse en restaurar la Estación del Oeste Santafesino en Parque Urquiza. Nunca se cumplió este anhelo del arquitecto Oscar Mongsfeld porque la Villa Fausta que sufría ya un abandono prolongado se convirtió sólo en un lejano recuerdo al ser desgajado y robado su cuerpo pieza por pieza.

Así, por reinado de la indiferencia general y del descuido se han borrado piezas únicas e irremplazables con afrentas de espacios vacíos sumidos en el olvido. De todas maneras, también es justo destacar que hemos comenzado a despertar de esta pesadilla.

Algunos años atrás, pensar en proteger era moverse en el mundo de los sueños. La realidad fue por largos períodos la destrucción indiscriminada. Hoy se está en un cruce de caminos donde brilla con luz propia la decisión de edificar un nuevo concepto de ciudad, sin olvidar lo que fuimos.

Gobernantes y habitantes tienen en las manos los medios para actuar. La ciudad se brinda por entera en la intimidad para que podamos operar sobre ella con dignidad. La energía necesaria debemos ponerla todos sus hijos aunando esfuerzos e ideas. Todos. Absolutamente todos, sin exclusiones.

(*)Arquitecto / [email protected]

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Puente ferroviario en el cruce de Lucero y el acceso sur, en el barrio Saladillo.

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