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 domingo, 05 de septiembre de 2004

Matanza en Rusia. La sociedad rusa ya no "compraría" la línea del Kremlin
La política de mano dura de Putin, en crisis
La postura lo llevó al poder, pero la masacre de niños y el temor a nuevos atentados la vuelven inactual

Christophe Beaudufe

Moscú. - El presidente Vladimir Putin se benefició durante años de su política de mano dura en Chechenia, pero después del secuestro de Beslán (Osetia del Norte) y la reciente ola de atentados contra Rusia, los analistas cuestionan su capacidad para seguir aplicándola. La mayor parte de los expertos considera que la tragedia de Beslán, que causó al menos 322 muertos, cambiará la visión del conflicto checheno que tienen los rusos, que se han quedado atónitos ante este estallido de violencia. Sobre todo porque hacía tiempo que la cuestión chechena había desaparecido prácticamente de los medios de comunicación.

"La paciencia de la opinión pública tiene un límite", pronostica Viktor Kremeniuk, politólogo del Instituto Estados Unidos-Canadá de Moscú. "Los rusos no pueden vivir en el miedo y a la espera del próximo atentado; van a empezar a exigir que el poder reaccione", opina. Poco antes del secuestro masivo en Osetia, tres terroristas islámicas se habían volado, a bordo de dos aviones de línea y en un tren subterráneo de Moscú. Causaron más de cien muertos. Días después el comando copaba la escuela en Osetia. El diario electrónico Gazeta.ru recuerda que Putin basó su popularidad en su política de mano dura en el conflicto checheno, pero "pronto tendrá que enfrentarse a una opinión que no aceptará más su lealtad a esa posición rígida".

Pero en su primer discurso a la nación después de la tragedia, el jefe del Kremlin no dio su brazo a torcer e incluso consideró que Rusia había "dado muestras de debilidad" frente al peligro terrorista y fue más lejos al anunciar que reforzará la seguridad del país porque se trata de "una intervención del terrorismo internacional contra Rusia".

Esta visión, que le permite establecer un vínculo entre su lucha y la de los occidentales contra el terrorismo islámico y restar importancia a la reivindicación independentista de los chechenos, desemboca en una política muy simple: rechazo total a negociar con los independentistas, incluidos los moderados, y "normalización" sobre el terreno. En Chechenia, esta llamada normalización política se traduce en la omnipresencia de las fuerzas armadas, acusadas de secuestros, torturas y desapariciones, y la existencia de un presidente fantoche impuesto por el Kremlin en recientes elecciones, repudiadas por la comunidad internacional.

Las operaciones terroristas reivindicadas por independentistas chechenos causaron más de 400 muertos en Rusia en menos de dos semanas (cifra que ayer subía a cada hora, a medida que se hallaban más cuerpos en Beslán y fallecían algunos heridos graves).

La opinión rusa comienza a dudar. "Si nuestra política en Chechenia da pie a una ola de terror, hay que reconocer que algo no funciona", señala Andrei Riabov, de la Fundación Carnegie, en una columna publicada ayer por el diario Gazeta, en la que sugiere la posibilidad de instaurar "un protectorado internacional en Chechenia". "Todos los recursos de la política de la fuerza se han agotado. Este camino está bloqueado. Hay que cambiar de política, pero ¿será capaz de hacerlo Putin?", se pregunta Viktor Kremeniuk.

Muchos observadores consideran que no cabe duda de que las cosas no cambiarán inmediatamente. "Putin no quiere modificar su política actual y nadie le propone un modelo diferente", asegura Alexei Malachenko, de la Fundación Carnegie. (AFP)

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