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 martes, 22 de junio de 2004

Editorial
Otro desfile sin presidente

La ausencia del presidente de la Nación en los actos centrales por el Día de la Bandera hizo recordar a la ciudadanía de Rosario situaciones similares, padecidas lamentablemente con otros mandatarios, que se creía superadas. Es que si bien ya existe un viejo malestar por no declararse feriado nacional el 20 de Junio -se lo traslada al fin de semana-, los reiterados "faltazos" presidenciales a los desfiles, casi siempre sin argumentos convincentes, vinieron a ofender más aún el sentimiento y la buena fe de aquellos que día a día, desde su lugar, honran a la enseña patria. La mayoría de esas personas, generalmente víctimas de políticas erróneas y sin institución que las contenga, suelen movilizarse hacia el Monumento procurando reafirmar su identidad, encontrarse con sus semejantes, emocionarse con los sones de las bandas, los veteranos de Malvinas y el paso de la bandera más larga. Es una actitud, un gesto de profundo contenido patriótico, que debe ser reconocido y correspondido como tal. Con toda razón, los asistentes pretenden que las máximas autoridades de la Nación, de la provincia y el municipio estén allí. Porque se trata de la única ocasión del año en que se producen unas horas de comunión entre el pueblo, sus representantes y la celeste y blanca. Tanto es así que muchos, ante la probabilidad de ausencia del presidente, deciden no concurrir.

En la jornada de ayer hubo demasiadas vacilaciones e informaciones que aún no satisfacen plenamente. Se argumentó "razones climáticas", cuando los aviones de línea no suspendieron los vuelos. Por otra parte, las malas condiciones del tiempo habían sido anticipadas por todos los servicios meteorológicos. De forma que se pudo haber previsto alternativas para estar presente. Además, la distancia entre Rosario y Olivos podría haberse recorrido en tiempos razonables. Y, por último, si se aconsejaba no arriesgar por seguridad, alguna figura del Ejecutivo nacional debió reemplazar al presidente. Al menos para leer su discurso y anunciar las obras que luego, sorpresivamente, informó Kirchner a un medio de comunicación por vía telefónica, relegando a todos los que se hallaban presentes en la cobertura del acto. Desde ya, se comprende que fueron intentos de remediar las faltas no acompañados por el éxito.

Pese a todo, la gente que asistió al Monumento, siempre magnánima y paciente, no perdió su fervor y salvó las circunstancias. Pero una vez más quedó la sensación de que se privilegian otros aspectos y no se hicieron demasiados esfuerzos para estar con la gente y rendir homenaje a nuestra bandera. Ojalá sea sólo una sensación que presencias futuras logren disipar.

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