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 martes, 22 de junio de 2004

candi
—Usted es un iluso, un inocente. Usted es alguien que cree en la utopía encarnada, es decir en la ilusión vuelta realidad. Usted, sencillamente, es un estúpido, un tonto que anda suelto por el mundo asombrándose de la injusticia, del egoísmo, de la insensatez de algunas personas, especialmente de algunos líderes. En definitiva, Candi, y para resumirlo en una sola palabra, usted es un idealista.

  —¡Pero Inocencio! ¡Me sorprende que me diga esas cosas! ¿Dónde está el espíritu de las charlas de estos dieciocho meses? ¿Dónde fueron a parar tantas esperanzas, tantos certeros fundamentos?

  —¿Cuáles fundamentos Candi? ¿El amor, la solidaridad, la paz, la justicia? ¿Cuáles otros fundamentos Candi? ¿Desnudar, poner al descubierto la perversidad y la hipocresía del poder, el egoísmo salvaje de los líderes sociales, la mentira de algunos religiosos? ¿Qué fundamentos Candi? ¿Acaso Dios? ¿Dónde está Dios Candi? ¿Qué está haciendo El mientras hay tanto dolor, tanta soledad? ¿Sabe una cosa? El domingo al mediodía tuve oportunidad de ver en un canal de televisión un documental. Se llama “Los últimos días” y es la historia de cuatro o cinco judíos, dos mujeres y otros hombres, que estuvieron en los campos de exterminio de Auschwitz y Dachau y que después de muchos años, ya en la vejez, vuelven para visitar esos campos donde vieron morir a padres y hermanos. Es decir, Candi, tuvieron el valor, entre lágrimas, de volver a la escena del dolor desgarrante. Pues las imágenes que se ven en el documental son tremendas y uno debe ser una piedra para no llorar, para no conmoverse al ver a esos sacos de huesos caminando, a esas montañas de cadáveres apiladas, a esos seres atormentados y asesinados sólo por ser judíos. Pues le voy a decir algo Candi: el nazismo no fue un partido político liderado por un monstruo. Fue y es algo más: fue y es la encarnación del mal y desde ese punto de vista el nazismo sigue vigente y los campos de exterminio siguen operando en todas partes del mundo.

  —¡Algo le ha pasado a usted Inocencio en estos días para que esté de esta manera. Sin embargo, creo ver en su arrebatada acometida contra las ideas una suerte de gran bronca contra usted mismo, porque usted también es un idealista. Usted también es un comprometido con la justicia y con la paz.

  —¿Sirve de algo? Le nombraré a algunos idealistas de la humanidad, los más conocidos y coincidirá usted conmigo que nada han logrado: Moisés, luchó y logró la liberación de su pueblo, pero la humanidad esclavizó a ese pueblo que fue y es víctima de persecuciones y torturas. La Tierra Prometida hoy no es más que pánico y muerte perpetrados por repudiables asesinos. Jesús, proclamó el amor como forma de vida social, pero fue crucificado y sus seguidores perseguidos. Hoy la gran masa del cristianismo latinoamericano, por ejemplo, vive en el tormento de la indigencia. Paradójicamente estos cristianos pobres son sometidos y humillados por cristianos ricos. Sigamos y no mencionemos hombres, sino movimientos. Se produce en el siglo XVIII la llamada Revolución Industrial, una revolución cuyos resultados no ha cesado hasta en nuestros días. La máquina, en aquella época de vapor, reemplaza al hombre y un taller que tenía 100 obreros pasa a tener 10 con mayores resultados productivos. Comienza una evolución tecnológica que no cesa, pero comienza también la tragedia social: hay más pobres, más hambrientos y la riqueza se distribuye injustamente. La diferencia de clases, como hoy, es abrumadora. Marx, otro idealista, lucha por la igualdad de las clases y para el logro del ideal es necesaria primero la lucha. Los seguidores de Marx (Stalin y sus sucesores) se ocuparon muy bien de lograr que el pensamiento marxista fracasara. Freud, otro idealista, creador del psicoanálisis, propone la liberación del hombre, la paz, a partir de la estabilidad de la psiquis y en el Quinto Congreso de Psicoanálisis celebrado en Budapest dice lo siguiente: “...Puede preverse que alguna vez la conciencia moral de la sociedad despertará y le recordará que el pobre no tiene menores derechos a la terapia anímica que los que ya se le acuerdan en materia de cirugía básica. Y que las neurosis no constituyen menor amenaza para la salud popular que la tuberculosis...”. Pues en cierto modo Freud también fracasó. A los líderes nada les importa la armonía de la psiquis del pueblo. Mañana seguiré con este tema Candi y el dolor argentino.

Candi II

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