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 domingo, 16 de mayo de 2004

Rosario desconocida: Arte y desidia

José Mario Bonacci (*)

La trama de la ciudad contiene elementos diversos que integran su equipamiento. Cuando se destinan a un uso determinado prestan un servicio social utilitario. Si en cambio embellecen rincones y lugares, se está en el campo de la concepción estética, evocativa, y también mensajera de homenajes hacia alguien que contribuyó con su obra a un cambio social.

Un hecho científico, un símbolo, un pensamiento, todo cabe en el mundo del arte materializado en monumentos y estatuas con la puesta en valor del hombre por el hombre. Desde los tiempos remotos el ser humano se representó a sí mismo en cualquier lugar, momento o medio social.

Desde las cuevas de Altamira a la isla de Pascua, desde la más remota tribu hasta el museo del Louvre. Lo bueno y lo malo, lo físico y lo mental, la historia y sus símbolos, las obras y sus causas, son campos que permiten seguir el destino humano leyendo los mensajes dejados en pinturas, murales, esculturas, ensambles de planos y volúmenes que se expresan en el mundo de la luz, del claroscuro y los contrastes, del ser y del existir ciudadanos, conformando el ambiente rico, sugerente y volcado al goce colectivo.

Los museos en el mundo guardan el patrimonio de la humanidad contenido en estas obras salidas de cerebros y manos de los creadores. Como por arte de magia es posible entonces hermanar a un indígena con Picasso, a un hombre anónimo con Miguel Angel, a un hombre de campo con Lola Mora, a un joven que crece en el saber con cualquiera de nuestros grandes artistas.


Acto de representación
Concebir e instalar una estatua como signo de alguien o de algo consiste en generar un acto de representación. El hombre se representa a sí mismo. Nace conceptualmente una idea, un pensamiento que tiene origen humano y persigue un destino humano. Depredar esta producción humana es un acto de estupidez en concierto con la soberbia y la irresponsabilidad.

Destruir aquello que nos representa habla de nosotros y exalta nuestra humana condición, es igual a confesar una retorcida carga de agresión prendida a nuestras mentes. Su canal de expresión más bastardo se dirige hacia aquello que somos: la propia imagen, nuestra obra, nuestras ideas.

Todos los hombres son iguales ante todos los hombres. Es un principio básico, simple y sencillo, aunque algunos integrantes del conjunto llamado humanidad persistan en cometer el error nefasto de no entenderlo así. Esto no significa vulnerar jerarquía alguna. Somos iguales como hombres, porque somos hombres.

Ser universales describiendo la propia aldea nos instala en la tarea de reconocer, exaltar, defender y comprender el lugar en que vivimos. Es doloroso ver una ciudad que llora el casi inexistente respeto hacia esos exponentes expresivos y el esfuerzo humano jugado en el acto de creación: estatuas, monumentos, murales, pinturas y fuentes públicas.

Devastando el ambiente que contenga una vida digna se desperdicia el erario público que mantiene estas presencias y que nos pertenece a todos los ciudadanos. Si no lo comprendemos, está lejos el logro de un ambiente implementado para ejercer el derecho a vivir en libertad con arte y con el arte. No pueden estos hitos mostrarse como gritos de dolor denunciando la incomprensión de los ciudadanos.

Estas presencias estéticas deben ser enriquecedoras, volcadas al goce de la vista, mente y sentido exacto del mensaje para el que fueron concebidas. Entonces el grácil cuerpo de un niño adornando la fuente de plaza Pringles podrá mostrarse en su pureza, sin las ofensas y ataques que exhibe hoy. Las esculturas sin cabeza del mismo lugar ejercerán el juego de sus miradas.

El Dante recortado en el ambiente de Oroño dejará de ser representación de un borracho con ojeras pintarrajeadas y una botella de vino sostenida contra su pecho.

Sentiremos vergüenza de mirar "El afilador" asilado en el patio del Museo de la Ciudad mostrando los balazos inferidos a su cuerpo, o don Carlos Casado del Alisal no amanecerá con un preservativo colocado en su dedo índice.


Horror urbano
Pero si de horror urbano se trata hay que contemplar con dolor el monumento al general San Martín en la plaza de igual nombre. Aunque cueste creerlo en su base de granito ostenta las siguientes leyendas insertadas por los vándalos urbanos que nuclean a representantes de distintas capas sociales: "Coordinadora de lucha área salud", "Medicamentos para todos", "Producción en el Hospital del Centenario", "Gastu, Pájaro, Part, Quillo-La Banda", "Pepe Gay", "Emy te amo-Elly Punk", "Desintegrados", "Nena te amo-Yo", "Vox Pópuli-Revista de Literatura", "Gaby te amo", "Guido Love" y "Franco te amo-Yo, Noé".

Y en los bronces superiores decenas de exabruptos entre los cuales están "Bariloche 04-Normal 2", "La Ruina", "Murray la Gata" y direcciones de Internet ofreciendo sexo de tipo variado. Si esto se hace sobre la recordación de nuestro prócer máximo, ¿qué puede pensar un extranjero que visite la ciudad? Y Sarmiento no pudo evitar ser vejado pues en su monumento abunda en exaltadas promesas de amor y nuevamente "Vox Pópuli" invita a ser leída.

Hace algunos años, una soberbia escultura que lucía en los jardines exteriores de la Fundación Prats, ubicada en Córdoba y Moreno, fue robada y nunca recuperada. El acto no se pudo haber realizado sin la participación de cinco o seis personas, contando además con un elemento que permitiera subirla a un camión de transporte.


Patinetas voladoras
Como última perla no debe olvidarse el calamitoso estado en que se encuentra la Fuente de los Españoles en el rosedal del parque Independencia, que seguramente querrá ser visitada por congresales de la lengua que en noviembre vendrán a la ciudad. Además habrá que cuidar que no circulen por plaza Pringles, donde jóvenes y animosos destructores han desmantelado cinco o seis bancos históricos para colocar su asiento pétreo a una altura conveniente, lejos de sus apoyos, de manera que resulte posible volar y caer sobre ellas con sus patinetas, encargadas de quitarle partículas de su estructura con cada impacto, mientras la gente y la autoridad camina dando la impresión de no ver nada de esto.

La única en advertirlo con tristeza es la Venus de Milo fundacional de la Biblioteca Argentina, que en la tristeza que le da su propio abandono, se esconde descuidada y sucia cuando en realidad es posible que sea el único ejemplar en la provincia de Santa Fe que se presenta en su tamaño real, como calco del museo del Louvre de París.

Estas barbaridades habrán de cesar seguramente el día que lleguemos a comprender que un perfil es para admirarlo completo y soberbio recortado contra el cielo; que un pecho de mujer sugiere el alimento y gozándolo visualmente nos estamos alimentando en espíritu, más tantas otras valoraciones que este tema sugiere. Porque una cosa muy distinta es colocarle un cigarrillo encendido entre sus dedos a Carlos Gardel. Puede ser irreverente, pero no es maldad. En todo caso, aunque disguste, habrá que aceptarlo con simpatía porque resume amor por el ídolo. Y así, como siempre, la verdadera enriquecida será la ciudad salvada de estos ataques bárbaros descolocados con el concepto de lo que debe ser el orgullo urbano por vivir en donde se vive. Será igual a ejercer la defensa de nuestra casa grande.

(*)Arquitecto

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Inscripciones en el monumento a San Martín.

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