Año CXXXVII Nº 48389
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Economía
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Salud 12/05
Autos 12/05
Turismo 09/05
Mujer 09/05
Economía 09/05
Señales 09/05


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 16 de mayo de 2004

Reportaje
Abelardo Castillo: "Un escritor es un hombre que se corrige a sí mismo"
El autor de "Las maquinarias de la noche", a poco de reeditar su obra íntegra, reivindica a Jorge Luis Borges como modelo de una escritura incesante

Julieta Grosso

El escritor Abelardo Castillo acaba de presentar la reedición de toda su obra en la Feria del Libro tras haber participado de su inauguración con un comentado discurso. En su momento de madurez, asegura que todo texto forma parte de una realidad mutante que se va resignificando con cada proceso de reescritura y que los géneros literarios son autónomos de las decisiones de un escritor.

A Castillo le tocó abrir la trigésima edición de la Feria del Libro, el pasado 15 de abril, con un texto que logró situar a la literatura por sobre el fenómeno editorial y social que emblematiza al evento.

El escritor reconoce la influencia de Jorge Luis Borges en su obra, reeditada por Planeta y el rol de la intertextualidad en la narrativa contemporánea.

-Se podría pensar que la sucesiva reedición de sus obras en los últimos años le sirve a usted para poner en funcionamiento una determinada concepción de la literatura ¿Es así?

-Sí, yo reescribo mucho. Y creo que esta obsesión maniática pertenece más al orden de lo ético que de lo estético, obedece más a un problema moral que a uno de índole sintáctica. Siempre he sentido que un texto no está nunca terminado, que en todo caso es algo así como un borrador penúltimo, aun cuando se publique y parezca clausurado. Esa lección la aprendí de Borges: el no dejaba de reescribir sus textos, publicados en distintas versiones.

Probablemente, el que mejor trabajó esta idea fue el poeta francés Paul Valery, para quien la corrección implicaba un trabajo de reforma espiritual de uno mismo. Y eso en definitiva es el escritor: un hombre que se está corrigiendo a sí mismo. Obvio que hay distintas formas: a veces se lo hace con un afán suntuoso, para poner las palabras más hermosas desde el punto de vista de la literatura. Pero yo no le llamo a eso corregir sino adornar u ornamentar. Para mí corregir es lograr que un texto encuentre la significación real que uno quería darle: en algunos casos eso puede tardar años y en otros se trata de una mera manía.

Casi todos los escritores que a mí me marcaron han sido implacables con sus propios textos y los han corregido hasta la paranoia. (Leon) Tolstoi, por ejemplo, reescribió ocho veces "La guerra y la paz", que tiene cerca de mil páginas. Hay un cuento suyo muy famoso que tuvo veintisiete versiones diferentes. Si él, que probablemente sea uno de los escritores más grandes que dio la Humanidad, se tomaba ese trabajo, los escritores contemporáneos deberíamos pensar más seriamente lo que significa la reescritura.

-En su caso, la reescritura también ha funcionado respecto a textos ajenos, como su revisión de "El perseguidor" de Julio Cortázar u "Hombre de la esquina rosada" de Borges.

-Con Borges es con quien más me ha pasado, para él la intertextualidad era una práctica habitual. Su libro "Historia universal de la infamia" es la reescritura de otros textos. Ni hablemos de la literatura clásica, como las obras de Shakespeare, basadas en cuentos italianos o los textos históricos de Plutarco.

Los antiguos no tenían el concepto que hoy se tiene de la originalidad: para ellos ésta pasaba por escribir mejor y no por ser el inventor del tema. Todo el teatro griego toma con toda naturalidad los mismos temas, aunque con una óptica distinta.

Yo tampoco creo en la originalidad: me parece que no consiste en ser el primero que aborda un tema o el primero que le quita las comas a un texto en prosa sino en ser aquel escritor que hace ver una realidad que está ante los ojos y que cualquiera podía intuir pero que de pronto al verla enunciada genera un efecto revelador. Creo que alguien que logra enunciar de una manera distinta algo que está al alcance de la mano es el verdadero original.

-¿Se retoma un texto con la idea de reivindicar una tradición o de profanarla?

-Yo diría que las dos cosas. En el caso de Borges quería divertirme retomando algunas de sus ideas. En "Requiem para Marcial Palma" tomo la figura del guapo para desacreditarla, algo que queda bien claro en la última pelea del personaje, cuando se enfrenta a alguien que sabe boxear y que le da una paliza espectacular. El relato marca una ruptura con el guapo borgeano porque demuestra cómo el concepto de coraje cambió con el tiempo.

La intertextualidad, el retomar un texto ajeno, es hoy el procedimiento natural de la literatura, es decir, no escribimos solamente sobre la realidad, sino también sobre los libros. La lectura es una experiencia tan profunda como cualquier otra de la vida humana.

-En el posfacio de "Las maquinarias de la noche" asegura que los géneros literarios son una ilusión y que lo único que podemos hacer al imaginar una historia es acatar su forma. ¿Por qué supone que la estructura se dirime fuera de las intenciones del autor?

-Hay un momento en la vida en que un escritor comienza a estar capacitado para determinar a qué genero pertenece cada historia que se le ocurre: si va a derivar en una novela o si en cambio le corresponde la estructura del cuento. Por ejemplo, hay historias que no se pueden resolver en los límites de diez o doce páginas y tiene que recalar obligatoriamente en una novela.

Yo recuerdo haber iniciado una narración relativamente larga y un día darme cuenta de que como estaba planteada era ilegible. Así nació por ejemplo la obra de teatro "El otro Judas". La extensión la impone el propio texto y no la voluntad del escritor.

-Más allá de su escepticismo hacia los géneros, no se puede negar su preferencia hacia el cuento, género que ha signado la historia de la literatura argentina.

-La gran literatura, si nos remitimos a su origen con "El matadero" de Esteban Echeverría, está basada en el cuento. Y se puede pensar que el "Facundo" de Sarmiento empieza con una serie de relatos breves, muy cerca de lo que llamamos cuento. Cuando uno habla del siglo XX casi fatalmente dice Borges, Cortázar, Bioy Casares, Mujica Lainez y otros más: cuentistas, fundamentalmente. Los cuentos de (Roberto) Arlt no son la parte menos considerable de su obra. Y el teatro está basado en formas breves como el grotesco y el sainete, muy emparentados al cuento.

Uno de los primeros best-seller de la literatura argentina es "Setenta veces siete", de Dalmiro Sáenz. Mi generación está hecha de cuentistas y son menos los novelistas que no han sido cuentistas, como (Ernesto) Sabato. Sin duda, "Rayuela" es una novela excepcional, pero la obra irrefutable de Cortázar son los cuentos.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Castillo abrió la última Feria del Libro.

Notas Relacionadas
Instantánea


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados