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 domingo, 16 de mayo de 2004

Para beber
Licor milagroso

Gabriela Gasparini

Karlovy Vary es famosa por sus aguas termales, y quizás es esa rareza en su suelo la que hace que las hierbas y plantas aromáticas tengan una impronta propia que no se da en otros lugares. Son precisamente esas características las que convierten a su famoso licor Becherovka en algo tan particular. Todo empezó en 1805 cuando Jan Becher, farmacéutico de la ciudad, conoció a un médico inglés de apellido Frobig. Rápidamente nació entre ambos profesionales una corriente de entendimiento que los llevó a encerrarse durante horas en el laboratorio para poner a prueba sus dotes de químicos experimentados mezclando hierbas, especias y alcohol.

Antes de desaparecer definitivamente de la vida de Becher, el médico le dejó un papel con unas extrañas anotaciones diciéndole que había estado trabajando sobre esas fórmulas. Ahí estaban las claves que, ensayos mediante, terminarían dando a luz a lo que más tarde sería conocido como "La 13º fuente termal" de Karlovy Vary. Dos años de experimentos necesitó Jan Becher para poner a punto el licor que lo haría famoso en todo el mundo, y que comenzó a vender en su farmacia, a partir de su propia receta, para calmar los problemas digestivos de sus vecinos.

El método de elaboración era digno de un alquimista: pesaba en sus balancines cada ingrediente separadamente y luego los mezclaba en platillos labrados. A pesar de los adelantos tecnológicos, la producción actual todavía conserva parte de la magia de aquellos tiempos, y hasta no hace mucho sólo dos personas en todo el mundo conocían la fórmula. El pesaje y la mezcla se realizan en una cámara especial detrás de una pesada puerta de acero que se abre una vez por semana. Allí uno de los conocedores del secreto, receta en mano, combina hierbas y especias, cuyas tres cuartas partes provienen de otras regiones, pero tres de ellas sólo se encuentran en la ciudad natal del brebaje.

Esa mixtura milagrosa se pone entonces en unos sacos hechos con materiales naturales y se sumerge en un tanque lleno de alcohol durante una semana. El extracto resultante es vertido en barriles de roble donde se mezcla con agua y azúcares naturales. El aromático licor deberá madurar durante tres meses en madera antes de que el contenido de los barriles sean mezclados entre sí, con el fin de producir el balance adecuado que le dará el sabor buscado. Una vez finalizada esta tarea está listo para ser embotellado y puesto en el mercado.

Según quienes lo han probado, tiene bien ganada su fama como licor curativo de todos los males digestivos y estomacales imaginables, otros opinan que su parecido con el jarabe para la tos es demasiado grande como para poder disfrutarlo como un trago, por lo que sólo lo toman por prescripción médica. Sin embargo, hay quienes lo prefieren como un entremés líquido, e inclusive ha sido creado uno para diabéticos llamado KV14 que se elabora sin azúcar, para echar por tierra las quejas de los profesionales sobre el elevado contenido calórico de la bebida bohemia.

Digan lo que digan, críticas o alabanzas, su fama ha crecido lo suficiente como para que fuera rentable abrir plantas elaboradoras en distintos puntos del planeta.

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