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 domingo, 02 de mayo de 2004

"Hoy cuesta hallar los valores de Belgrano en la función pública"
Felipe Pigna presentó en Rosario su libro "Los mitos de la historia argentina"
Para el historiador los políticos "están en otra" y se creen "superiores" a la gente

Diego Veiga / La Capital

Manuel Belgrano reclamó hasta sus últimos días los salarios que el Estado le debía, pidió que el dinero fuera donado a la construcción de escuelas, pero en realidad se lo terminaron robando los apropiadores de la administración pública. Así lo cuenta Felipe Pigna en su nuevo libro "Los mitos de la historia argentina", en donde rescata las banderas de "honestidad, coherencia y humildad llena de dignidad" que siempre enarboló el prócer. Crítico, asegura que "hoy cuesta hallar" esos valores en la función pública y remarca que los dirigentes "no entendieron el mensaje de diciembre de 2001. La mayoría sigue con las prebendas, los negocios y creyéndose superiores al resto de los mortales". En diálogo con La Capital, el mediático historiador, que trabaja en radio y televisión, aseguró que la gente "está empezando a interesarse más por la historia" y subrayó que el gobierno de Carlos Menem "fue más infame que la década del treinta".

-¿Nos mintieron mucho a lo largo de la historia argentina?

-Sí, nos mintieron y falsificaron bastante la historia. Hay cosas inexplicables como el del Día de la Industria, que en Argentina se celebra el 2 de septiembre en recuerdo de lo que sucedió un día como ese pero de 1587. Por ese entonces el obispo Francisco de Vitoria realizó la primera exportación argentina, que en realidad no fue más que un contrabando de barras de plata. Es decir, que desde 1940 hasta hoy el Día de la Industria no hace más que celebrar un contrabando.

-¿La gente se está interesando más por conocer la historia del país?

-Sí. Hay una fecha ineludible que es diciembre de 2001, donde la gente comenzó a preguntarse por qué estábamos así, cómo habíamos llegado a ese punto y a partir de entonces hubo una especie de sentido instrumental de la historia.

-¿Cuesta que el público acepte otras miradas de la historia?

-No. En general la gente es curiosa, quiere saber otras versiones. Intuye que lo que le contaron suena muy raro, falso y está dispuesta a escuchar otras voces, pero con un grado de exigencia muy importante.

-En su libro deja en claro que siempre hubo dos proyectos de país.

-Sí. Eso comienza en la Revolución de Mayo. Allí se abre un gran abismo entre ellos y nosotros, es decir, dos proyectos. El de un país conservador que sin ninguna duda representó Cornelio Saavedra y uno más popular y progresista que representó Mariano Moreno.

-¿Qué opinión tiene de Saavedra?

-Era un hombre poco leído y con muy pocas luces a nivel intelectual. Por lo tanto, el deán Funes, que era un gran intelectual del conservadurismo, era quien le pasaba letra y se convirtió en su mano derecha. Este sector conservador terminó imponiendo sus ideas en la revolución.

-¿Qué hubiese sucedido si triunfaban los morenistas?

-La historia hubiese sido distinta. Tenían un plan muy revolucionario.

-Moreno fue un hombre muy radical y determinante en sus decisiones.

-Sí. Fue absolutamente radical. El firmó la sentencia de muerte del virrey Santiago de Liniers al igual que toda la Primera Junta. Esa ejecución fue una responsabilidad colectiva a la que yo adhiero como cualquier persona normal que entienda que en cualquier época de guerra, si alguien se subleva contra la patria no merece menos que el fusilamiento. Liniers no fue un opositor demócrata que escribía libelos contra el gobierno. Era una persona que había amenazado con arrasar a sangre y fuego Santa Fe y Buenos Aires.

-¿Le extraña que la historia oficial se haya encargado de remarcar ese fusilamiento como uno de los más graves de la historia argentina?

-Sí, me llama la atención. Se lo suele ver como el más grave cuando en realidad fue producto de una condena legal firmada por una Junta, a diferencia del de Manuel Dorrego, del cual se habla mucho menos y que fue absolutamente ilegal. Se habla mucho más del asesinato de un traidor a la patria que el de un patriota como Dorrego.

-Usted hace una gran reivindicación a la figura de Manuel Belgrano. ¿Encuentra algún funcionario que se asemeje a él en la actualidad?

-Hoy no existe. Creo que sí hay muchos argentinos patriotas bien intencionados que se levantan a las cuatro de la mañana para buscar trabajo y que siguen siendo honestos a pesar de las tentaciones. Pero cuesta encontrar valores belgranianos en la función pública.

-¿Lo que sucedió en 2001 motivó algún cambio en la clase dirigente?

-No. Yo creo que la clase dirigente no aprendió nada de lo que sucedió en 2001. Son contados con los dedos de una mano los que entendieron lo que pasó ese diciembre, el resto sigue con las prebendas, los negocios, creyéndose superiores al resto de los mortales. La clase política está en otra, no entiende que si siguen así, en algún momento va a tronar el escarmiento y espero que sea en las urnas.

-La corrupción siempre estuvo presente entre los argentinos desde la época colonial. ¿Esto quiere decir que no hemos cambiado en nada?

-En realidad hay una continuidad. Acá el Estado siempre fue el gran gerente y gestor de los negocios privados desde la colonia hasta nuestros días. Las fortunas argentinas se hicieron en base al Estado. Se entregaron tierras, concesiones.

-¿Las familias patricias cimentaron sus fortunas en negocios turbios?

-Sí, absolutamente espurios. Martín de Alzaga era contrabandista de esclavos negros y trabajaba en sociedad con José Martínez de Hoz. La historia oficial nos enseñó que Alzaga era un prolijo comerciante monopolista que tenía una tienda, en realidad su negocio era el contrabando multimillonario de esclavos y mercaderías. Esto era lo que hacían estas familias y muy poco tiempo después se le sumaron los Anchorena.

-¿Cómo cree que las futuras generaciones verán a gobernantes como Carlos Menem?

-Espero que con asco y horror. Como lo que realmente fue, la continuación de la dictadura militar. La mayoría de los libros serios de historia ya están hablando de Menem de ese modo. Creo que fue una década más infame que la del treinta.

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El mediático historiador Felipe Pigna.

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