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 jueves, 01 de abril de 2004

Reflexiones
Infraestructura básica

Víctor Cagnin / La Capital

El congreso del Partido Justicialista no fue un escándalo sólo por los cruces verbales entre tres mujeres que conocen demasiado de la trastienda del poder, sino porque paralelamente expuso con crudeza y sin tiempo para disimularlo el profundo drama político que sobrelleva la sociedad argentina: la carencia de ideas para rediseñar la vida de los partidos, imprescindible para relegitimarse frente al pueblo, relegitimando el sistema democrático, sospechado además de no resolver los problemas crónicos de la gente, como el derecho al trabajo, a la seguridad, a la salud y a la educación.

Afortunadamente, ha tenido una saludable repercusión, ya que vuelve a poner al ciudadano en una situación de toma de posición, sacándolo momentáneamente del estado de contemplación e inercia en el que se halla inmerso. Pero vale reconocer también que estas carencias podrían suscitarse con igual o mayor patetismo en el radicalismo, el ARI o el Partido Socialista, si las cámaras accedieran libremente a sus recintos.

Es la ausencia de ideas la que deriva en la falta de debate, en las acusaciones extemporáneas y en los cierres intempestivos. De hallarse presentes, nadie se retiraría sin ponerlas de manifiesto, sin pelear para que se plasmen o reconocer la endeblez de las mismas, aunque más no sea para que queden a juicio de los televidentes.

Hace más de un año, cuando el Congreso español deliberaba sobre el apoyo o no a los planes de Bush respecto a Irak, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero presidieron un prolongado debate, registrado en directo por la TVE que muy pocos podrán olvidar. Las fundamentaciones fluían con una claridad sorprendente, tanto en lo conceptual como en recursos retóricos, y más allá de simpatías, nadie podía dejar de reconocer que ambos se mostraron a la altura de las circunstancias. Desde luego, el tiempo se encargó de demostrar quién estaba más cercano a la verdad, pero en aquel momento a cualquier ciudadano español no le habrá sido fácil tomar una posición y defenderla. Supongo que tanto Aznar como Zapatero llegaron munidos con una batería de argumentos provista y confrontada por teóricos y delegados de sus partidos. Pero había también una gran habilidad para descubrir las contradicciones discursivas, los detalles olvidados, los tonos irónicos y las apelaciones a la historia. Se comprende entonces por qué han podido reflexionar con tanta rapidez después de los atentados del 11 de marzo modificando su voto en las elecciones presidenciales cuatro días después.

Cuando los partidos políticos llevan una actividad intensa no es sólo consecuencia de la voluntad de los individuos que los integran sino por las ideas con las que se los convoca, por las factibilidades de los desafíos y por la trascendencia de su concreción, para sí y para las futuras generaciones. En tal sentido, y como ya se ha dicho insistentemente, el PJ ha pasado en más de cinco décadas por todos los contenidos programáticos que se pretendan encontrar. Su estructura ha servido tanto a los sectores de centroizquierda como de centroderecha, y no pocos creen que se trata, hoy por hoy, de una estructura donde circulan personas a las que sólo les interesa mantenerse en el poder por el poder mismo. No obstante, ¿ha sido demasiado distinto el radicalismo en estos últimos 20 años de democracia? ¿Y el socialismo, en su corta vida en el gobierno en la ciudad, acaso no está ya contaminado por el germen del "más de lo mismo y de los mismos"?

Hay carencia de ideas propias y nadie siembra para alcanzarlas. Se suele copiar de afuera y encima se copia mal. Se plantea recuperar el prestigio de la política pero al momento de ponerla en práctica se evidencia la falta infraestuctura básica. La gente está ávida de protagonismo pero no encuentra lugar y termina llamando a los medios. Sucede con la política lo mismo que con el abastecimiento de gas o con las obras viales, cualquier intento de crecimiento productivo pone el sistema al borde del colapso.

Es verdaderamente preocupante, porque estamos ante una oportunidad como pocas para dejar atrás las formas viejas y perniciosas de hacer política para dar paso a las nuevas y genuinas expresiones, que seguramente surgirían con un gran margen de confianza y credibilidad. Pero para ello se requiere de una conjunción de actos que van desde gestos de renunciamientos, convocatoria sin condicionamientos al pensamiento crítico y un fuerte impulso a los foros de debate sobre las problemáticas prioritarias, como -por ejemplo- el tema de la seguridad.

En cada lugar existe esa gente capaz de convertir los mecanismos perversos del viejo modelo neoliberal en relaciones transparentes, tan productivas como imaginativas, y de devolución razonable, según la necesidad, la capacidad y el mérito. Ojalá le abran paso, más temprano que tarde.

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