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 domingo, 28 de marzo de 2004

Rosario desconocida: se despereza la ciudad

José Mario Bonacci (*)

Hacia la mitad del siglo XX se ejercen acciones que concentran las intervenciones que llevan a una previsión totalizadora con vistas al futuro derivado del fenómeno urbano local. Méritos indiscutibles anidan en la tarea del agrimensor y urbanista Alberto Montes. Manteniendo algunos principios ya explicitados en el Plan de 1935 por Guido-Della Paolera-Farengo, comentado oportunamente en esta serie, Montes desarrolla su "Plan Rosario-Ley Nacional Nº 16052", objetivamente basado en el empleo racional de la técnica aplicada al desarrollo de la estructura urbana.

El estudio comprende un conciso campo que se puede consultar en numerosa bibliografía existente. Estas ideas generan también otro de sus trabajos: "Rosario y sus obras de transformación", de 1952, así como "Cartografía Rosarina Contemporánea".

Montes fue el principal gestor de la creación del llamado parque Los Derechos de la Ancianidad, inaugurado en 1951. Años después su nombre muta al de parque General Justo José de Urquiza. Los antiguos terrenos del Ferrocarril Oeste Santafesino encontraron así un destino urbano de uso colectivo, con marca y peso singular en el territorio. Este hecho de alguna manera fue el primer acto de legítimo reclamo por terrenos parásitos o abandonados de propiedad oficial. Décadas después fructificaría con la aparición del Parque de España.

Nacido en Buenos Aires, Montes fue hijo adoptivo de nuestra ciudad y le dio todo su esfuerzo de investigador y planificador. Cuando murió en 1986, Wladimir Mikielievich escribió en la revista de Historia de Rosario: "Nos abandona un hombre de bien que dio lo mejor de sí a su familia, a sus amigos y compañeros, a la comunidad toda. Fue su voluntad póstuma alejarse en silencio de este mundo, pidiendo que sus cenizas se esparcieran y se fundieran con la tierra de esta ciudad". La Sociedad de Historia de Rosario había perdido definitivamente a uno de sus puntales. A partir de 1955, salvo la terminación e inauguración del Monumento Nacional a la Bandera en 1957, se produjeron cambios con progresos ostensibles en la planta urbana de la ciudad y con énfasis en el período democrático de la intendencia del doctor Luis Cándido Carballo, a la vez pródigo en obras desde 1958 hasta la interrupción de la vigencia de la Constitución. Pequeñas intervenciones, como la parquización de terrenos en todos los barrios, le dieron una nueva cara, al menos temporalmente, a zonas caídas en el abandono.

Carballo terminó drásticamente con el nudo gordiano del Cruce Alberdi, abriendo calle Salta con demolición de una esquina conflictiva que oficiaba como "cuello de botella" y facilitó así la unión del centro con la zona norte. Esto se complementó con la apertura y ensanche de bulevar Rondeau y su conversión en autopista.

A su vez es reparquizado el parque Urquiza caído en total abandono, se inician las obras del Observatorio Astronómico y Planetario y del anfiteatro incluido en dicho paseo, verdaderos puntos de inflexión como actos de renovación urbana.

También Carballo ejecuta el mirador del balneario La Florida y la calle de doble mano que transcurre detrás del mismo y se reinicia a buen ritmo la avenida de Circunvalación entre bulevar Rondeau y Córdoba. Si bien algunas obras se llevaron a cabo con fondos de la Nación, la firme gestión de este intendente y otras que le siguieron lograron el objetivo final.

Además Carballo encaminó las gestiones por cesiones de terrenos y edificios ferroviarios, que en muchos casos tendrían final feliz durante las posteriores intendencias de los doctores Uzandizaga, Cavallero y Binner. Un ejemplo de esto está patentizado en el caso del Patio de la Madera, gestado años después.

Sobre concreción de obras a partir de la década del 50, están sin duda alguna el espíritu y previsiones del plan de Alberto Montes, aunque el acontecer nacional influye en la ciudad que verá casi como una curiosidad la aparición de breves momentos de administraciones democráticas en medio de gobiernos de facto, con el entorpecimiento del cumplimiento de planes nuevos o en desarrollo.

A pesar de esto, la ciudad puede contabilizar algunas realizaciones de peso como el viaducto Avellaneda y el abortado plan de la avenida Norte-Sur ya tratado en esta serie de notas. Ambos proyectos se inscriben en la administración del doctor Luis Beltramo, con especial impulso del ingeniero Lorenzo Loughlin por entonces secretario de Obras Públicas.


Peatonal Córdoba
En el período democrático de Rodolfo Ruggieri la peatonal Córdoba deja para siempre sus cordones y se convierte en un paseo acorde con su denominación con un diseño general que no recibe el total beneplácito de la población y así se mantiene por diez años, para ser nuevamente planificada y reconvertida en la intendencia del doctor Uzandizaga, tal cual se la conoce hoy.

En el proceso militar, es al capitán Augusto Cristiani a quien le toca materializar la remodelación de la plaza Pinasco (hoy Montenegro) con sus cocheras subterráneas y el centro de prensa destinado al Mundial 78, naciendo también el Paseo Ribereño que continúa hacia el norte al bulevar Avellaneda.

Las avenidas Grandoli y Provincias Unidas se convierten en vías de dos manos y se ensancha Juan José Paso, lográndose agilidad en el tránsito de vehículos. Nace también el proyecto que genera la compra de 200 hectáreas a orillas del arroyo Ludueña, y que años después integrarán el Parque de los Constituyentes materializado en administraciones municipales sucesivas, cabiendo un proceso similar para la zona del arroyo Saladillo con sus márgenes forestadas integrando el Parque Regional Sur doctor Luis Silvestre Begnis, desarrollado mediante varias etapas.

El intendente Cristiani, con domicilio en Buenos Aires, fue administrador de la ciudad por los juegos y decisiones del gobierno militar de aquellos tiempos. Pero es justicia valorar la acción del ingeniero Gurmendi, rosarino, a la sazón secretario de Planeamiento y bajo cuya responsabilidad técnica y de gestión se concretaron varios planes, entre los cuales brillará gracias a un convenio pactado entre la Municipalidad de Rosario y el gobierno español, la idea pionera del Parque de España.

Entonces la ciudad comenzó a vivir un romance visual y de uso comunitario con la costa fluvial, paisaje magnífico si los hay y enteramente nuestro, que se iría ajustando y complementando con sucesivos emprendimientos dentro de ese espíritu urbano. La "Capital de los cereales" y el "Hijo del mar" completaban por fin un idilio geográfico que poco a poco fue mutando la cara de la ciudad.

(*)Arquitecto

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El agrimensor y urbanista Alberto Montes.

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