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 domingo, 07 de marzo de 2004

Memoria: Biografía de Aníbal Troilo
Un pichuco riguroso
El historiador y periodista Oscar Del Priore revisa la vida y la obra de "El bandoneón mayor de Buenos Aires" haciendo eje en su proceso creador

El bandoneonista Aníbal Troilo, el inolvidable Pichuco, es retratado por Oscar Del Priore en una biografía que indaga en el proceso creador del autor musical de "Sur", "Garras" y "Che Bandoneón", entre muchos otros temas. Hay un puente en la evolución musical del tango que lleva el nombre de Troilo; entre la Guardia Vieja de los años 20 y el tango moderno, se impone la figura de Pichuco, director de una de las orquestas más populares; innovador, vanguardista y filósofo.

"El libro agrega a la amplia bibliografía algunos datos desconocidos y correcciones discográficas. Es literatura pero también un documento", sostuvo el periodista e historiador, compositor de varios tangos y autor de los libros "Breve historia del tango", "El tango de Villoldo a Piazzolla" e "Inventario de tango" escrito junto a Horacio Ferrer.

El texto va delineando un agudo perfil de Troilo. Nacido el 11 de julio de 1914 y fallecido el 18 de mayo de 1975, Aníbal Carmelo Troilo era, a los 14 años, algo más que una promesa: había formado su propio quinteto. Luego integrará el famoso sexteto junto al violinista Elvino Vardaro y el pianista Osvaldo Pugliese. Antes de formar su propia orquesta, Troilo tocó en las agrupaciones de Juan D'Arienzo, Angel D'Agostino, Luis Petrucelli, y en la mítica agrupación del pianista Juan Carlos Cobián.

Un año clave para "el bandoneón mayor de Buenos Aires" fue 1938, cuando graba su primer disco en la casa Odeón, pero éste no se editó por conflictos con la discográfica. Troilo tendrá revancha en 1941 con un disco en el que figura su primera composición: "Toda mi vida", con letra de José María Contursi y la voz de Francisco Fiorentino.

Inquieto a las renovaciones musicales de su tiempo, Troilo se unió en la década del 50 al guitarrista Roberto Grela y en 1968 formó el Cuarteto Aníbal Troilo para grabar en Víctor. Ya en los 70 grabó dos dúos de bandoneón con Astor Piazzolla. En total, suman 485 sus grabaciones, más algunas que no llegaron al público.


Tres grandes etapas
Según Del Priore, la vida musical de Troilo puede dividirse en tres etapas: "Una no profesional tocando en una «orquesta de señoritas», luego de haber estudiado poco tiempo el bandoneón con Juan Amendolado, Alfredo de Franco y Pedro Mafia". Le sigue la época profesional de la década del 30 y sus contactos con Juan Maglio "Pacho", Elvino Vardaro, Osvaldo Pugliese, Ciriaco Ortiz y Juan Carlos Cobián: "Es el comienzo de su trabajo como músico de orquesta donde logra dar forma a su estilo propio y condensar sus influencias".

La tercera, apunta el biógrafo, puede desdoblarse en varios momentos. "Comienzos del 40, cuando forma una orquesta bailable, con arreglos sencillos de interpretación pero con un sabor a tango que no lo tuvo nadie. Era un Troilo mucho más maduro, con una ejecución más pausada y con mayores alardes en los arreglos instrumentales, que proponían músicos como Piazzolla o Galván".

Más tarde vendrá la interpretación de temas con arreglos de Piazzolla, que ya había vuelto de París. "Ese es el punto máximo de creación y exploración".

En la década siguiente, por problemas de salud, ya se lo veía tocar menos, delegando esa función a otros bandoneonístas. "El estaba solo frente a la orquesta. No hablo de decadencia, sino de un momento de estabilidad de sus logros. Aquí es cuando comienza a vérselo como el Borges del tango, ese filósofo de la vida que decía cosas que a uno lo dejaban pensando".

Dividido en nueve capítulos "Toda mi vida" -con dibujos de Hermenegildo Sábat, prólogo de Raúl Garello y una interesante material fotográfico- pone el acento en el repertorio elegido por Troilo a lo largo de su carrera y en la relación especial que mantuvo con los letristas de tango.

Para Del Priore "puede observarse una constante en los tangos de Troilo y, desde ya, en los que tienen letra. En el repertorio de Pichuco, nos encontramos con una selecta antología del tango".

Así como supo convocar a cantores de gran nivel -Fiorentino, Rivero, Marino o Goyeneche-, comentó el biógrafo, "tuvo también sensibilidad por la poesía. Aunque no era un gran lector, le gustaba escribir: ahí está esa perla llamada «Nocturno a mi barrio», un emotivo poema recitado por él mismo, escrito en la clínica donde estuvo internado para una cura de sueño".

El proceso de composición de Pichuco pasaba por una letra que le gustaba: "Entonces la mastico. La aprendo de memoria -confesó alguna vez-. ¡Todo el día la tengo en la cabeza, es como si la fuera envolviendo en la música! Es muy importante para mí lo que dice la letra de una canción".

La biografía aleja también algunos de los mitos alrededor de la imagen pública de Troilo. "Se habló mucho de sus ausencias y de su incumplimiento en los contratos. Sucedía que el Gordo en la última etapa de su vida la pasaba mal, sufría de gota en un pie".

Rigurosidad e intuición fueron las dos armas con que Troilo encaró la composición y la ejecución de su música. No sólo Piazzolla o Raúl Garello -su último arreglador- sufrieron la llamada "borratina" que utilizaba para suprimir algunos arreglos. Julián Plaza dijo: "Si veía algo lo cambiaba, tenía una gran visión de balance total, de equilibro de la orquesta". Del Priore agrega: "No era una manía, sino una forma de marcar su estilo. A Pichuco le interesaba su público".

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Para Del Priore, en los 50, Troilo ya es el "Borges del tango, ese filósofo de la vida que decía cosas que a uno lo dejaban pensando".

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