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 domingo, 15 de febrero de 2004

Carhué: El esplendor del pasado
A las puertas de La Pampa se encuentra el spa considerado más grande del país, con 1.600 plazas disponibles y un espejo de 17 hectáreas de aguas salinasadas. Escenario de remotas historias que forjaron el país

Alejandro San Martín

Tras la devastadora inundación de 1986 que sumergió bajo el agua del lago Epecuén la villa turística que todos los años recibía a miles de visitantes esperanzados en el poder curativo de las aguas, la ciudad de Carhué dejó atrás los fantasmas y emergió con la firme intención de recuperar el esplendor perdido.

Instalada en las puertas mismas de La Pampa -a unos 820 kilómetros al sudoeste de Rosario-, en donde tuvo sus dominios el cacique Mapuche Cafulcurá, la ciudad de Carhué recibió durante el mes de enero una afluencia histórica de visitantes atraídos por lo que se considera el Spa más grande de la Argentina.

Las más de 1.600 plazas disponibles, distribuidas entre hoteles, residenciales, departamentos y campings, vieron colmadas sus capacidades merced a una agresiva política de promoción de las propiedades curativas de las salinasadas aguas del Lago Epecuén, un espejo líquido de 17 hectáreas.

Para quienes deseen disfrutar de esos beneficios sin internarse en el Lago, la mayoría de los hoteles ofrecen en sus instalaciones un sector específico en los que se brindan todos los servicios termales, lo que diferencia a Carhué de los otros centros termales del país.

En cada uno de estos hoteles, un especialista en "termalismo" orienta a los visitantes sobre las propiedades y beneficios de los baños, y con una revisión médica previa, se recomienda el tipo de baño necesario para cada dolencia en particular.

Es así que los turistas encuentran un menú de opciones que van desde baños a 30 y 36 grados de temperatura, saunas húmedos y secos, ducha escocesa, jacuzzi familiar con agua dulce, salas de masaje, cosmetología, reflexología y fangoterapia, para el que se utilizan los barros de la laguna.

Para apuntalar aún más la oferta turística se procedió a una sustancial mejora del balneario "La Isla", en donde se instalaron servicios de duchas, baños, explanada para lanchas, sombrillas, y se extendió la playa.

El poder curativo de las aguas del Epecuén fue comparado con el de las del Mar Muerto, en Medio Oriente, según las conclusiones del congreso de hidroterapia realizado en 1999 en la ciudad de Carhué, y que contó con la presencia de especialistas llegados de aquella región.

La alta concentración salina de las aguas -hipermarinas-, compuesta por una compleja combinación de sales como cloruros, sulfatos, yodo, bicarbonato, hierro, magnesio y otras más, otorga a las aguas propiedades tónicas, reconstituyentes y curativas.

Las propiedades las hacen óptimas para el tratamiento de enfermedades reumáticas, lumbagos, ciática, psoriasis, estrés, rehabilitación de hemiplejías y parálisis, y otras diferentes patologías. Pero la intención de las autoridades es no sólo recuperar esa porción de público de la tercera edad habitué de la vieja villa turística, sino también a los sectores medios y jóvenes que tienen en Carhué un sinfín de oportunidades para el turismo de aventura y cultural.

En tanto, para quienes se interesen en el rico pasado de la zona, las instalaciones del Museo Histórico Regional atesoran los recuerdos de una época en que la lucha por la expansión de las fronteras tuvo a Carhué como la protagonista principal.


Leyendas e historia
Según cuenta la leyenda, las aguas hipersalinas del lago Epecuén fueron el producto de las lágrimas de la princesa Pampa Tripantu, que al saberse engañada por su amado Epecuén (traducido al español como "Soy Hombre Grande"), lloró bajo la luna llena hasta formar un lago que ahogó a su infiel marido junto a sus amantes.

Lejos de la leyenda, el museólogo Gastón Partarrieu, director del museo regional Adolfo Alsina, destacó que la historia verídica de Carhué puede llegar a ser aún más rica que los relatos que, según dijo, "son de los años 40 a esta parte".

Es que Carhué fue uno de los últimos fortines desde donde se desplegó la conquista del desierto a cargo del general Julio A. Roca y donde entraron en colisión dos teorías diferentes de colonización.

"Por una lado estaba la visión de Adolfo Alsina, que muy a la época -en ese tiempo se fundó la ciudad de La Plata-, preveía una colonización completa, es decir, la instalación no solo de fortines, sino de toda una comunidad organizada", explicó.

En la vereda opuesta, el general Roca pensó en un ataque relámpago desde una línea de fortines a lo largo de la frontera con la Pampa: Carhué, Puán y Trenque Lauquen, entre otras, estrategia que bajo la premisa de que "las hormigas se matan en el hormiguero y no de una", al final fue la vencedora.


Fundación
Finalmente, el 21 de enero de 1877, el general Nicolás Levalle fundó la ciudad de Carhué (lugar verde, según una de las acepciones), poco tiempo antes de la muerte de Adolfo Alsina.

"En esa época, esas tierras estaban bajo la amenaza constante del cacique Cafulcurá, que con 40 mil hombres se apoderaban del ganado para comercializarlo en Chile, hasta que la campaña del desierto empujó a esas poblaciones hasta el país trasandino", relató el museólogo.

La historia se reproduce hasta el infinito, hay una referencia obligada a la heroica trayectoria de las "fortineras", hasta llegar a los años 40 en siglo XX.

El gobernador Manuel Fresco encargó, por entonces, al arquitecto Francisco Salamone la construcción de innumerables edificios públicos de estilo Arte Decó, de los cuales la municipaliad de Carhué es una muestra edilicia.

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