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 domingo, 15 de febrero de 2004

Homenajes
Julio Cortázar, gratos recuerdos del futuro
A 20 años de la muerte del escritor, Horacio Salas lo evoca y ubica su trabajo literario entre lo fantástico, lo cotidiano y lo urbano

Considerado el hermano mayor para la mayoría de los escritores de la década del 60, Julio Cortázar irrumpió en la literatura argentina afianzando algunas de sus principales características: el tema de lo fantástico en la vida cotidiana y la primacía de lo urbano, con sus relatos sobre Buenos Aires y sus personajes, desde una óptica porteña.

Especialmente para la generación de los años 60, "aquellos que escribíamos en «El escarabajo de oro», u otras revistas de la época, teníamos un contacto muy directo con Cortázar. Lo admirábamos por su libro de cuentos «Bestiario», pero desde la aparición de «Rayuela», se convirtió en un hermano mayor que vivía en París", recordó el director de la Biblioteca Nacional, Horacio Salas, integrante de esa generación de escritores.

"Era muy cordial, cumplido con su correspondencia -comentó-, nos escribía cartas periódicamente como si fuera nuestro amigo y era normal que mandara cuentos, artículos para distintas revistas".

"Lo sentíamos uno de nosotros aunque escribía en una ciudad para ser leído en otra; un juego que se reitera en sus cuentos, por ejemplo aquel personaje que está en una galería de Buenos Aires y aparece en París. El se adelanta al tema del exilio", dijo Salas de este escritor nacido accidentalmente en Bruselas en 1914 y que adoptó la nacionalidad francesa en 1981.

Una decisión que tomó luego de treinta años de vivir en París, donde desarrolló la mayor parte de su obra: "Los venenos" (1956); "Las armas secretas" (1959); "Los premios" (1960); "Historia de cronopios y de famas" (1962); "Rayuela" (1963); "Todos los fuegos al fuego" (1966); "La vuelta al día en ochenta mundos" (1967); "62. Modelo para armar" y "Ultimo round" (1968); "Pameos y meopas" (1971); "Prosa del observatorio" (1972) y "Libro de Manuel" (1973).

Además, "Alguien que anda por ahí" (1977); "Un tal Lucas" (1979); "Queremos tanto a Glenda" (1980); "Deshoras" (1982); "Los autonautas de la cosmopista" (1983, escrita con Carol Dunlop), entre otros textos.

"Toda su obra está en línea de la gran literatura que se produce en el Río de la Plata, como el caso de Leopoldo Marechal o Juan Filloy y su búsqueda por un lenguaje propio, argentino", precisó Salas.

Integrante de la generación del 60 junto a Abelardo Castillo, Liliana Hecker, Vicente Battista, Daniel Moyano, Juan Gelman, Salas fue categórico al afirmar que Cortázar "es uno de los grandes escritores argentinos. Yo creo que abrió muchos caminos y las revisiones críticas a su obra -apuntó- son las mismas que se le hicieron a Borges en su momento". Sin embargo, "no es casual el reconocimiento que tuvo de Borges y de Adolfo Bioy Casares, o de hombres cercanos a su pensamiento como Haroldo Conti".

"Creo que la crítica se equivoca con sus contemporáneos cuando abandona ciertos nombres, pero de tanto en tanto aparecen los resurgimientos", consideró el director de la Biblioteca Nacional y reivindicó la actividad política en pro de los derechos humanos desarrollada por Cortázar principalmente en Cuba y Nicaragua.

A juicio de Salas, que prepara para septiembre una pequeña muestra bibliográfica sobre el autor de "Rayuela", "Cortázar fue un hombre de su tiempo y entre otras cosas nos hizo recordar a los argentinos que teníamos una manera peculiar de hablar, con los quiebres en el lenguaje, lo coloquial, y seguramente seguirá conmoviendo con su escritura a muchas generaciones".

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