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 domingo, 15 de febrero de 2004

Fuera del mapa. Una mirada sobre las responsabilidades y posibles salidas
Néstor Ciarniello: "La exclusión es irreversible, pero cada chico es recuperable"
El especialista afirma que no es viable una sociedad sobre una generación de pibes en ruinas

Aunque parezca una contradicción, Néstor Ciarniello afirma que la exclusión social de al menos 60 mil jóvenes rosarinos ya es "irreversible", pero cada uno de esos pibes es "recuperable". En ese desafío el especialista, ex director de Minoridad y autor del libro "Los chicos «delincuentes». Reflexiones desde la pobreza", propone dejar de hablarles con el "lenguaje de la muerte". Entender, por ejemplo, que no es con más represión como podrán recuperarse, sino con programas globales y sostenidos que incluyan educación formal e informal, capacitación en oficios, pasantías laborales, el deporte y el refuerzo de cualquier otro ámbito de pertenencia. "El chico que tiene un proyecto de vida está salvado", dice Ciarniello citando a la psicoanalista francesa Françoise Dolto. No sólo se trata de una "salvación" individual, sino de una estrategia colectiva. Una frase de su libro lo aclara: "¿Será posible entender que no es viable la construcción de una sociedad bien estructurada sobre una generación de adolescentes en ruinas?".

-¿Lo asombra que más del 20 por ciento de los jóvenes de 15 a 29 años en la provincia hoy no trabajen ni estudien?

-Si tomamos como juventud la franja de 15 a 29 años hablamos de una gama demasiado amplia, muchos de ellos ya son adultos, o casi adultos, y entramos en otra problemática. Prefiero referirme a chicos de 15 a 25 años, y aun menos porque a muchos de 12 la calle ya los hizo adolescentes. Y allí aparecen dos problemáticas: la de los menores y la de quienes ya no lo son. Por ejemplo, en Coronda hay una enorme población menor de 21 años, son menores civilmente, pero no para la ley penal. Ahí nomás, con ese dato, ya decimos qué barbaridad, como sociedad es para agarrarse la cabeza. Pero incluso achicando la franja de edad, la categoría de los que "no estudian ni trabajan" ya fue superada por otra más terrible y global: la de excluidos. Porque los chicos excluidos padecen una situación que les es previa y que ya traspasó una generación.

-¿Quiere decir que son hijos de padres previamente excluidos?

-Sí, vienen de una exclusión previa. Arranca con la desnutrición más temprana, la fetal, de madres desnutridas. Ese chico llega con déficits y muchas veces con situaciones irreversibles, que afectan todo su desarrollo, y eso sin tener en cuenta el factor ambiental. Pero hay que tener cuidado de achacar la situación de estos pibes a sus familias, como es común: que los padres tienen la culpa, que no los mandan a la escuela, que se emborrachan... porque esos padres fueron chicos excluidos como sus hijos.

-Pero hoy la diferencia es numérica. De la pobreza estructural se pasó a un aumento descomunal de la indigencia.

-Claro, ya no hablamos de algunos casos, sino de decenas y decenas de miles. Es espantoso. Pero para no ser hipócritas hay que mirar las causas, y en muchas de esas causas participamos todos. No para echarnos la culpa, sino para buscar caminos de salida colectivos.

-Un verdadero fracaso social...

-Toda la sociedad, que de algún modo estuvo en la fiesta de los 90, e incluso en los 80, está pagando los costos. Y este es un costo: la exclusión de esos chicos no es algo circunstancial, una emergencia de la que se puede salir, sino permanente.

-Entonces, afirma que es una situación irreversible...

-Sí. La exclusión es irreversible. Pero si hablamos de chicos, cada uno es recuperable y tiene derecho a una oportunidad. Es obvio que lo irreversible deriva de que fueron desnutridos, no pudieron desarrollarse, tuvieron un mal entorno emocional, no lograron seguir en la escuela, no fueron favorecidos para su relación con la sociedad, y entonces son violentos. El chico que anda arriba de un carro de ciruja no es una postal simpática al que se le puede dar una limosna, es la expresión de una vida de la que no puede salir. Y en ese estado, al llegar a los 14, 15 años, ya empieza a expresarse con más violencia. Por eso que haya tantos chicos en condición irreversible no puede sino llamar a una acción fuerte, a un compromiso de todos. Porque esa será la próxima generación de adultos, que no serán dirigentes pero se van a hacer oír, de un modo u otro. Y no hablamos de un futuro lejano: muchos de estos chicos, de 15, 16, 17 años, ya tienen sus propios hijos.

-¿Y qué estrategia imagina?

-La primera es pensar. No sólo el gobierno, sino toda la sociedad. Primera cosa: no hablemos de represión. Tengamos un lenguaje de vida, no de muerte. Porque a esos chicos la vida ya los puso en situación de muerte: por su entorno, por la policía, por las enfermedades, por las adicciones... todo un lenguaje de muerte. ¿Qué pretendemos entonces? ¿Que sus acciones sean de vida? Hay que encarar acciones de vida con ellos, que hay muchas y loables: se ven en las parroquias, en las ONG, los clubes, los barrios.

-O sea, reforzar cualquier ámbito de pertenencia.

-Sin ninguna duda. Vigorizar todo eso. Y desde el gobierno tomar el tema como cuestión de Estado. La Municipalidad, la provincia, la Nación están trabajando, pero ahora hay que mancomunar esfuerzos con acciones globales. Porque se trata de derechos humanos básicos que hoy muchos tienen conculcados. Por eso atender el tema adolescencia y primeros años de juventud es una inversión estratégica, afecta toda la estructura social. Por lo tanto, se necesita un programa completo, integral, de inclusión con los propios chicos. Tomar pibe por pibe que abandonó o fue expulsado de la escuela (porque si sólo se los convoca ellos no van), descubrir sus inclinaciones, tratar de recuperarlo en la medida de lo posible para la educación formal. Y si no se puede, intentar con la educación no formal y la capacitación laboral, intentar con el deporte, con el juego. Porque se trata de que tengan un proyecto de vida. Françoise Dolto lo define: el chico que tiene un proyecto de vida está salvado.

-¿No es contradictorio decir que la situación de estos chicos es irreversible y a la vez que pueden recuperarse?

-Es que ninguno es irrecuperable. Lo irreversible es lo que ya ocurrió, pero cada chico tiene capacidades, aun dañadas. Lo que hay que hacer es descubrirlas, siempre hay posibilidad de algo en el terreno educativo, en la capacitación laboral. El chico que se entusiasma con un proyecto que el Estado esté comprometido a sostener a largo plazo, donde hasta los empresarios se jueguen con pasantías en sus empresas, puede recuperarse. Tengamos el coraje de abrir la puerta a los más débiles, a los más deteriorados, a los de mayor riesgo de violencia. Si logramos que estos chicos -y no me asusta que sean 60 mil ó 100 mil sólo en Rosario- tengan un proyecto de vida, hay esperanza. La recuperación económica tarda en llegar bien abajo, por eso es enorme el esfuerzo. Y seguramente redundará en que todos vivamos en paz, con menos miedos, menos rejas, menos prejuicios.

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"Padecen una situación que les es previa", afirmó.

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